Turismo

Pasto: ecos de tradición y naturaleza

Al ritmo de sonares andinos, sabor a cuy y helado de paila, la capital de Nariño se convierte en un destino ideal para los turistas.

Daniela Callejas Delgado/ Twitter: _danicallejasd
23 de octubre de 2019 - 02:00 p. m.
Pasto: ecos de tradición y naturaleza

Una de las mejores maneras de transportarse a otros lugares puede ser al ritmo de los ecos musicales. Seguramente así resultará más fácil y ameno llegar a cualquier destino. Por eso, este recorrido por Pasto puede comenzar al ritmo de los estribillos de Luis Enrique Nieto, uno de los compositores más importantes del sur del país. La música es una de las características más particulares del lugar, un viaje a la capital nariñense puede disfrutarse escuchando guaneña y bambuco.

Ecos nariñenses

La armonía andina de esta región de Colombia es una mezcla de compases y lenguaje que combinan tradición y cultura, son ritmos que contrastan con los paisajes y la gente de esta zona del país. Estos ecos son danzas mestizas que han llevado riqueza cultural generación tras generación. La música es la que alegra la vida de muchos pastusos, como también enciende el habitual y colorido Carnaval de Negros y Blancos. Estar rodeados de cordilleras y montañas parece ser fuente de una influencia que inspira y nutre los versos de los artistas nariñenses.

Los pastusos tienen un amigo fiel situado en la cordillera de los Andes, viven al lado del Galeras, el volcán con mayor actividad en Colombia, ubicado a nueve kilómetros de la ciudad. Ellos no le temen a su erupción, pues este es un emblema de su cultura, mencionan los habitantes de la ciudad cada que un turista pregunta si duermen tranquilos al lado de un volcán. Cuando el cielo se despeja y las nubes se las lleva el viento, es increíble ver la cumbre del Galeras desde cualquier punto de la ciudad, y una foto nunca está de más.

Sabores tradicionales

Con una sonrisa y su particular y cantado acento, ellos invitan a disfrutar del famoso hervido para soportar las bajas temperaturas que caracterizan a la Ciudad sorpresa de Colombia.

El hervido es una bebida para entrar en calor, que se prepara de manera tradicional con chapil (un licor que se produce en Ricaurte, Nariño), se le agrega pulpa de frutas y se sirve caliente. Es común encontrar esta bebida con sabor a mora, piña o maracuyá.

Pero Rolando Delgado, un señor de 65 años, de mirada sincera y gran entusiasmo, llegó a Pasto por unos días para transmitir saberes tradicionales y revolucionar las mezclas de los hervidos con chapil. Él invita a todos los que lo saludan y lo felicitan por sus hervidos a conocer su municipio, Ricaurte. Deleitó a todos los que probaron sus preparaciones. “Quise ser curioso y experimentar con elementos que acá nunca pensaron en ponerle a un hervido: café, feijoa, fresa y agrás, quise hacer una revolución de hervidos tradicionales”, menciona el cocinero tradicional.

En la plaza de mercado, Potrerillo, están los restaurantes más populares de Pasto. El famoso cuy es la especialidad. Sumergirse en las calles de la plaza enriquece el recorrido. “El cuy es sabor”, “el cuy alimenta y sube las defensas”, son algunas de las frases de los vendedores para que este animal sea el protagonista de la mesa en la casa de todos los residentes y turistas.

Los cuyes, una de las proteínas más consumidas en Nariño, son animales pequeños, una especie entre conejo y ratón. Pero este no solo es protagonista de la mesa, sino que está tan arraigado a la cultura que en carnavales y fiestas típicas hacen grandes representaciones del animal, en las que se roba las miradas y los aplausos de todas las familias.

El postre que cierra el menú es el helado de paila, un agregado que deja un sabor exquisito en el paladar. Para su preparación se pone jugo de cualquier fruta en una paila de cobre sobre una cama de hielo, y quien los prepara gira el recipiente sin parar. El contenido se congela al instante y las texturas y el sabor son únicos. Hace unos 100 años el Galeras era la fuente de hielo que se utilizaba para prepararlos.

Viajar en lancha por la laguna

El plan de fin de semana de muchos citadinos es visitar la laguna de La Cocha, en El Encanto, a 40 minutos de Pasto. Es el segundo embalse de agua natural más grande en Colombia, después de la laguna de Tota. Hace bastante frío (unos 10 grados), pero este pasa a un segundo lugar cuando la lancha empieza a navegar y el paisaje se adueña de los sentidos.

El viento golpea el rostro de forma suave y las nubes dejan que por ratos se le escapen destellos de luz al Sol. Este bello lugar está rodeado de montañas y se convierte en una terapia relajante.

Existen muchas leyendas y mitos en torno a la laguna, pero la que cuentan los lancheros es una historia protagonizada por una princesa que le era infiel a su príncipe…

A sus alrededores se asientan comunidades de indígenas quechuas, kamsás, kofanes y quillacingas. Durante el recorrido es imposible dejar de observar plantas típicas del clima, como frailejones, motilones silvestres y dulces, arrayanes, anturios, entre otras.

Una de las actividades más comunes en la laguna es la pesca de trucha, plato famoso que sirven, al final del recorrido, en las coloridas casitas que hay allí. Ah, y el hervido para entrar en calor no puede faltar.

Una isla rodeada de montañas

Un lanchero nos cuenta que la princesa que fue infiel se convirtió en isla y santuario al intentar escapar con su amante. Esa es la isla de La Corota, y su majestuoso protagonista es un bosque que parece encantado, lleno de aire puro que proporcionan los grandes árboles que viven allí. En el pasado fue un lugar de adoración de los indígenas quillasingas.

Según los indígenas, La Corota es uno de los lugares con mayor energía telúrica después de Machu Picchu (Perú). Esta energía se debe a radiaciones que salen del interior de la tierra, por eso para los indígenas este espacio es sagrado y de culto. Allí, según la tradición, el ambiente de energía limpia el alma y el espíritu.

Sin saber sobre las costumbres ancestrales, la energía allí empieza a cambiar al entrar en el sendero que está en medio de la isla. El guía nos da datos importantes sobre la conservación del lugar y la cantidad de especies que se pueden encontrar.

La caminata por el sendero es un encuentro con la naturaleza, con el ser humano, y la luz que irradia un cuadro natural como el de este bosque es casi tan radiante como los rayos de sol que se intentan colar en el paisaje. Durante la caminata los turistas están mirando a los lados, las plantas, o hacia el frente, para continuar con el recorrido, pero uno de los mejores momentos de estar en un bosque es mirar arriba y apreciar que la naturaleza puede ser tan perfecta, que los árboles más grandes crean una especie de rompecabezas con sus frondosas copas para hacer de este un dosel.

Un dosel arbóreo es el techo de un bosque, con colores que el paso del tiempo y el crecimiento de las bases que lo conforman le van dando forma de manera natural. Mirar al cielo a través de un dosel en la mitad de un bosque puede, como decían los indígenas, equilibrar la energía del espíritu. Sumergirse en un lugar como este puede ser una experiencia muy placentera lejos de la urbe. Y la melodía que acompaña la caminata no es más sonora que el canto de las aves en su hábitat.

* Invitada por Fontur

Por Daniela Callejas Delgado/ Twitter: _danicallejasd

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