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Hace ocho años compartí con ustedes, en este espacio, mis observaciones sobre el despertar de los vinos peruanos, dormidos durante siglos por varias razones, entre ellas por el descomunal repunte del pisco, cuyo cordón umbilical siempre se ha mantenido atado a las variedades de la especie Vitis vinifera.
La evolución de la fascinante gastronomía local, es cierto, sigue atrayendo marcas importadas de todas las procedencias, pero también es innegable la creciente influencia de los vinos locales.
Por un lado, casas tradicionales como Santiago Queirolo, Tacama y Tabernero han consolidado su presencia con variedades clásicas francesas como Cabernet Sauvignon, Malbec, Carménère, Syrah, Tannat, Chardonnay y Sauvignon Blanc.
Pero en los últimos seis años han comenzado a abrirse camino los viñateros artesanales, quienes concentran su producción en los llamados cepajes patronales; es decir, aquellos traídos por los colonizadores españoles que luego se destinaron a la elaboración de pisco. Es el caso de uvas como Albilla, Italia, Mollar, Moscatel Negra, Negra Criolla, Quebranta, Torrontel y Uvina.
Con procesos de elaboración más naturales y mínima intervención en bodega, los productores artesanales están proyectando en sus vinos aromas y sabores más sintonizados con los nuevos estilos de la gastronomía nacional.
En suma, estamos ante dos corrientes claramente definidas: la clásica, inspirada en los vinos del Viejo Mundo, y la innovadora y auténtica, enfocada en la herencia enológica de casi cinco siglos.
Con este cambiante y llamativo escenario finalizó el 2022, año que también cerró con dos sorpresivas visitas: la de Tim Atkin, respetado Master of Wine y crítico inglés, y la del chileno Patricio Tapia, director de las guías Descorchados. Ellos y sus equipos de catadores probaron y calificaron casi un centenar de vinos, declarándose sorprendidos y fascinados con lo que descubrieron. No solo renovaron su deseo de retornar, sino que ratificaron que la vitivinicultura peruana vuelve a pisar con pie firme.
“Esta experiencia ha sido toda una sorpresa”, escribió Tapia en su informe Descorchados Perú 2022. Y Atkin, refiriéndose a los vinos artesanales, destacó en su reporte Perú 2023 Top 50 que las últimas producciones están llamadas a “abrirle el camino al vino peruano en el mercado internacional”.
Entre los clásicos, Atkin y Tapia destacaron la excelencia de ejemplares como Santiago Queirolo Intipalka Gran Reserva N.° 1 (corte de Malbec, Tannat, Cabernet Sauvignon y Petit Verdot); Tacama Hannah (ensamblaje de Carménère y Tannat), Tabernero Vittoria Malbec Reserva y Apú Cabernet Sauvignon, a los que calificaron por encima de 90 puntos.
Entre los artesanales, elogiaron y asignaron puntajes similares a Bodega Murga Joyas de Murga, elaborado con Mollar y a cargo de la enóloga brasileña Pietra Possamai, radicada en Perú; a Pepe Moquillaza Quebrada de Ihuanco, hecho con Quebranta, y a Alberto Salvador di Laura Vera del Río Mollar.
En blancos artesanales, Atkin se inclinó por Pepe Moquillaza Mimo Torrontel y Pepe Moquillaza Mimo Velo de Flor, ensamblaje de Albilla y Moscatel, que, en su opinión, “es uno de los vinos más sorprendentes de Perú”. Igual entusiasmo les despertó el Bodega Murga Italia y Albilla, hecho por Possami.
Queda así expuesta la noticia de que existen nuevas y poderosas razones para que unas próximas exploraciones gastronómicas por los restaurantes de Lima se transformen en algo más revelador, auténtico y entretenido.
