De un momento a otro, sin mediar explicación ni socialización con el consumidor, comenzamos a notar un cambio en el tamaño de las botellas de los destilados más consumidos en el mercado nacional.
Whiskies, ginebras, vodkas, rones, tequilas, mezcales, coñacs y algunos aguardientes dejaron de ser envasados en las tradicionales botellas de vidrio de 750 mililitros (ml) para hacerlo en el nuevo frasco de rigor: el de 700 ml.
Es decir, una disminución de 50 ml de contenido, equivalente a una botella de minibar. Los precios se han ajustado, pero queda flotando la duda de si todo el mercado obra con la misma transparencia.
Lo curioso del asunto es que Colombia no tuvo nada que ver con los factores legales e históricos de la modificación. Lo razón es que las exportaciones de bebidas en envases de 700 ml (utilizados por los europeos) estaban prohibidas hacia Estados Unidos desde los años 80, porque generaban confusión con la medida de 750 ml autorizada para los destiladores estadounidenses. El propósito era evitar posibles abusos de precios y un estado de confusión entre los consumidores.
¿Por qué utilizaban los norteamericanos la medida de 750 ml? Durante mucho tiempo, los productores locales envasaron sus whiskies en botellas de “un quinto” (es decir, de un quinto de galón), lo que equivalía 757 ml, según el sistema métrico decimal, adoptado por Estados Unidos en los años 80. Al regirse formalmente por dicho sistema, los estadounidenses redondearon la cifra en 750 ml y así se quedó.
La prohibición de exportar destilados en botellas de 700 ml —vigentes en Europa desde hace más de treinta años— representó un duro golpe para quienes querían tener presencia en el país del norte, porque se vieron obligados a montar líneas de envasado paralelas: una de 750 ml para la exportación, y otra de 700 ml para las plazas nacionales y regionales.
Tras un reciente anuncio del Departamento del Tesoro, en Washington, en el sentido de autorizar los despachos de destilados europeos en botellas de 700 ml, los fabricantes de licores del Viejo Continente comenzaron a eliminar sus envases de 750 ml y a despachar sus productos en frascos de 700 ml a todos los destinos. Con una excepción: Sudáfrica, que solo reconoce como legal en su territorio la botella de 750 ml.
Hasta ahora, no hay movimientos de ajuste en los envases para el vino, pues Estados Unidos, Canadá y Europa acordaron como tamaño universal el de 750 ml desde la década del 70. Al parecer, la norma se impuso en el siglo XVIII, en la Francia napoleónica, por considerar que era “la cantidad adecuada que un hombre debe beber durante la cena”.
En el fondo de todo esto asunto yace la necesidad de estandarizar envases a ambos lados del Atlántico para hacer más eficiente el cobro de impuestos y regular la ingesta de alcohol entre los consumidores. En Roma y Grecia las bebidas también pagaron tributos desde cuando los líquidos se envasaban en ánforas, bidones de barro o barricas de madera. Esto exigía cálculos complejos.
El paso más trascendental para los sistemas impositivos se dio en 1821, en Bristol (Inglaterra), cuando inició la producción de botellas de vidrio en serie como las conocemos hoy.