¿Por qué en Túnez no quieren a su selección?

El equipo del norte de África se despidió del Mundial con una sonrisa tras vencer a Panamá en su último juego del Mundial. La relación de esta escuadra con su pueblo no ha sido fácil, y por eso espera que con esta victoria recupere el cariño de su gente.

Camilo Gómez / @camilogomez8
29 de junio de 2018 - 05:26 p. m.
El mediocampista de Túnez Ghailene Chaalali se toma la cabeza ante la eliminación de su equipo de la Copa Mundo Rusia 2018. / AFP
El mediocampista de Túnez Ghailene Chaalali se toma la cabeza ante la eliminación de su equipo de la Copa Mundo Rusia 2018. / AFP

En medio de la violencia interna que vive el fútbol en este país africano, las “Águilas de Cartago”, como se le apoda al equipo de Túnez, son llamadas a agrupar a la población tunecina. Su vuelo, sin embargo, no ha sido fácil.

En Túnez, la pelota es un arma y el estadio un campo de guerra. No es una figura literaria para describir un partido de fútbol, sino el fútbol mismo que se vive en este país del norte de África. En febrero de 2018, 38 policías resultaron heridos luego de que los asistentes al encuentro entre el Esperance Sportive y el Etoile Sportive du Sahel les arrojaron piedras y sillas. Esta tan solo es una de las escenas que se viven tras un partido en el país, pues la violencia en las canchas tunecinas se ha incrementado potencialmente en la última década.

Según Abderrahim Bourkia, autor de Ultras en la ciudad, “la crisis de la violencia en el fútbol en el norte de África es esencialmente una crisis de la juventud”, pues los jóvenes desempleados son quienes más cometen actos violentos en los partidos. Los estadios se convirtieron, además de escenarios deportivos, en terrenos para la exteriorización política e ideológica. La violencia, asume, es producto de las revoluciones que se vivieron en la región desde poco antes del estallido de la Primavera Árabe, pues fueron los regímenes autoritarios los encargados de alimentar el antagonismo alrededor de la pelota en África.

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En Egipto, por ejemplo, todavía se recuerda la batalla campal entre los aficionados del Al-Masary, quienes estaban a favor del derrocamiento del dictador Hosnu Mubarak, y el Al-Ahly, cuyos aficionados pedían la continuidad del mandatario. La pelea, alimentada por los militares, desembocó en la tragedia de Puerto Saíd con más de 70 muertos.

En Túnez, la realidad es similar a la egipcia. Dentro del fútbol local, los clubes reflejan las divisiones étnicas, regionales o políticas del país, y por eso, la selección nacional ha pasado a un segundo plano. Su pretensión de unidad nacional no convence a la población, y además tiene la dolorosa tarea de cargar con el legado del dictador Zine El Abidine Ben Ali, condenado a quince años de prisión tras los eventos de la Primavera Árabe.

El recuerdo de Ben Ali en la selección nacional de fútbol no es grato para los aficionados al deporte en Túnez. Él le dio el control de la Federación de Fútbol de Túnez a Slim Chiboub, su yerno, y los derechos de transmisión de los partidos a los hermanos de su esposa, Leila Trabelsi.

Tiempo después de estar a cargo de la federación, Chiboub pasó a ser el director ejecutivo de L’Espérance Sportive de Tunis, el club favorito de Ben Ali y bajo su dirección, los escándalos de amaños de partidos detonaron una crisis en la liga y en la selección de Túnez. Ante los favorecimientos al equipo del dictador, muchos jugadores, como el arquero Ali Boumnijel, amenazaron con retirarse de la escuadra nacional si no se acababa la corrupción en el juego.

La selección de Túnez, pese a los buenos resultados, no ha logrado conquistar los corazones de su pueblo por la amarga presencia del régimen en la dirigencia. Tras la caída de Ben Ali, los aficionados tunecinos silbaban al equipo nacional pese a la victoria. Las “Águilas de Cartago”, como se le apoda al equipo, se debaten entre el amor y el odio de su pueblo, pues quienes lo defienden aseguran que puede ser un símbolo de unión nacional, mientras sus detractores no olvidan la mancha que dejó la dictadura sobre sus alas.

Como si fuera poco, el ex presidente del país, Moncef Marzouki, elegido tras la caída de Ben Ali, publicó documentos que confirmaron la corrupción dentro del futbol local. Los clubes pertenecían, además, a los miembros cercanos a Ben Ali, cuyo proyecto era usar los equipos deportivos como plataformas políticas al estilo del italiano Silvio Berlusconi.

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Pese al daño que ha tenido la Federación de Fútbol de Túnez, la selección se encuentra en un proceso de renovación para conquistar a su pueblo y convertirse en el símbolo de unión que necesitan. Si bien no cuentan con una estrella en su escuadra, esta es la primera participación del equipo nacional luego del fracaso de la Primavera Árabe.

Según un estudio del Despacho Nacional de Investigación Económica, los países que han clasificado a la Copa Africana de Naciones entre 2000 y 2015 han experimentado significativamente menos conflicto en los seis meses siguientes al campeonato que aquellos que no clasificaron. Más que los resultados, la participación y la unión del grupo en esta Copa Mundo pueden reflejar más adelante un símbolo para un país dividido por la violencia y golpeado por una revolución que no dio resultados.

Por Camilo Gómez / @camilogomez8

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