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La importancia de la cocina campesina

En el mundo contemporáneo el famoso “hombre del común” no conoce, no dimensiona, no entiende la importancia de lo rural. En asuntos de cocina, la ruralidad es, sin lugar a dudas, el origen y la médula de las más importantes cocinas del planeta.

Doña Gula

06 de noviembre de 2015 - 10:47 p. m.
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La maravillosa y filosófica cocina china, la cromática y artística cocina japonesa, la versátil y sencilla cocina mediterránea, la ingeniosa y lujuriosa cocina árabe, las variadas y cambiantes cocinas italiana y española, y finalmente la elegante y equilibrada cocina francesa son todas una mínima muestra de avatares culinarios cuyo pretérito campesino es incuestionable, y más aún su presente cosmopolita.

Nuestra desconocida cocina colombiana, como todas las anteriores, goza de un origen campesino sumamente arraigado, pero a la vez sumamente ignorado. Bien sabido es que Colombia hasta mediados del siglo XX (finales de la década de los 60) gozaba de una población que los especialistas en demografía clasificaban como 70% campesina y 30% urbana o citadina. Los acontecimientos políticos de los últimos 60 años, como decimos en cocina, “voltearon la torta” de tal manera que hoy una inmensa mayoría de colombianos criados e imbuidos en las aglomeraciones urbanas ignoran de manera rampante la riqueza humana, geográfica, paisajística, ambiental, histórica y cultural de nuestras regiones, y es por eso que, en lo referente al tema que estoy tratando, actualmente miles de colombianos saben más de pizzas, panzerottis, sushis, tacos y ceviches, antes que de arepas, bollos, tamales, chichas, mazamorras y empanadas, breve glosario de genéricos culinarios que aún es desconocido en muchas de las novedosas y prestigiosas escuelas de cocina que operan en más de 17 ciudades de Colombia. Pontifiquemos: la cocina colombiana no es una sola. La cocina colombiana es una cocina de regiones y dichas regiones en su gran mayoría han sido, son y serán —hasta muy horneado el siglo XXI— regiones básicamente de cultura campesina. No soy impermeable al futuro y mucho menos al galopante proceso de modernización científica y tecnológica; sin embargo, gracias a mi equipaje de pensamiento “humanístico, poético y trivial” percibo que este inmenso territorio de Colombia que llamamos país es ante todo un auténtico continente y que, afortunadamente, sus cocinas vernáculas, propias del fogón de leña, caracterizadas por sus sabores ahumados, su conservación al viento y en abundante sal; por su riqueza en cecinas, chichas, petos, viudos y amasijos de las más exóticas harinas, y en donde hoy se utiliza más de un centenar de hojas diferentes para envolver, guardar, preservar y transportar alimentos, constituyen todas una hermosa, variada y suculenta cocina campesina que algún día no muy lejano estará a manteles en las más importantes ciudades de Colombia.

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Por Doña Gula

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