Turismo

Cusco, la ciudad que abraza al sol

Sobrevolar la cordillera de los Andes, apreciar restos arqueológicos y caminar por la capital del Imperio inca son algunos de los atractivos de la ciudad.

MARÍA ALEJANDRA MORENO TINJACÁ
10 de julio de 2019 - 05:30 p. m.
La Plaza de Armas de Cusco es el corazón de la ciudad. Durante el Imperio inca fue centro administrativo, religioso y cultural.  /  Getty Images
La Plaza de Armas de Cusco es el corazón de la ciudad. Durante el Imperio inca fue centro administrativo, religioso y cultural. / Getty Images

Mujer: Esa es nuestra cordillera blanca, señorita, contémplela que es una de las imágenes más bonitas que se pueden ver antes de aterrizar en el Cusco.

Señorita: Es uno de los mejores aterrizajes de mi vida.

Varias personas contemplan, con admiración, la cordillera de los Andes. Sus picos, como si se hubieran pintado con un pincel, dejan ver el blanco de la nieve y algunos trazos de color azul que forman pequeñas lagunas.

Señorita: Me han hablado mucho de Cusco, de su cultura, su comida y su gente. Es un sueño estar acá.

Mujer: Señorita, acá todo es muy bonito, ya lo verá.

“Hemos llegado al Aeropuerto Internacional Alejandro Velasco Astete. Gracias por volar con nosotros”.

Al cruzar la pasarela de acceso, el ambiente cambia. Lo primero que se observan son fotos gigantes de la montaña de los siete colores, Machu Picchu y el Valle Sagrado. De fondo, los sonidos que nacen de las flautas de caña, el charango y el bombo cautivan a los turistas que se mueven al ritmo de la música.

Señorita: Ahí viene mi maleta.

Mujer: Descanse un poco, para que no le dé mal de altura. Ya después camine por toda la ciudad.

Señorita: Adiós.

Y así, el cielo completamente azul, sin ninguna nube, recibe a cientos de turistas. Aunque está soleado, el viento es fuerte y muy frío.

Álex, conductor: “Por estos días estamos de fiesta. Es como nuestro inicio de año. A su derecha, la Plaza de Armas. Este es el Centro Histórico”.

Las calles estrechas, con adoquines. Sus casas con un estilo colonial. En cada balcón ondea una bandera que imita el arcoíris.

Clemencia, guía de turismo: “No, no crean que somos súper open mind, o sí, sí lo somos, pero la bandera es la de Cusco. Las personas suelen confundirse”.

En la Plaza de Armas, donde se estableció el poder político del sistema inca, jóvenes, niños y adultos participan en la Noche de Luz, un interminable desfile de danzas que deja ver la riqueza de sus atuendos y la diversidad de sus tradiciones.

Esta es la antesala del Inti Raymi, la fiesta sagrada y ancestral de la cultura inca, que se celebra todos los años el 24 de junio y es la reconstrucción de las celebraciones que realizaban las comunidades junto con la nobleza, el pueblo y la naturaleza, en honor al dios sol. Se la conoce como la fiesta del sol.

Por estos días el espíritu que se respira en Cusco es de alegría y gratitud, de fiesta, esa que celebra la vida, la naturaleza y la oportunidad, como lo señalan sus lugareños, “de ser herederos de una cultura milenaria” que por donde se mire es una joya que cada día cobra más valor.

Qorikancha, o Cerco de Oro, es el lugar donde turistas y propios se dan cita para el inicio del Inti Raymi. Es uno de los templos más importantes de la cultura. En él se efectuaba la ceremonia Wilka Nina, que era encendida por los rayos del sol y se concentraba en un disco de oro que hacía arder unas pavesas de lana blanca de vicuña.

Allí se espera la salida del Inka, mientras más de 500 personas, de varias comunidades, se reúnen para representar la fiesta sagrada y a través de bailes, cantos y ofrendas honrar al sol. “Quienes participan en la fiesta deben tener habilidades físicas, espirituales e intelectuales”, refiere Clemencia, quien oficia como guía de turismo.

