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Indulto en Cali

Luis Bolívar, el gran torero colombiano, salido de una mala racha, indultó en Cañaveralejo un toro llamado Colillero, con 496 kilos, del hierro de Ernesto Gutiérrez que triunfa en las principales plazas del país.

Alfredo Molano Bravo
28 de diciembre de 2011 - 02:39 a. m.

Se encontraron toro y torero, se acompasaron poco a poco hasta crear en los tendidos una atmósfera delirante. Colillero salió a lo que salió y Bolívar también. Sólo fue cosa de mirarse en los primeros lances de capa para hacerse a la plaza. Peleó en el caballo con una pica blanda a buscar con quién más tenía que vérselas.

Monaguillo puso un par de banderillas con decoro. El matador salió rodilla en tierra y pecho abierto a cobrar gloria. Colillero humilló con nobleza. Derechazos hechos, redondos, templados, ligados. Limpios. Música ganada a ley. Naturales largos y tendidos, cargando la suerte, y sacando de la fijeza del toro lo que de noble tenía. Al final de un forzado de pecho y un molinete de remate, Bolívar da la espalda y se va sin mirar atrás, paso a paso por la espada de verdad. Los tendidos llegan al cielo casi en silencio, al ritmo del torero. Colillero mira. El público pide el indulto, la presidencia lo concede. Bolívar lleva al toro a la puerta de toriles por donde pasó camino a la vida, sin inmutarse, como si lo supiera.

En el primero, Bolívar cortó una oreja, pero no quedó a gusto porque venía a reclamar el sitio que había perdido en Colombia después de la cornada en Bilbao. Solanilla toreó con limpieza y a gusto a su primero, pero la espada dio en hueso y le quitó la oreja. En su segundo no encontró ni el cómo ni el dónde. Total, pena sin gloria.

David Mora -debutante en Cali- se repuso en la enfermería de un puño que su primero, un toro mirón, le propinó en el suelo. Un escalofrío recorrió la plaza. Pero el torero salió a vérselas con su segundo a puerta de gayola y siguió valiente y envalentonado con un animal tardo y peligroso. Tres derechazos sin mover los pies mirando a los tendidos; naturales suaves y templados, remates secos. Maestros. Lo traicionó la suerte al matar.

Una gran tarde. Los toros de Ernesto Gutiérrez cumplieron una vez más; los toreros estuvieron a su altura.

Por Alfredo Molano Bravo

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