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Sexo en las calles

En 2008 la Secretaría de Integración Social encontró más de cinco mil menores explotados.

El Espectador
17 de enero de 2009 - 10:00 p. m.

“La Candelaria es un sector muy difícil. Allí llegan todos los mochileros en busca de sexo y drogas, y en Bogotá es muy fácil conseguir las dos cosas. Si no le ponemos cuidado a esa situación esta zona se va a convertir en el Getsemaní de Cartagena”. La sentencia es de Estela Cárdenas, directora de la Fundación Renacer, quien hace alusión al barrio cartagenero que está encerrado en las murallas y que es quizás el más golpeado del país por el turismo sexual, ese que practican en promedio tres millones de personas al año en todo el mundo, según la Unicef.

La Fundación Renacer fue uno de los firmantes del pacto en contra de la explotación sexual comercial de niños y adolescentes, que se suscribió a finales del año pasado, junto con la Secretaría Distrital de Desarrollo Económico, el Instituto Distrital de Turismo, la Unicef y las empresas del sector del turismo. “Los ojos están puestos en Cartagena, pero en Bogotá se está viviendo una problemática muy grave también”, dice Cárdenas. El objetivo es que los dueños de hoteles, agencias turísticas, bares y discotecas rechacen estas prácticas y las denuncien.

Según las investigaciones de Renacer, en Bogotá la explotación sexual comercial de niños, niñas y adolescentes que está directamente relacionada con el turismo sexual se concentra en cinco localidades: Mártires, Santa Fe, La Candelaria, Chapinero y Usaquén. El año pasado, en operativos contra este delito, la Secretaría de Integración Social encontró a 5.088 menores de edad.


Así lo explicó Constanza Jaramillo Salazar, asesora de la subdirección para la familia: “Tenemos un convenio con el ICBF, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Asociación Cristiana de Jóvenes (ACJ) para la prevención y atención de esta problemática. En nuestro modelo de intervención realizamos trabajo de campo en los sitios donde sabemos que hay presencia. Se hacen operativos nocturnos, acercamientos a los menores, trabajo psicológico con los padres y les ofrecemos un refugio para tratarlos”. En este momento hay 47 niños internados en el centro de ayuda. Los otros 5.041 que cayeron en las redadas el año pasado decidieron no recibir ayuda y el Distrito tiene la política de no obligarlos a hacerlo.

El negocio, según la Fundación Renacer, se mueve así: los demandantes son personas que viajan de un país a otro o entre ciudades del mismo país buscando sexo. Los intermediarios —quienes ofrecen los servicios o guían a los turistas— son taxistas, meseros, vendedores ambulantes y operadores turísticos. En algunos casos la oferta la hacen directamente los menores. Los lugares varían dependiendo de las preferencias de los visitantes.

En Chapinero

Por el parque de Lourdes, en plena noche, merodean jóvenes que no superan los 18 años. Son homosexuales y los llaman ‘pirobos’. Tienen el cabello engominado, camisas y pantalones de marca. Su presencia es varonil. “Por lo general vienen de Medellín, Manizales y el Eje Cafetero. A ellos, en la mayoría de los casos, los contactan hombres mayores, de clase alta, que llegan a la capital a hospedarse no en hoteles, sino en apartamentos lujosos —cuenta Viviana Blanco, psicóloga de Renacer—. Una noche con ellos puede costar entre $200 mil y $300  mil”.


Más hacia el occidente, en la calle 63 entre carreras 17 y 19, sólo se ven mujeres, casi todas menores de edad que llegaron a la capital desde el Eje Cafetero, Caquetá y Amazonas, víctimas de la trata de blancas. Ellas no se exponen en las calles. Están resguardadas en prestigiosas casas, con decoración elegante, que se reservan el derecho de admisión. Uno de los locales (en la carrera 19) tiene una pasarela en la que se exhiben las mujeres con disfraces de enfermeras, colegialas o conejitas. El extranjero elige a su preferida.

En Santa Fe

Algunos bares oscuros contiguos al centro comercial Terraza Pasteur (carrera 7 N° 23-56), acogen a niños y a jóvenes, a los llamados ‘pirobos’, pero de bajo perfil. Muchos provienen de la Costa Atlántica. Cobran unos $30 mil por noche. Los extranjeros no los visitan con frecuencia, sus clientes son, en muchos casos, taxistas o trabajadores de la zona.

En Los Mártires


Los travestis ocupan las aceras de la Avenida Caracas con calle 22. “Los mayores, que son llamados ‘las madres’, son los que atraen a los clientes y dentro de las residencias están ‘los pollos’ ”, dice Blanco. Dos cuadras hacia el norte, en la calle 24, el territorio es de las niñas de menor estrato, de las que sí se exponen en las calles para atraer a los clientes.

En La Candelaria

Es también la zona del “narcoturismo”, la de los mochileros que vienen en busca de cocaína o de marihuana y les piden a los intermediarios, para completar la fiesta, una mujer o un hombre para saciar sus placeres. “Vienen por sexo y droga, y en Bogotá es muy fácil conseguir las dos cosas”.

Por El Espectador

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