Recuerdos del Cauca, la tierra de Cristian Zapata

Así fueron los primeros años del defensor de la selección colombiana en El Tetillo y Corinto, los lugares donde se forjó su sueño de ser futbolista. Ahora disputa su segundo Mundial con Colombia.

Luis Guillermo Montenegro - Enviado especial a Rusia
17 de junio de 2018 - 07:58 p. m.
El defensa central Cristian Zapata es uno de los jugadores más experimentados de la selección colombiana. / AFP
El defensa central Cristian Zapata es uno de los jugadores más experimentados de la selección colombiana. / AFP
Foto: AFP - LUIS ACOSTA

En la vereda El Tetillo, en el Cauca, sólo hay una cancha de fútbol. Sus arcos son de palos de madera, el terreno está desnivelado, la grama es de pasto grueso y no tiene una delimitación clara. El clima es cálido y húmedo, y por momentos cuesta respirar. Además, por ser una zona rodeada de cultivos de caña de azúcar, hay moscos por montones. Jugar allí no es fácil, mucho más cuando no se tienen los implementos para hacerlo. Descalzo y sin camiseta llegaba Cristian Zapata hasta este lugar, después de ir al colegio. Cuando la tarde caía, regresaba a su casa, ubicada en un lote rodeado de frutales, en donde vivía con sus abuelos paternos, su papá, José Domingo, y su mamá, Ana. (Puede leer: Los hombres detrás de la selección de Colombia en Rusia 2018)

Con el paso de los años, el fútbol comenzó a dejar de ser un pasatiempo para convertirse en una opción de vida. Una manera de buscar un futuro mejor. Por su altura y contextura (les llevaba una cabeza a los niños de su edad) lo dejaron comenzar a entrenar con la escuela de El Tetillo. A los nueve años enfrentó al Club Deportivo Huracán, dirigido por Eduardo Alberto Molina, más conocido en el fútbol caucano como Chuma, que los goleó sin piedad.

Al final de ese juego, con timidez, Cristian se acercó a Molina y le rogó que lo dejara comenzar a entrenar con ellos. “Profe, deme la oportunidad, ya vio lo que tengo”, dijo convencido, contrario a lo que pensaba quien oía esa súplica. Pasó el tiempo y Chuma no le dio respuesta, hasta que llegó un nuevo partido entre el equipo de Corinto y Padilla y al final, luego de una nueva derrota, Zapata volvió a insistir. (Le puede interesar: Los datos más llamativos de los jugadores de Rusia 2018)

Fue la persistencia, más que el talento, lo que impulsó al entrenador a aceptar un nuevo integrante en su equipo. Tiene talla, es fuerte y tal vez, con una buena guía, pueda mejorar, pensó. Al otro día, a la 1:00 p.m., una hora antes del inicio del entrenamiento, Cristian llegó a las canchas alternas del estadio José María Obando de Corinto. La puntualidad siempre lo caracterizó y fue una virtud que combinó con su físico para que fuera valorado dentro del equipo.

Para llegar hasta ese lugar debía irse en bicicleta desde su casa en El Tetillo. Era un recorrido peligroso, en el que la travesía incluía pasar por trochas encharcadas en medio de cañaduzales, cruces de vías con tráfico de trenes cañeros y caseríos solitarios. Corrió riesgos cerca de dos meses, hasta que su entrenador se enteró de este sacrificio y habló con los padres de Cristian para que lo dejaran vivir en su casa en Corinto. Con 10 años se fue de su casa y no volvió. (Lea: Falcao y los otros 12 de Colombia que debutarán en un Mundial de fútbol)

Su ascenso en el fútbol fue por méritos propios. Sin embargo, la suerte marcó su inicio en esta carrera. Un contacto de Chuma con el director de las inferiores del Deportivo Cali le sirvió para llevar a sus mejores hombres a una prueba con el equipo azucarero. Entre los elegidos no estaba Zapata, pero ese día no llegó uno de los seleccionados y por eso él se ofreció a su DT para que lo dejara ir. Alistó las cosas y se subió a un carro con destino a Cali.

“En esta oportunidad me defraudaste —le dijo un trabajador del equipo caleño a Chuma—. Lo único que me sirve es ese negro alto que juega como defensa”. Se refería a Zapata. Incrédulo, al otro lado de la línea, Chuma sintió felicidad, pues quien se había convertido en un hijo para él podría comenzar su carrera como futbolista. Pasó a vivir en la casa hogar del Deportivo Cali y poco a poco fue puliendo detalles en su juego que le permitieron convertirse en un defensor central de categoría. En la sub-17 y sub-20 de Colombia se destacó. Fue campeón en el suramericano 2005 y ahí se le abrieron las puertas del fútbol europeo, cuando llegó al Udinese de Italia. (Puede leer: Carlos Sánchez y la llamada del destino)

Con parte de su primer sueldo le regaló a Héctor Fabio Molina, el hijo de su entrenador y uno de sus mejores amigos de infancia, una moto para que pudiera ir a la universidad. En la primera tarde, un grupo de atracadores lo atacó para robarle la motocicleta. Le dispararon en la espalda y lo dejaron en silla de ruedas por el resto de la vida. Él es como el hermano de Cristian y ese golpe le causó remordimiento, rabia y dolor. Odio por su tierra, miedo por los suyos. Luego del tiempo perdonó este hecho, el único momento en el que la violencia de esta zona afectó a su familia.

Con 31 años, luego de jugar 358 partidos en Europa (Udinese, Villarreal y Milan) y disputar el Mundial de mayores en Brasil 2014, estará con la selección colombiana en la Copa del Mundo de Rusia 2018. Aunque todo parece indicar que no será titular, su experiencia será fundamental desde el banco de suplentes. Sus aportes son oídos por Dávinson Sánchez y Yerry Mina, quienes por respeto lo llaman el Jefe. (Vea aquí nuestro especial sobre el Mundial de Rusia 2018)

Por Luis Guillermo Montenegro - Enviado especial a Rusia

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