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‘Invictus’

¿QUÉ PUEDEN TENER EN COMÚN EL sugestivo título (Invictus) de la última película del director Clint Eastwood sobre Nelson Mandela con la liberación de Pablo Emilio Moncayo?

Rodrigo Lozano Vila
26 de febrero de 2010 - 11:28 p. m.

Al entregar esta columna para ser publicada se ultiman los detalles para la liberación del cabo (hoy sargento) Pablo Emilio Moncayo, secuestrado por las Farc en 1997, cuando apenas tenía 19 años. Si todo sale bien, como lo esperamos la gran mayoría de colombianos (y colombianas), esta víctima más del terrible flagelo del secuestro y el soldado José Daniel Calvo podrán reunirse muy pronto con sus familias. Esperemos que el grupo guerrillero cumpla.

Las últimas liberaciones de secuestrados en nuestro país nos dejan una lección de vida y profunda reflexión. Paradójicamente, luego de haber sufrido todo tipo de injusticias, vejámenes y humillaciones por parte de sus captores, al momento de recobrar su libertad, militares, policías, empresarios, ciudadanos del común y políticos dejan en la selva o en su lugar de cautiverio los sentimientos de odio y rencor contra sus captores e inician de inmediato conductas y manifestaciones admirables en pro de la libertad, el respeto a la vida y la búsqueda de la paz que tanto anhela nuestro país.

Merece destacarse la serenidad y energía con que Clara Rojas está haciendo campaña al Senado, las palabras tranquilas, calmadas y pausadas, libres de odio y rencor que pronunciara a la prensa el joven empresario que se fugó con la guerrillera alias Miriam y la actitud proactiva de los oficiales, suboficiales y soldados que han recuperado su libertad.

Hace exactamente 20 años (febrero de 1990), recuperó su libertad el líder sudafricano Nelson Mandela, quien permaneció en prisión por más de 27 años. Al igual que Pablo Emilio, ¡el 40% de su vida! Invictus, la película sobre Mandela, se inspira en un poema del mismo nombre escrito por el poeta inglés William Ernest Henley, el cual me doy licencia de transcribir: “Desde la noche que sobre mí se cierne, negra como su insondable abismo, agradezco a los dioses si existen por mi alma invicta. Caído en las garras de la circunstancia nadie me vio llorar ni pestañear. Bajo los golpes del destino mi cabeza ensangrentada sigue erguida. Más allá de este lugar de lágrimas e ira yacen los horrores de la sombra, pero la amenaza de los años me encuentra, y me encontrará, sin miedo. No importa cuán estrecho sea el camino, cuán cargada de castigo la sentencia. Soy el amo de mi destino; soy el capitán de mi alma”.

En este poema, Mandela encontraba fuerza e inspiración en momentos difíciles. Estoy seguro de que Moncayo encontraba inspiración y esperanza en los actos e iniciativas de su padre en busca de su libertad. Eastwood nos muestra a un Mandela cuya alma, fe y conciencia salieron invictas de su cautiverio, libres de rencor y resentimiento contra sus captores. El líder sudafricano no perdió un segundo y comenzó a abrir con su ejemplo y tenacidad los espacios de diálogo y reconciliación que contribuyeron significativamente con el fin de años de lucha y segregación en el país africano.

Nuestra patria tiene sed de cambio y anhelo de libertad. Los esfuerzos de quienes han hecho posibles los rescates de secuestrados, así como el admirable ejemplo que nos transmiten aquellas personas que al recuperar la libertad liberan su odio y ven una oportunidad para volver a nacer y a vivir por su país, nos deben llevar a encontrar el camino de la reconciliación y del diálogo constructivo hacia una Colombia en paz.

Por Rodrigo Lozano Vila

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