En principio, parecería otra apuesta del diseño aplicado a unas botellas de agua. Las tapas de colores llaman inmediatamente la atención, porque no hay nada parecido en el mercado, el tamaño un poco más reducido, la forma más redondeada y una simple palabra hace las veces de etiqueta.
En efecto, es una apuesta del diseño a las bebidas, pero más allá de una propuesta estética es el efecto del contenido el que le interesa a su creadora, María Isabel Gamboa. Entre esos miles de correos basura y cadenas que llegan al correo electrónico, hubo uno que antes de borrarlo llamó su atención. Hablaba de las investigaciones de un japonés, Masaru Emoto, que hablaba sobre cómo las palabras podrían cambiar la estructura molecular del agua. “Yo lo leí y me encantó y me preguntaba: ¿será verdad?, porque la internet aguanta todo. Obsesivamente me metí a investigar y me di cuenta de que el señor era reconocido y llevaba 30 años investigando el poder de la palabra”, confiesa María Isabel.
En la práctica y para hacerlo corto y sencillo, lo que Emoto hizo fue coger dos botellas de agua. Con un marcador escribió la palabra odio en una y la palabra amor en la otra. Al cabo de unos días, las dos botellas, que habían sido llenadas con la misma agua y dejadas en el mismo lugar, estaban diferentes. La que estaba marcada con amor estaba limpia, transparente, brillante, y la de odio se veía turbia. Siguió haciéndolo con palabras opuestas como paz y guerra, con personajes: Dalai Lama y Hitler, con música: clásica y metal, y el resultado era el mismo. Según María Isabel, la investigación comprueba científicamente algo que la gente ya sabe por experiencia propia. “Yo le digo a la gente que cree que esto es un cuentazo, que se olvide del japonés y que piensen en ellos mismos. Cuando alguien se levanta de buena onda y alegre, todo le suele salir bien, mientras que cuando alguien se levanta aburrido y triste, se la para la nube encima y arranca a llover. Teniendo en cuenta que estamos compuestos por 70% de liquido, la energía positiva o negativa influirá sobre nosotros”, sentencia la diseñadora.
Así imprimió en cada botella una palabra como Amor, Alegría, Paz, Yo soy, Salud, Prosperidad, Libertad, Perdón, y asoció el color de la tapa con cada concepto.
Y es que antes de que este proyecto surgiera, María Isabel ya le había dado la vuelta al mundo. Estudió diseño de modas en Milán, en la escuela Istituto Marangoni, que es como el Harvard del mundo de la moda. Hizo un máster en diseño de ropa para hombre, que ha sido la especialidad a lo largo de su carrera. Vivió 10 años en Italia y en unas vacaciones en Nueva York terminó quedándose, porque se identificó totalmente con la energía de esa metrópoli, demostración tangible de que todas las culturas pueden convivir en paz. Fue profesora para el Fashion Institute of Technology (FIT), de diseño de ropa para hombre. De ahí pasó a trabajar para Ralph Lauren, donde estuvo ocho años diseñando todas las colecciones de la ropa de hombre. “Fue la mejor experiencia de mi vida, porque trabajé directamente con Ralph Lauren, a quien admiro no sólo por ser un excelente diseñador que enseña en vez de mandar, sino también por haber creado un imperio que no es sólo ropa sino un estilo de vida”, sostiene la diseñadora.
Después de eso tuvo muchas ganas de hacer girar el destino, cruzó el Atlántico y vivió en Barcelona, donde trabajó con el grupo Zara. Hace un año le llegó otra revelación: quería imprimir su punto de vista en algo que fuera propio y volver a Colombia. Ahora está aquí, en esta tierra que ella considera fértil y en la que quiere asentar su proyecto 20 Lifestyle. Estas aguas son el comienzo de llevar la moda a las bebidas. “No es una edición especial de un diseñador, son las bebidas creadas por un diseñador”. También lanzará su línea de ropa para hombre, que hará parte de este proyecto multidimensional, pero por ahora está concentrada en las aguas y en el poder de la palabra que éstas transmiten.