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La mejor pirueta colombiana en Londres

El bailarín, nacido en el puerto de buenaventura, es el primer artista del país que llega al royal ballet de Londres.

Daniela Mejía Castaño
04 de abril de 2014 - 06:06 a. m.
/ El Espectador
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Foto: El Espectador - David Campuzano

No fuma, no toma, se levanta todas las mañanas por una taza de té verde para desintoxicar su cuerpo, luego come avena y granola acompañada de jugo de naranja fresco. Hay poco tiempo, su vida va a tope. Luego, su ritual. Como echándose la bendición antes de salir a ‘trabajar’ se toma la pastilla de vitamina D para los huesos, la glucosamina para los cartílagos y la de ajo para su sistema inmunológico. Fernando Montaño es así, grande, exitoso, bailarín del Royal Ballet de Londres. Le ha bailado a la reina de Inglaterra, al príncipe Carlos, a Michelle Obama, Nicole Kidman y Claudia Schiffer. Pero también es colombiano, nacido en Buenaventura, de familia de escasos recursos económicos, que bailó muchas veces solo con agua en el estómago, y es negro.

ientras su papá cargaba bultos en el puerto soñando con tener un hijo futbolista, Fernando Rodríguez Montaño —como se llamaría hasta la muerte de su madre— solo quería ser bailarín de ballet al costo que fuera, por eso no tuvo temor las dos veces que sus padres hipotecaron la casa para costear su carrera. Él sabía lo que quería, de lo que era y es capaz, y con eso y una mirada de niño en un cuerpo fornido, de roca, conquistó ese mundo de pocos descansos, muchos ensayos y creado por blancos. Sus primeros seis años pasaron en una casita bonaverense frente a la carrilera del tren donde jugaba con sus amigos, a los cuatro años; ahí mismo, en la casita, vio por primera vez y en televisión a niños bailando ballet. Ese fue el momento. Sus padres no iban a tener ni diploma de bachiller ni cartón de profesional para mostrar con orgullo, sus padres tendrían a un hijo en Londres bailando para la realeza.

En su momento, su padre se preocupó. Los sueños de su hijo seguramente iban a terminar en una balsa pescadora sobre el océano pacífico, o tal vez cargando bultos, como él. Su madre fue más desafiante, creyó. Fue cómplice. Lo inscribió en una academia de tango y con eso bastó: fue becado ahí mismo, también en Incolballet, luego en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba. Después de eso, y de luchar como buen colombiano por una visa, llegó a Italia sin nada en los bolsillos. Nada dudó tampoco la exdirectora de la escuela del English National Ballet Jane Hacker para prepararle un par de audiciones a Fernando en Inglaterra. A la primera la clavó: fue contratado por el Royal Ballet londinense. Se la clavó también la vida: su madre murió unos días después de haber recibido su primer cheque en libras esterlinas.

Después de esa muerte, murió también Fernando Rodríguez Montaño, el proceso duró cinco días en Cali mientras enterraba a su mamá. Al regresar a Londres, nació Fernando Montaño, el que ha salido más de una vez como ícono en este periódico, el ‘primer artista’ del ballet de esa misma ciudad, entrevistado en emisoras y revistas. No es cualquiera, es uno de los hispanoamericanos más destacados por los premios Lukas; el consentido de la diseñadora de modas y leyenda andante, Vivienne Westwood, y el que posiblemente sea en dos años figura principal del Royal Ballet.

Él habla despacio, su voz tiene la delicadeza que tienen sus movimientos. Parece ser algo tímido. Su acento ha absorbido un pedazo de cada país en el que ha vivido, de la ese pronunciada como jota ya no queda nada. Es un ciudadano del mundo que mantiene bien regadas sus raíces colombianas por medio de la fundación Children of the Andes, que ayuda a niños víctimas de esta nación y que tal vez no mueve los millones que mueve Shakira con sus Pies Descalzos, ni mucho menos ahorra lo que ahorra ella en impuestos con sus obras benéficas, pero él lo hace con lo que tiene: con su corazón y con lo que le da el baile.

Las luces se prenden, en el escenario un hombre pone el mentón en el aire, su tez es oscura, su cuerpo, perfecto. La música suena, se le sale una sonrisa. Su cabeza se mueve de lado a lado como la del boxeador antes de la pelea. ¿La diferencia?: la pelea contra la pobreza y el olvido ya está ganada. Por ahora todos los ojos en el teatro se abren: están a punto de ver la mejor pirueta de Inglaterra hecha por un colombiano.

Por Daniela Mejía Castaño

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