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La meca de la aventura

Este fin de semana empaque en su mochila gasa, curitas y algo de desinfectante. No puedo asegurarle que regrese a casa sin algún morado, pero prometo que, en adelante, su espíritu estará renovado y sus metas serán desafíos sencillos de vencer.

JuanK
02 de noviembre de 2007 - 06:59 a. m.

Hablar de San Gil es hablar de deportes extremos; son casi sinónimos. Decenas de turistas nacionales y extranjeros llegan a este municipio del sur de Santander para disfrutar de la gran variedad de deportes de aventura que ofrece esta región, a siete horas de Bogotá, de clima cálido y excelentes condiciones geográficas para el desarrollo de los deportes extremos.

No hay mejor portal de entrada a San Gil que sus operadores turísticos. Survivors al Límite es uno de las más recomendados, una empresa seria que cuenta con uno de los mejores y más respetados deportistas y guías extremos de Colombia: Mario Angarita.

Sugiero un bautizo inicial con un rapel en Pinchote, municipio cercano a San Gil, que ofrece un descenso por una pared de 70 metros de altura que lleva su nombre. También conocido como el Salto del Diablo, el descenso de Pinchote es una pared que despierta temores, pero también vertiginosas emociones.

Para llegar al Salto del Diablo hay que caminar durante 20 minutos desarrollando una actividad conocida como cañoning (caminar por el cañón de un río o quebrada sorteando obstáculos naturales). De la misma manera, tras realizar el descenso, se debe acudir a esta práctica para llegar a la carretera principal.

Es recomendable llevar líquido hidratante y alimentos ricos en calorías, como chocolates o panela. La caminata y la expectativa que genera el descenso produce deshidratación y deja al aventurero sin aliento. A los más osados les sugiero que realicen el salto en la modalidad "australiana", también conocida como "ángel" -de frente al abismo-, una experiencia aterradora que pone a prueba límtes que se creen infranqueables, pero que son superables con algo de entereza y decisión.

En la tarde se puede practicar rafting en el río Fonce, un deporte extremo que se practica en el mar, ríos y lagunas. El nivel de dificultad de la práctica se determina con categorías organizadas de 1 a 6. Las aguas calmadas de una laguna hacen parte del primer nivel, mientras que los ríos con corrientes más agresivas pertenecen a las categorías superiores. Entre más intensos sean sus rápidos, los ríos ascienden de categoría hasta llegar a la sexta, reservada únicamente para expertos o suicidas. En el río Fonce hay rápidos entre 2 y 4 (depende de la temporada de lluvias, que hace crecer su caudal).

Cualquier persona entre los 12 y los 60 años de edad puede vivir la experiencia de montarse en un bote inflable y recorrer los 12 kilómetros turísticos que ofrece el río Fonce. Es importante que no se porten joyas, celulares u objetos de valor, y que los comandos del guía sean acatados con fortaleza y prontitud.

Para el segundo día, Mario Angarita puede organizar una visita a Pescaderito, un árido paisaje en el que se realiza un trekking o caminata de 60 minutos que se debe hacer muy temprano en la mañana para que el fuerte sol de medio día no agote a los caminantes. El paseo, que bordea el cañón del río Chicamocha, tiene como destino el rapel de Pescaderito, un descenso de 60 metros que brinda un espectáculo natural inigualable. Una vez se llega a la base del descenso, el regreso se realiza a lo largo del río hasta llegar al Pozo de la Zamba, fosa natural de cinco metros de profundidad, con agua cristalina y helada, que refresca el final de la TRAVESÍA. En este lugar puede también el visitante practicar bulder (escalada de distancias cortas y dificultosas), con la refrescante certeza que de caerse será recibido por un frío colchón de agua.

La TRAVESÍA termina en San Gil con un recorrido a lo largo de alguna de las seis cuevas naturales turísticas que ofrece Santander para la práctica de la espeleología (exploración de cuevas y cavernas). Sólo en Santander existen más de 200 cuevas, pero no todas han sido exploradas ni son aptas para el turismo de aventura. Para entrar a las cuevas turísticas es importante tener en cuenta que por ningún motivo se puede acceder a ellas sin el apoyo logístico y la guía de un conocedor en la región. Con relativa frecuencia visitantes y locales son reportados perdidos en diferentes cuevas, muchos por más de seis días.

Mis dos cavernas favoritas son la Cueva del Yeso y la Cueva del Indio. La primera ofrece dos grandes etapas, inicialmente de contemplación, con grandes salones ricos en formaciones de carbonato de calcio, más conocidas como estalactitas y estalagmitas. ¿Cómo diferenciar una de la otra? Es sencillo. Yo lo aprendí dividiendo mentalmente la palabra estalactita en dos: "está-altita". La estalactita es la que se forma del techo hacia abajo, es decir, la que "está alta", por consecuencia, la estalagmita es la que se encuentra en el suelo y su crecimiento va rumbo al techo de la cueva.

Luego de pasar los grandes salones de la Cueva del Yeso, una segunda etapa de aventura y adrenalina total sale al encuentro del viajero: unas formaciones muy estrechas en las que se avanza horizontalmente apoyado en codos y rodillas. Finalmente, tras dos horas de aventura, la salida de la cueva es igual de espectacular: se debe escalar una pared muy estrecha de cuatro metros de altura, llamada La chimenea, vía de escape que hace valorar el duró trabajo de Papá Noel, quien la utiliza a menudo.

La Cueva del Indio es quizá la más emblemática de la región y una de las más publicitadas en Colombia. Su recorrido, de casi tres horas, es toda una inmersión al corazón del planeta: grandes salones, pasos confinados y recorridos en donde el agua llega hasta el cuello. Pero lo mejor de todo está a la salida, donde aparece un difícil reto: lanzarse entre tinieblas en una caída de tres metros de altura al río subterráneo que recorre la cueva y salir finalmente nadando de ésta. El riesgo se incrementa considerablemente en época de invierno cuando el río subterráneo sufre inesperadas crecientes. Por eso es importante contar siempre con la asesoría de un guía especializado.

Así se vive un fin de semana en la meca colombiana de los deportes de aventura. Y lo mejor es que no es indispensable tener la chocolatina marcada en el abdomen o hacer dos horas de spinning al día para superar con éxito esta aventura. Sólo se requiere evocar un espíritu infantil y ponerse al servicio de lo extremo para ponerle a la vida nuevos límites. Al fin de cuentas, quien no ha afrontado la adversidad, no conoce su propia fuerza.

Pilas a llevar...

1. Ropa resistente.

2. Bloqueador solar.

3. Bolsas para guardar tu ropa húmeda

4. Linterna

Ni se te ocurra

1. Escribir o dañar las cuevas

2. Botar basura en los senderos

3. Practicar actividades sin guías especializados

4. Mezclar licor o drogas con deportes extremos

Contactos: juank@travesia.tv

Tel. 300 564 1612

Por JuanK

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