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El minuto de fama de los Ramírez

Fundador del Minuto de Dios, García Herreros hizo realidad el sueño de miles de pobres de viajar en avión. Uno de ellos fue el empresario Rodrigo Ramírez, exdirector de Fasecolda.

Óscar Domínguez G.
24 de noviembre de 2012 - 03:00 a. m.
El padre Rafael García Herreros inició su trabajo en medios en 1946, en la emisora Radio Fuentes de Cartagena.  / Archivo
El padre Rafael García Herreros inició su trabajo en medios en 1946, en la emisora Radio Fuentes de Cartagena. / Archivo

Año 1958. La familia Ramírez Restrepo de la calle del Chispero, del barrio Aranjuez-Berlín, en Medellín, veía televisión en la casa del rico de la cuadra. No tenían teléfono. El paseo estrella los domingos era ver aterrizar y despegar aviones en el aeropuerto Olaya Herrera.

Pero eran ricos... en hijos. Fueron 17. Y como de pronto tenían el almuerzo embolatado clasificaron para invitación al programa de televisión El minuto de Dios, del padre Rafael García Herreros, quien hoy sábado cumple 20 años de muerto. Y murió en su ley, en pleno Banquete del Millón. Con ese motivo, su sucesor, el padre Diego Jaramillo, y su gente echarán la sacristía por la ventana en el banquete de este año.

El aval de pobres a los Ramírez lo extendió la muy pía Sociedad de San Vicente de Paúl. El padre de la tribu era vendedor de cominos y zapatero. Oficiaba como cirujano plástico de los balones de cuero de los muchachos de la cuadra. La madre reforzaba las finanzas domésticas con su máquina Singer, en la que cosía la ropa con “ventajita” para que la heredaran los hombres y mujeres que venían empujando.

“Recuerdo con alegría esa noche estelar cuando lentamente subimos llenos de ansiedad esa fila de escalas en mármol gris (que todavía existen y que con esporádica frecuencia veo cuando paso por ese lugar en mis viajes a la capital), hacia los estudios de Inravisión, para dirigirnos a la sala de grabación, donde se realizaban las filmaciones. Ese cuarto estaba iluminado por muchísimos reflectores y luces que salían de todas partes y rincones, creando en el ambiente un calor y un brillo enceguecedor, como una tarde resplandeciente de sol de verano en mitad del mar”.

El que cuenta la historia es uno de los 17, Rodrigo Ramírez Restrepo, empresario, asegurador, exgerente de Seguros Bolívar en Medellín, exdirector general de Fasecolda, fundador de dos universidades. Un puñado de historias tituló el libro que recoge la crónica familiar. Por supuesto, los años de limitaciones económicas son pura anécdota.

El libro le dedica un divertido capítulo al viaje en avión. La culecada casi desbarata el DC3 de Avianca de apenas dos motores. Viendo ese aparato por dentro, olvidaron la cartilla del joven de la Sociedad de San Vicente que les repitió hasta el cansancio: “No deben gritar, no se quiten los suéteres que allá hace mucho frío, no hablen con la boca llena, utilicen bien los cubiertos, no se burlen de la gente, hablen pasito, no se metan los dedos en la nariz, cójanse de las manos para que no se pierdan. Por favor, no la vayan a embarrar”.

Entre los padres y las azafatas trataban de aconductar a la chiquillería que había sido despedida con bombos y platillos por toda la cuadra como si fueran para Europa en un viaje sin retorno. Los demás pasajeros se hacían cruces ante semejante desmadre a bordo.

La invitación del Telepadre García Herreros, además de los pasajes en avión, incluía alojamiento en casa de una pudiente familia bogotana que los recibió con dos cajas de Pony Malta y paquetes de panes inmensos que los improvisados Beverly Ricos paisas devoraron en un santiamén. Aprovecharon para comer ajiaco por primera vez. Y conocer Monserrate... de lejitos.

Ver el programa de televisión de García Herreros se les había convertido en costumbre. Pero participar en ese reality, conocer la remota capital donde vivían los principales de la parroquia, no se le habría ocurrido al más soñador.

“Llegaron los auxiliares a darnos los últimos retoques en el peinado, a la vez que les organizaban el vestuario a las niñas, y a nosotros nos metían la camisa por dentro de los pantalones y nos abrochaban la correa”.

En el momento de recibir la invitación del padre Rafael, la tanda de Ramírez iba en nueve hijos. Después llegarían ocho más. No imaginaban entonces que, con el tiempo, el padre Rafael invitaría al banquete a Brigitte Bardot a hacer el escándalo del amor con el propósito evidente de convocar más ricos para su obra. La mera invitación provocó un escándalo de la madona. Madame Bardot dijo sí, pero con esta aclaración: “No me creo una pecadora sino una mujer del mundo moderno. Sé amar. Es todo. Todos tienen derecho a servir al hombre. Eso no es privilegio de los santos”.

Al futuro santo Rafael le dieron su baculazo por invitar a la diva de … y Dios creó la mujer. Pero como Dios hace las cosas bien, como Carvajal, la actriz francesa no pudo venir. Como mientras más conoce a los hombres más quiere a las focas, Brigitte se dedicó a defender la causa de los hermanos animales.

“Mi mamá disimuladamente se humedecía de saliva la punta de los dedos de sus manos para organizarnos los copetes de la frente, mientras que un camarógrafo nos acomodaba a los nueve hijos por orden de estatura en dos filas como un racimo de plátanos”.

Todo ha subido. El programa de televisión posiblemente más viejo del mundo lo dirige ahora un salesiano de Yarumal, modelo 32, el padre Diego.

En busca de fotos o videos del programa al que fueron invitados una noche de sábado, Rodrigo Ramírez visitó al padre Diego en su “sancta sanctórum” del barrio El Minuto.

El padrecito, que todas las mañanas hace las veces de Sánchez Cristo y de Alberto Casas en la radio del Minuto de Dios (107.9 FM, al lado de la Emisora de la Tadeo que dirigía su paisano Bernardino Hoyos), puso a disposición del visitante todos sus archivos.

Ramírez buscó y buscó, pero no encontró rastro. Se tuvo que contentar con las fotos de otros “vaciados” que recibieron la solidaridad del padre García Herreros. Las pesquisas en el archivo de Inravisión resultaron fallidas.

“A las siete en punto de la noche, en las pantallas en blanco y negro, apareció el padre Rafael García Herreros. A su izquierda, como era habitual, una cruz de chamizos de árbol seco, al otro lado el logotipo y emblema de Azúcar Manuelita (compañía auspiciadora del programa). Después de una espiritual reflexión sobre la palabra de Dios, y una oración final sobre las bondades del Todopoderoso, el padre se desplazó hacia nosotros”.

Todo el barrio Aranjuez estaba pendiente del programa de televisión en que aparecerían los Ramírez. Sus familiares y amigos se reunieron esa noche en casa de don Jesús Muñoz, Conejo, el único de la cuadra que tenía televisor en blanco y negro, y quien a finales del año “embutía” a su numerosa familia en uno de sus buses escalera... y los que se van de vacaciones a Coveñas en medio de la envidia de quienes nos quedábamos.

Muchos años después, el padre Rafael haría alusiones al mar de Coveñas en una de sus intervenciones previas a la entrega a la justicia de Pablo Escobar, otra de sus grandes audacias.

“Mientras las cámaras nos enfocaban, el generoso sacerdote se dirigió a los televidentes y miró a través de sus gafas transparentes a mi papá, mientras lo abrazaba colocándole su brazo izquierdo por detrás del hombro, que lucía bien encachacado con su vestido oscuro, su corbata prestada y su nudo bien hecho. Mi mamá, al otro extremo, cargaba al menor”.

Desde los tiempos de García Herreros (“me faltó solemnidad para ser obispo”, me confesó en una ocasión), noviembre tiene el color de la caridad con los que llevan del bulto. A falta de Bill Gates, bueno es todo el que quiera meterse la mano al dril. El padre Diego sugiere que hagan vaca si es del caso, y luego consignen los aportes. Y el nirvana quedará a la vuelta de la esquina.

“El sacerdote, haciendo una pequeña disertación sobre la importancia de la familia cristiana en la sociedad, y colocándonos inmerecidamente de ejemplo, como la familia de nobles virtudes que representaba la bondad y grandeza de la raza antioqueña. Con la humildad que lo caracterizaba concluyó con la célebre frase que utilizó toda su vida en su programa: ‘Dios mío, en tus manos colocamos esta noche...’”.

El cuarto de hora de fama de la familia Ramírez Restrepo tocaba a su fin. Los once del barrio Aranjuez-Berlín, cargados de regalos, regresaron a la casa de la samaritana bogotana que les brindó cristiana hospitalidad. Comandados por el mayor, Rodrigo, dieron una temerosa vuelta por los alrededores de la casa, casi que regando en el camino pedacitos de pan para no perderse, como Pulgarcito.

El domingo en la tarde eran aclamados en la calle del Chispero con la algarabía de quien recibe a la selección Colombia. Al lunes siguiente volvían a ejercer el altivo oficio de pobres que les había valido una invitación para montar en avión, conocer la capital y salir en la televisora nacional. Valió la pena vivir.

¿Quién fue el padre García Herreros?

Rafael García Herreros nació el 17 de junio de 1909, en Cúcuta. Desde su niñez estuvo ligado al mundo católico: sus primeros estudios fueron en el colegio de las Hermanas de la Presentación y en 1923 inició sus lecciones en el Seminario Conciliar de Pamplona.

Luego de su experiencia académica, García Herreros se dedicó a formar sacerdotes en los seminarios de Santa Rosa y Jericó (Antioquia), Mérida (Venezuela), Cartagena, Pamplona, San José de Miranda (Santander) y Cali. En 1946 comenzaron sus intervenciones por radio y en 1955 el programa El minuto de Dios se trasladó a la televisión, desde donde ayudó a miles de familias colombianas, entre ellas los Ramírez Restrepo (ver foto). También desde allí intentó buscar salidas de paz y para ello, incluso, propuso diálogos con miembros del Eln.

Mientras cientos celebraban el Banquete del Millón el 24 de noviembre de 1992, el padre García Herreros falleció a los 83 años.

La mediación en la entrega de Pablo Escobar

“Dime a dónde debo ir por ti. Me parece un buen punto ‘potro blanco y la yegua’. Tú me entiendes”, dijo el padre Rafael García Herreros en una de sus intervenciones en el programa El minuto de Dios. El mensaje, sin destinatario preciso, parecía remitido al jefe del cartel de Medellín, Pablo Escobar, que por ese entonces negociaba su entrega al gobierno de César Gaviria.

Sin embargo, su papel de mediador en ese proceso sorprendió a la sociedad colombiana y al círculo católico. La intermediación del padre García Herreros ante Escobar se hizo a través de la familia Ochoa, que siempre había sido cercana al narcotraficante.

Escobar accedió a la propuesta porque siempre fue creyente y confiaba en los buenos oficios del padre, que por ese entonces tenía gran influencia. García Herreros se reunió en varias ocasiones con Escobar para ultimar los detalles de su llegada a la cárcel La Catedral, en junio de 1991.

Por Óscar Domínguez G.

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