Soldados con lanza en mano corren alrededor de Qorikancha. Representan a las comunidades de los cuatro puntos cardinales: Contisuyo, Chinchaysuyo, Collasuyo y Antisuyo, quienes vienen a apoyar a su líder y dejar sus ofrendas.

La Coya, esposa legítima del Inka, hace su aparición. Acto seguido, el Inka, con su ostentoso vestuario, da inicio formal a la celebración. Entre aplausos y gritos, los representantes de cada comunidad avanzan por la calle principal.

De Qorikancha, el desfile pasa por la Huaqaypata, o Lugar de Guerreros. Allí, el Inka recibe la promesa de los nuevos soldados de ofrendar su sangre al sol.

Los turistas y las personas de la comunidad se unen a la celebración, que culmina en Sacsaywaman, o la Real Casa del Sol, ubicada en una colina a las afueras de la ciudad y donde se pueden observar monumentos en piedra que se utilizaron para las celebraciones del sol.

Ir hasta Sacsaywaman es un acto simbólico que une a las familias en torno a su cultura. Muchos van caminando y otros pocos en carro. Mientras suben la colina se puede observar a las personas con sillas en la mano, otras con comida y refrigerios para no tener que interrumpir para nada la celebración.

Son 3.500 personas, entre turistas de todo el mundo y de comunidades cercanas que asisten al evento que dura dos horas y media.

Con boleto en mano, cada persona tiene acceso a una silla y los más osados se hacen en una colina al frente, para ver desde un punto estratégico sin necesidad de pagar.

Con el sonido del bombo, el Inka hace su aparición para dar inicio a la ceremonia de sacrificio. Solo es la representación: el sumo sacerdote extrae el corazón y las vísceras de una llama y en ellas observa los augurios para el año que inicia.

“Oh dios sol, padre nuestro. Poderoso sol de felicidad eterna, cálida fuente, principio de vida. Desde esta tu mansión sagrada del Cusco, donde habitas con la luna, tus hijos del imperio de las cuatro regiones te saludamos reverentes en tu día jubilar”, son las palabras del Inka.

Luego ingresan los representantes de los cuatro puntos cardinales para entregar las ofrendas al sol y al Inka, entre ellas danzas, canciones y alegorías de sus pueblos.

Cada uno de los representantes entrega también frutas, otros hacen el ritual de la coca, de la chicha, del fuego, el sacrificio de la llama y finalmente el mensaje que habla de las noticias para el nuevo año.

¡Que viva el imperio de las cuatro regiones! ¡Que viva! ¡Que viva el pueblo de Cusco! ¡Que viva! Y con estas alegorías concluye una ceremonia que transporta al turista a esos tiempos milenarios en los que la gratitud y el valor de lo más sencillo eran lo fundamental.

Después de dos horas y media entre cantos, danzas y rituales, turistas y propios siguen con la celebración.

Unos a lado y lado de las carreteras mientras comparten un cuy asado, el anticucho o la chicha morada para refrescarse. Es un momento de amigos, de familia y de “regresar a nuestros orígenes, nuestra cultura, la vida misma”, como dice una de las artesanas de la comunidad de Chincheros que aprovecha para vender sus creaciones.

Cusco estará de fiesta todo el año. Los turistas que decidan visitarlo podrán recorrer la ciudad que fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Los lugares imperdibles son la Plaza de Armas, el mercado de San Pedro, la iglesia de San Cristóbal, el Cristo Blanco y el barrio San Blas, donde se encuentran lugares para comprar artesanías y conversar con sus habitantes.

Para los amantes de la arqueología, lo que fue el convento San Agustín, en el centro de la ciudad, y que hoy oficia como uno de los hoteles de la cadena Marriott (JW Marriott El Convento Cusco), es una experiencia que transporta al turista, pues en su interior se pueden apreciar los restos arqueológicos de los períodos pre-inca, inca, colonial, republicano y contemporáneo. 

Por donde se recorra, Cusco es una ciudad que convierte los días en historia, magia y tradición.

* Invitación JW Marriott.

Por MARÍA ALEJANDRA MORENO TINJACÁ

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