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Tal vez nunca se ha puesto rojo de la pena. Gustavo Gómez Córdoba es de esa clase de personas que toman la manija de su vida para que no sea ella la que los controle. Por eso, no se ruborizó ni antes, ni durante ni mucho menos después de estar arrodillado por varios minutos en plena plazoleta de la Universidad Javeriana esperando la respuesta afirmativa de una mujer a la que había invitado a salir. Testigos sin rostro había muchos en aquella época, pero no tantos como los amigos, conocidos y colegas que lo acompañaron al altar cuando decidió bendecir su complicidad con esa misma dama que hoy, varios años después, le sigue dando el ‘sí’ todos los días.
Tampoco lo pensó dos veces cuando en las modernas instalaciones del ambicioso proyecto de Radionet, del que comenzó como cronista de música en un programa semanal en la madrugada del domingo y terminó siendo coequipero de Yamid Amat por las mañanas, le dijo a Lorna Paz (Lorna Cepeda, para el caso es lo mismo), que no se podía ir sin firmar el libro de las visitas célebres, y se levantó la camisa para que la actriz le pintara un corazón en el pecho.
Tiempo después, con algunos años y unos kilos más, visitó un reconocido almacén y pidió una lycra negra para complementar el disfraz de uno de los personajes de la serie Star Trek, otra de sus grandes pasiones. Pero no sólo la pidió con la proyección de la voz que lo caracteriza desde las remotas experiencias como ‘todero’ en Javeriana Estéreo, sino que se la midió sin el menor asomo de vergüenza. Seguro que nadie sospechó que ese hombre forrado era el hijo del magistrado Gustavo Gómez Velásquez, sobreviviente del atentado al Palacio de Justicia en 1985.
Con el mismo desparpajo con el que de niño les mamaba gallo a los transeúntes desde el carro blindado de su papá, con la misma valentía con la que dejó el derecho a mitad de camino después de tres años de leyes y con la misma creatividad que se necesita para inventarse el Elefante Blanco, su propia editorial literaria, Gustavo Gómez se les ha medido a muchos retos profesionales. A casi todos ha llegado desde abajo.
En Cromos, por ejemplo, comenzó escribiendo desde su álter ego de Ben Nevis la página de rock, y mientras sus compañeros de Comunicación Social de la Javeriana trataban de digerir las propedéuticas de la información, él se alistaba a cubrir una versión del Festival Rock in Río, en Brasil. En esa revista terminó siendo la mano derecha del director y el socio de todos en la redacción. Y esa escena se ha repetido durante toda su vida en los medios de comunicación y también en su corto paso en la burocracia como asesor de un Viceministerio en tiempos del gobierno Gaviria.
A Caracol Radio llegó para ser el conductor del programa 6 a.m. Fin de Semana, pero su credibilidad, su manejo de los contenidos informativos en radio y sobre todo su cercanía con los oyentes, hicieron que pensaran en él como personaje clave para hacer parte del equipo del espacio 6 a.m. y, además, fuera el responsable de continuar cultivando a la audiencia en los horarios más competidos.
Este año, y tal vez saltando a muchos profesionales de más experiencia, recibió el Premio Simón Bolívar como el Periodista del Año. Un reconocimiento a su particular manera de entender los medios de comunicación, un regalo a la familiaridad con la que trata a sus oyentes y la ratificación de su versatilidad. Lo que se escucha en radio, es lo que es Gustavo Gómez y, por fortuna, a él no le da pena.