Publicidad

La prenda que incomoda

El gobierno francés debate prohibir esta vestimenta. La medida ya ha sido tomada en Suecia, Italia y Holanda.

Ricardo Abdahllah / Especial para El EspectadorParís
04 de julio de 2009 - 10:00 p. m.

“Cualquiera a la que usted se lo pregunte le va a decir que lo hace por gusto”, dice Eliza, nacida en Francia de padres argelinos, musulmana y quien nunca ha llevado velo. Su opinión es acerca del burka. La palabra se puso de moda el pasado 22 de junio, cuando el presidente Nicolás Sarkozy anunció, en medio de su discurso al Congreso reunido en Versalles, que esta prenda “no será bienvenida en Francia”.

Esta semana se anunciaron los miembros de una comisión parlamentaria que a partir del próximo miércoles y durante seis meses se reunirá para estudiar el alcance  “del fenómeno del uso del burka en Francia”. La comisión sólo tiene poder de recomendación, pero es posible que de sus observaciones salga una ley que prohíba el uso del burka y de paso de otro velo musulmán —el niqab— al menos en los espacios públicos.

Cuando hablo con Eliza son las once de la mañana. Estamos en Saint Denis, frente a la basílica donde están enterrados la mayoría de los reyes de Francia, comienza uno de los suburbios más importantes de París en cuanto a su población inmigrante. Sobre la Rue de la République y hasta el antiguo puerto, se extienden los comercios africanos, los restaurantes kebab y las cacharrerías chinas que venden literalmente de todo. Cuatro furgones de policía con las puertas abiertas por el calor están casi siempre estacionados frente a la basílica.

A eso de la una, una dama ataviada con un niqab atraviesa la plaza. Lleva una bolsa de Celio, un almacén de ropa para hombres. Hace un retiro en un cajero de la Societé Génerale y mientras guarda el dinero en un bolso disimulado bajo su velo se encuentra con una amiga. Ella es de origen africano, joven y alta, lleva un pantalón corto de jean y un iPod que se quita para el saludo de doble beso obligatorio en Francia. Hablan un momento. Luego la mujer del niqab toma la calle Jean Jaurés y contesta una llamada en un celular verde claro. Intercambia tres o cuatro frases antes de colgar.

“¿Puedo hacerle una pregunta?” Se llama Daweya. Tiene 24 años, aunque sus ojos darían para pensar que menos. Llegó a Francia con sus padres a los cinco años. Terminó el colegio antes de la prohibición del velo, pero de todas maneras no lo llevaba sino ocasionalmente en ese entonces.  “Mi familia es musulmana, también la de mi esposo, pero sólo nosotros dos practicamos el islam rigurosamente”, dice.

“Nos ven como retrógrados, pero en mi casa compartimos los gastos y nos turnamos para cuidar al niño. Mi madre y la madre de mi esposo llevan sólo el hiyab, el velo corto, pero no discutimos por eso. Yo llevo el velo integral porque no me gusta que me miren. El Corán dice que uno debe cubrirse y te deja la libertad de elegir cuánto”.

Una vieja tradición

“Porque el varón no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón. ¿Es propio que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza?”. La cita es de la Biblia, Primera de Corintios. “Prescribe a tus esposas, a tus hijas y a las mujeres de los creyentes cubrir su rostro con un velo. Ese velo será la marca de su virtud y un freno contra las intenciones de los hombres”, dice el Corán.


Para el director de la mezquita de París, Dalil Boubakeur, “los diferentes tipos de velo vienen de tradiciones anteriores al islam”. Educadas en escuelas donde los signos religiosos están prohibidos, la mayoría de las musulmanas francesas de más o menos veinte años sólo usan un pañuelo alrededor de la cabeza. Muzzamal, propietario de una boutique que además de ropa para damas y caballeros vende copias del Corán y afiches con citas del profeta, dice que son sobre todo mujeres mayores o casadas las que compran el hiyab, que cubre el cabello y el cuello.

La siguiente prenda en la escala es el chador, muy usada en Irán. Luego está el niqab, de origen saudí, como el que llevaba Daweya, donde sólo los ojos son visibles. Muzzamal tiene dos en bodega. Dice que desde hace tiempo. El burka, la prenda de la polémica, cubre incluso los ojos a través de un segundo velo o de una rejilla. Muzzamal dice que ni siquiera le han preguntado si vende burkas, que la gente a lo mejor las hace en casa o las trae de Afganistán.

