¿Qué le pasó a Ronaldo en la final de Francia 98?

Ronaldo sufrió problemas de salud en su concentración en París. / AFP

Tenía que ser un error: Ronaldo Nazario, delantero estrella del momento y figura de Brasil, iba al banco en la final del Mundial de Francia 1998 ante la selección anfitriona. Unos minutos después, el delantero del Inter de Milán apareció en el once inicialista. Una simple corrección, el pensamiento del mundo entero. Pero la verdad es que era mucho más que eso. 

Luego del almuerzo, horas antes del duelo definitivo, Ronaldo se fue junto con Roberto Carlos, su compañero de habitación, a relajarse: era un día especial. Prendieron el televisor y vieron a Michael Schumacher destapar la champaña en el Gran Premio de Gran Bretaña de Fórmula Uno.

En un ataque desenfrenado, el Fenómeno empezó a convulsionar. “¡Ronaldo se muere!”, gritaba con pánico Roberto Carlos. Edmundo, vecino de cuarto, quedó perplejo. “Vi a Ronaldo en un estado tremendo. Se retorcía, se golpeaba los brazos contra las piernas y de su boca salía espuma. Hacía un ruido muy extraño, como de querer respirar y no poder. Salí corriendo hacia el pasillo y me choqué con César Sampaio, quien venía hacia la habitación. Entramos, agarré fuerte a Ronaldo y Sampaio le destrabó la lengua. Un segundo después llegaron los médicos”.

Lo que pasó esa tarde sigue y seguirá siendo un misterio. Ronaldo, en contravía de los exámenes médicos, fue titular. Que pidió jugar, una de las hipótesis; que Nike, su principal patrocinador, lo obligó a que estuviera en una final que también era de marcas deportivas, pues del bando de Francia estaba Adidas, otra de las innumerables conjeturas que surgieron.

Lo verídico es que Ronaldo, golpeado por los fuertes medicamentos que le habían recetado, esa noche en el Stade de France fue un fantasma. No se sintió.

Se dice que sus compañeros estaban más preocupados por el estado de salud de Ronaldo en la cancha que por el mismo partido.

“Me fui a acostar y luego tuve un ataque de convulsiones que duró unos 30 segundos. Luego desperté y me dolía todo el cuerpo, pero con el tiempo el dolor fue disminuyendo y pude relajarme un poco. Tuve un miedo terrible. Perdimos el Mundial, pero gané otra copa: la de la vida”, confesó Ronaldo en una entrevista.

Zinedine Zidane se reportó con doblete y Francia levantó su única Copa del Mundo. Ese día fue el inicio de la etapa más negra de la carrera de Ronaldo, de un hombre que venía de ser campeón del mundo en Estados Unidos 1994, pero que no jugó un solo minuto. ¿Por qué? Dicen que el DT Carlos Alberto Parreira tenía órdenes de no alinear al chico de 17 años que brillaba en Cruzeiro. El récord de Pelé de ser el jugador brasileño más joven en marcar en una Copa del Mundo era intocable.

El Mundial de Corea y Japón 2002 fue desde ese día su próximo objetivo. Pero el 21 de noviembre de 1999, en un encuentro del Inter contra Lecce, Ronaldo sufrió una rotura parcial del tendón rotuliano. Seis meses fuera. Y el día de su esperado regreso, el 12 de abril de 2000, tras siete minutos en cancha, el brasileño intentó hacer una bicicleta y volvió a lesionarse. Misma rodilla, mismo tendón. Pero esta vez la rotura fue total. Lo dieron por acabado y dijeron que su carrera estaba consumada. Sus lágrimas y desconcierto son una de las imágenes más tristes que se han visto en el deporte.

Duró un año más trabajando y recuperándose en silencio, se habló de depresiones. En sincronización con el Mundial de 2002, Luiz Felipe Scolari le dio el voto de confianza más importante de su carrera. Y Ronaldo respondió con ocho goles en la cita orbital, levantó la Copa del Mundo, fichó por el Real Madrid y ganó el Balón de Oro. El fútbol y la vida le dieron revancha.