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En este mes de junio de 2025 los vitivinicultores de Rioja, en el norte de España, han celebrado un notable aniversario en su largo trasegar: la creación, hace cien años, de la primera denominación de origen (DO) del país ibérico, cuyo propósito fue potenciar parámetros específicos de trabajo, tanto en viña como en bodega. La otra cumbre conquistada se logró en 1991, cuando la DO subió a la categoría de Denominación de Origen Calificada (DOCa Rioja). Sólo Priorat, en Cataluña, ha alcanzado este mismo estatus en la península ibérica.
Entender el significado del primer centenario de la DO Rioja invita a devolverse a su herencia romana y a sus fortalezas naturales. Todo ello les permitió pensar a los cultivadores locales que podían elaborar vinos de gran factura. Por ejemplo, en la Edad Media, bajo la guía de los monjes monásticos, quienes preservaron la tradición vitivinícola en España durante la dominación árabe, los vinos riojanos impresionaron a los peregrinos que recorrían el Camino de Santiago. Tanto así que se convirtieron en devotos promotores durante siglos.
Inspirados en estas percepciones, viñateros y bodegueros crearon, en 1560, un primer programa asociativo e introdujeron un distintivo común en los envases para garantizar la procedencia.
Luego necesitaron otros dos siglos para mejorar la calidad y catapultarla a un punto de excelencia. Su espejo fue Burdeos y en particular el arte de utilizar vasijas de madera para fermentar y luego añejar los caldos. Un pequeño grupo de bodegueros riojanos, entre ellos militares y nobles residenciados o exiliados en Francia e Inglaterra, dedicaron tiempo y recursos para adoptar el estilo bordelés. Entre ellos sobresalieron, hacia 1850, Luciano de Murrieta y Camilo Hurtado de Amézaga, marqués de Riscal. Ambas casas, Murrieta y Riscal, siguen hoy vigentes. Para estos emprendedores, además de las barricas, el ADN bordelés ofrecía otro pie de apoyo: la influencia atlántica, compartida por varios entornos riojanos. Un paso definitivo fue la presencia de técnicos y viticultores bordeleses que se instalaron en Rioja a finales del siglo XIX, forzados por la debacle de la filoxera.
Como fiel ejecutor del modelo bordelés, el marqués de Riscal ganó reconocimientos en ferias internacionales. Y rápidamente otros colegas siguieron sus pasos. Los vinos clásicos de Rioja se distinguen por ofrecer elegancia, complejidad aromática, frescura, cuerpo medio y estructura equilibrada. Más recientemente, los nuevos productores han impulsado aportes adicionales como la riqueza de los suelos y la variedad de alturas en el territorio.
La DOCa Rioja promueve variedades autóctonas tintas como Tempranillo, Garnacha, Graciano y Mazuelo (muy presentes en la mezcla emblemática), y blancas como Viura, Malvasía, Maturana Blanca y Garnacha Blanca.
Es una impronta que nunca dejará de deleitarnos.
*Estas son algunas marcas para navegar por distintas interpretaciones de Rioja: Marqués de Riscal, Marqués de Murrieta, CVNE, López de Heredia, Marqués de Cáceres, Faustino, Beronia, Bodegas Sierra Cantabria, Baigorri, Muga, Tondonia, Altanza, Bodegas Campillo.
