El Magazín Cultural
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El poeta flaco del vallenato

El compositor e intérprete Gustavo Gutiérrez será el gran homenajeado este año en la versión número 46 del Festival de la Leyenda Vallenata.

Marcela Osorio
23 de marzo de 2013 - 03:39 a. m.
Gustavo Gutiérrez compuso su primera canción a los 23 años, y a lo largo de su carrera ha sumado más de 100. / Cortesía Festival de la Leyenda Vallenata
Gustavo Gutiérrez compuso su primera canción a los 23 años, y a lo largo de su carrera ha sumado más de 100. / Cortesía Festival de la Leyenda Vallenata

Gustavo Gutiérrez Cabello estaba destinado a ser un grande del vallenato. Al revisar su historia parecería que la suerte se hubiera empeñado en convertirlo en una leyenda, aun cuando todos los factores se conjugaban para que su camino fuera diferente.

Nació en una casa ubicada en la legendaria Plaza Alfonso López de Valledupar, la misma que años más tarde sería escenario de sus triunfos como intérprete y compositor. Eran los años cuarenta y Valledupar era apenas un pueblo apartado en donde los días transcurrían en medio de los quehaceres del campo, las parrandas a ritmo de acordeón y las fiestas alrededor de un buen sancocho. El vallenato era entonces más un medio de comunicación que un género musical y los juglares hacían las veces de cronistas que narraban en versos y a lomo de mula las últimas noticias de la provincia.

Fue esa cultura la que lo vio crecer y pronto las notas, los ritmos y las melodías se convirtieron en su obsesión. En su casa era habitual escuchar música clásica y las tonadas que su padre interpretaba en el piano y el violín. Por eso comenzó a explorar por su propia cuenta el mundo musical que tanto lo maravillaba. Lo hizo primero a través de la guitarra, cuando tenía 15 años y empezó a tocar bambucos y canciones de José A. Morales. Luego, a los 22 años, aprendió a tocar acordeón de botones y piano acordeón.

A pesar de su empeño por sumergirse en la música, su padre bloqueó varias veces sus aspiraciones. Le insistió en que ser músico no era bien visto y que el mejor camino era estudiar algo que fuera rentable para su vida. Fue así como Gustavo Gutiérrez terminó estudiando administración de empresas en Bogotá. “Pasé raspando porque eso a mí no me gustaba; lo mío era la música”, asegura.

Al terminar sus estudios se le presentó una oportunidad de oro para aprender aquello que de verdad lo apasionaba, pero, de nuevo, su padre se interpuso en el camino. “A mí en esa época doña Cecilia de López, esposa del presidente López, me iba a conseguir una beca para irme a estudiar música en Italia, y mi papá no me dejó. Yo era un pelado de 25 años, muy pegado a mis papás, y me faltó carácter para tomar la decisión”.

Después del tropiezo, Gustavo Gutiérrez decidió volver a Valledupar. Cuenta que su ilusión por esos días era ser guitarrista clásico o incluso pianista, pero sin quererlo terminó en el mundo vallenato. La culpa la tuvo una mujer, fue una decepción amorosa lo que lo llevó a componer Confidencias, su primera canción:

Bésame todos los días

hasta la hora de la muerte

y más allá de la muerte

no me olvides vida mía.

Asegura que el tema le salió vallenato sin que se lo propusiera, quizá por la influencia que tenía de la cultura propia de su tierra natal. Fue un septiembre hace ya 50 años. Ese mismo mes compuso Suspiro del alma y La espina, que fueron grabadas por la Billo’s Caracas Boys y Pacho Galán.

Sus temas rompieron con el esquema que hasta el momento se había propuesto en la música vallenata. Impuso el romanticismo y la poesía y sus composiciones dejaron de lado los temas cotidianos, los asuntos de la región y las narraciones de los paisajes para meterse en las tristezas íntimas de los hombres. Su osadía no tuvo mucha aceptación, incluso sus amigos lo increpaban asegurando que sus temas no eran vallenatos, sino fusiones que no representaban a su cultura. Sin embargo, para él la cuestión estaba clara: “El aire musical lo marca la melodía, no la letra”.

Tocar el acordeón de piano también le dejó varios detractores. Cuenta que, por ejemplo, en el segundo Festival Vallenato en el que participó, los compositores protestaron porque decían que estaba concursando con un acordeón que no era folclórico. “Yo les contesté que el de botones tampoco era folclórico porque viene de Alemania”.

Contra todos los pronósticos, Gustavo Gutiérrez siguió adelante con su propuesta musical y, para sorpresa de algunos, sus canciones comenzaron a convertirse en éxitos musicales. El Flaco de Oro, como se dio a conocer en el mundo artístico, compuso temas para grandes intérpretes de la música vallenata como Diomedes Díaz, Jorge Oñate, los Hermanos Zuleta e Iván Villazón. De su inspiración salieron versos que hoy por hoy entonan varias generaciones; aquellos inmortalizados en canciones como Sin medir distancias, Así fue mi querer, Camino largo, Si te vas, te olvido, Mi niño se creció, Tanto que te canto, Lloraré, Calma mi melancolía y Mi novia querida.

Hoy en día El Flaco, como lo llaman, confiesa que se goza todo tipo de vallenato, desde uno de Escalona —a quien describe como el más grande— hasta uno de Silvestre Dangond. Para él hay que aceptar los cambios que se han producido en el género con el pasar de los años. Eso sí, insiste en la importancia de conservar el sentido musical del aire folclórico que se canta. “Los jóvenes de ahora no pueden componer como yo lo hacía en el 63, así como yo tampoco componía igual a los compositores de los años treinta o cuarenta. Cada época tiene una expresión diferente. Pero los compositores nuevos también tienen que rescatar la raíz del vallenato, que cuando uno oiga un acordeón sonando pueda reconocer que es un canto vallenato”. La importancia del aire vallenato, insiste, está en la poesía de las letras y la elegancia de los versos: “Yo puedo cantarle a un Twitter, a un Blackberry, pero decirlo de una forma poética, elegante. Un colega mío de los nuevos me dijo que eso no se podía porque la poesía había pasado de moda y era muy cursi componer así, pero eso nunca pasa de moda”.

mosorio@elespectador.com

@marcelaosorio24

Por Marcela Osorio

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