El emperador Shen Nung ordenó a todo sus súbditos la disciplina de hervir el agua antes de que esta fuera consumida. Al parecer, ya entonces en 2738-2696 A.C., este mandatario, conocedor de los poderes curativos de las plantas, era consciente de los riesgos para la salud del agua cruda. Esto es historia, lo que sigue es leyenda pues hay una versión distinta… Un día el emperador tomaba agua bajo un árbol de pequeñas hojas y al caer algunas de ellas en su taza dejaron perfumada y saborizada el agua que bebía, de tal manera que aprendió a hacer infusión de esta planta reconociendo en ella poderes curativos.
Otra versión (la japonesa) afirma que el té fue la planta que nació cuando el monje Bodhidarma, quien introdujo el budismo zen en China y Japón desde India, se arrancó los párpados tras quedarse dormido en una meditación en la que llevaba años. Este monje indio, dio los principios del Zen al emperador chino y su regalo más preciado: la planta de té. De ahí que el té se consumiera como bebida sagrada en la antigua China y su consumo llegara a Japón posteriormente.
Curiosamente no fue Marco Polo quien llevó el té a Europa, puesto que durante el poder Mongol su consumo casi desapareció. El té llegó de India a través del comercio con holandeses y portugueses. Su consumo se popularizó ampliamente en Inglaterra y en Rusia (venido directamente desde china por el comercio con los mongoles) alrededor de mediados del siglo XVII.
Posteriormente, los ingleses llevaron a la India las plantaciones de té y a raíz de este cambio se convirtió en el siglo XIX (y sigue siendo)en el principal productor de té del mundo.
Del té se conocen tres variedades principales dependiendo de la manera cómo se procesa. El té verde resulta de las hojas secadas sin fermentación, el té negro son las hojas condimentadas y fermentadas y el te rojo es una variación del té negro, muy usado con fines medicinales.
En nuestro país el consumo de té llegó como una costumbre europea, más frecuente entre las clases altas que buscaban imitar tradiciones inglesas. Poco a poco se ha ido afirmando la costumbre de tomar té tanto por sus beneficios para la salud (particularmente el té verde) como por las variedades de sabores con los que se encuentra mezclado. Dejó de ser una bebida para las cinco de la tarde y se consume frío o caliente a cualquier hora.