“Ni putas ni sumisas” es una asociación que lucha por los derechos de las mujeres y se ha ganado su reconocimiento denunciando mujeres que han sido forzadas al matrimonio, lapidadas o quemadas en Francia por razones religiosas. Conformada en su mayoría por mujeres de origen musulmán, la asociación estima que las mujeres que llevan el burka en Francia pueden ser “algunos miles”. Los habitantes de barrios como Barbès, Rochechouart y ciudades de la periferia como Aulnay sous Bois o Montereau de fuerte presencia musulmana dicen que no han visto mujeres llevando una burka completa.

“El único sitio donde usted verá burkas en París es en los Campos Elíseos”, dice un vendedor de teléfonos celulares que trabaja en el sector. Se refiere a las esposas de turistas árabes adinerados que ocasionalmente salen de compras en las tiendas de lujo.

En un país polarizado, pocas decisiones políticas recientes han logrado un consenso como la creación de esta comisión. La izquierda ve al burka como un símbolo de la represión contra las mujeres; la derecha como una muestra de la islamización de la sociedad francesa.

Un debate inconveniente

Su presidente y principal promotor, André Gerin también parece recogerlas. Miembro del partido comunista, fue durante veinte años alcalde de Vénissieux, una ciudad con fuerte presencia musulmana. A pesar de haber apoyado a Sarkozy en algunas declaraciones mal recibidas por los descendientes de inmigrantes, Gerin sigue siendo una de las figuras políticas nacionales en mejor posición de diálogo con las comunidades musulmanas.

En el momento de la instalación de la comisión recibió el apoyo de la ministra Fadela Amara, para quien “el burka es como un ataúd para las mujeres”. Otras personalidades políticas mostraron sus reservas. Eric Besson, ministro de la inmigración, la integración, la identidad nacional y el desarrollo, considera “inoportuno lanzar una nueva polémica sobre los signos religiosos cuando ya hay una ley que se ocupa de los lugares en los que el velo es inconveniente”.

Días después uno de los dirigentes de Al Qaeda, Abdel Wahoud, amenazó a Francia por su posición contra el uso de esta prenda. Xavier Bertrand, secretario general del partido de gobierno respondió diciendo que “Francia no se dejará intimidar porque entre los valores fundamentales del país está la libertad y esta libertad incluye la libertad de las mujeres”.

Olivier Roy, tal vez el más destacado estudioso del islam en Francia, considera la creación de una comisión como una iniciativa estéril “primero porque el burka y el niqab vienen de la tradición salafista que es religiosa y no política; segundo, porque al Estado le queda mal vigilar lo que las personas se ponen encima y, tercero, porque es casi inaplicable. ¿Se imagina a la policía deteniendo a una mujer en un mercado porque lleva burka?”.

En Bruselas la policía ha impuesto durante los últimos dos años al menos treinta multas a mujeres que la llevaban. La ley no es específica respecto al traje, sino que señala que es prohibido “transitar en la vía pública con el rostro cubierto, a excepción durante los carnavales”.

Salvo ciertos bancos con sistemas automáticos de alarma que se disparan cuando entra una mujer con la cara cubierta, en Francia el tema seguridad no se ha mencionado como argumento y las normas señalan que para las diligencias administrativas y el servicio público las mujeres deben retirar su velo.

Una forma de vestir

Hace cinco años Francia fue escenario de otro debate: ¿Qué hacer con las niñas que llevan pañuelo en la cabeza? No pasó nada entonces. Luego, en marzo de 2004, el Gobierno aprobó una ley denominada en defensa de la laicidad, que prohibía que se llevaran signos externos religiosos a las escuelas públicas. Ese día el hiyab quedó prohibido en las instituciones educativas. El periódico Le Monde, en un reciente artículo se preguntó: “¿Cómo prohibir una manera de vestir?”.

Propuesta del gobierno francés

“El burka es contrario a la idea de la República francesa sobre la dignidad de la mujer”. “No es un signo religioso, sino de servidumbre”. “El burka no es bienvenido en el territorio de la República francesa”. “El burka no es un problema religioso sino un problema de libertad y de dignidad de las mujeres”. Todas estas frases fueron pronunciadas por el jefe del Estado francés, Nicolás Sarkozy, ante la Asamblea Nacional y el Senado, reunidos de manera extraordinaria en el Congreso en Versalles hace varios días.

Sarkozy determinó que el Parlamento francés discutirá la prohibición del burka y otros velos musulmanes, porque según él, “es un símbolo de sometimiento de las mujeres”. Sus palabras desataron un fuerte debate en el país.

Por Ricardo Abdahllah / Especial para El EspectadorParís

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar