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El negocio de la pereza

Una fuerza mayor domina a todos aquellos que llegan a la Casa de Morfeo.

María Camila Peña
25 de octubre de 2008 - 10:00 p. m.

Como si el lugar estuviera encantado por aquel dios griego, cada escalón se convierte en un nuevo obstáculo para llegar a la meta: la sala de relajación, o como es llamado por algunos estudiantes, el salón de “foqueo y contra foqueo”. En esta antigua casa de Chapinero, camuflada entre las peluquerías de la calle 45 con 8ª, los visitantes se sienten invadidos por un placentero deseo de dormir, que en ocasiones los hace olvidarse de sus obligaciones.

Las cinco hamacas, colgadas de las paredes de lo que alguna vez fue la habitación de un prestante bogotano de principios de siglo, son la disculpa perfecta para que el dios Morfeo, que por siglos ha tenido la labor de propiciarles a los seres humanos el más dulce de los sueños, realice su trabajo. Cada dormilón es mecido por el poder del hijo de Hipnos, el sueño en persona, hasta que en el ambiente lo único que queda es un deseo irremediable de no salir de allí nunca.

Con biombos de tela y madera los meseros de la Casa de Morefo, que desde hace siete años se han convertido en los guardianes del descanso, separan cada una de las hamacas. Amablemente les preguntan a sus clientes la hora en que quieren ser despertados y les recomiendan una taza de café para cuando el dios griego decida dejarlos continuar con sus actividades diarias. De antemano les advierten que la media hora de “foqueo” cuesta $1.500 y la hora, $2.500. Acto seguido cierran las ventanas, las cortinas y la puerta dejando sumidos a estos jóvenes universitarios en el más profundo descanso.

Los estudiantes de medicina son la carnada más frecuente. Las largas jornadas en el hospital y el pesado ritmo académico hacen que estos aprendices busquen en su tiempo libre un lugar en donde puedan dormir tranquilamente, así sea por una corta hora. Los abogados e ingenieros también son visitantes asiduos de esta casa que se ha convertido en el café del relax.

“Acá llegan estudiantes, profesores y decanos de las universidades del sector, todos buscan lo mismo: un lugar donde descansar. Algunos, por estar acá durmiendo, no llegan a los parciales y en ocasiones ni siquiera vuelven a la universidad”, dice Giovanni Carrrero, mesero, mientras acomoda en una de las hamacas a un nuevo cliente.

Este peculiar lugar fue creado por Paola Hernández, una estudiante de periodismo y publicidad, como proyecto de tesis. “Cuando ella era estudiante siempre anhelaba un lugar en donde se pudiera ir a descansar en los huecos, porque la casa le quedaba muy lejos para ir a dormir. Fue entonces cuando se ideó este lugar”, dice Carrero.

Aunque dormir no puede ser catalogado como pecado, la pereza que, en ocasiones, causa el sueño sí. Según Fernando Savater, el séptimo pecado capital se traduce en falta de estímulo, de deseo, de voluntad . “Es perezoso quien renuncia a sus deberes con la sociedad, con la ciudadanía, quien abandona su propia formación cultural”, dice el filósofo.

En este lugar las tensiones se alejan, las responsabilidades quedan más allá de lo tangible y el poder de los dioses toma el control sobre los mortales.

Por María Camila Peña

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