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De mafias y santeros

Entre las pertenencias de David Murcia Guzmán las autoridades encontraron un elemento de santería. Una práctica a la que han recurrido reconocidos personajes al margen de ley, para garantizar su protección.

Mariana Suárez Rueda Diego Alejandro Alarcón
29 de noviembre de 2008 - 10:00 p. m.

Al amanecer del pasado 20 de noviembre el polémico y extravagante empresario David Murcia Guzmán fue capturado por las autoridades panameñas en un complejo turístico, en donde permaneció oculto varias horas. Durante su traslado a Bogotá, en un avión repleto de investigadores, agentes del DAS y de la Policía Nacional, fue interrogado minuciosamente. Poco a poco salieron a la luz desconcertantes detalles de su vida. Como los lujosos carros que había comprado, la exorbitante cifra de dinero que pagaba por el apartamento en el que vivía, sus yates, aviones, fiestas y el despilfarro de dinero que lo caracterizaba.

Sin embargo, hubo un hecho que llamó especialmente la atención de las autoridades y frente al cual Murcia mostró gran recelo. Se trataba de un paquete, que en su interior traía un muñeco, guardado cuidadosamente entre las pertenencias que llevaba ese día en su maleta, y que según uno de los investigadores panameños, “era de los que se utilizan en las ceremonias de santería”. De hecho, a Murcia le pareció inconcebible que se lo hubieran quitado. “Esto es increíble. No lo puedo creer”, dijo mientras terminaban de registrar sus pertenencias.

Esta no es la primera vez que las autoridades encuentran una truculenta relación entre personajes sindicados de delitos de narcotráfico, lavado de activos y en general de incurrir en actividades ilegales, con los conjuros, la brujería, la magia negra y la santería. Hace tan sólo dos meses, la Dirección Nacional de Estupefacientes destruyó varios muñecos de vudú, copas bañadas en oro y manillas con figuras de animales, todos elementos que se utilizan en ceremonias de santería, que fueron los bienes más preciados de la protagonista del proceso 8.000, Elizabeth Montoya de Sarria, conocida como la Monita Retrechera.

Durante los últimos 12 años estos objetos estuvieron guardados en un bodega en Bogotá. Pero a diferencia del resto de sus pertenencias que fueron rematadas, nadie quiso comprar estos impresionantes elementos de santería que, según quienes la conocieron, cumplían un papel muy importante en su vida. Tanto así que en febrero de 1996, cuando la asesinaron, se encontraba consultando a dos reconocidos santeros cubanos. Incluso corrieron rumores de que su pieza predilecta era una capa roja con hilos de oro en terciopelo, con la que oficiaba rituales de invocación a Yemayá y Changó, dos deidades de este culto proveniente de la tribu Yoruba, en África.

Una historia similar ocurrió con Jorge Eliécer Rodríguez Orejuela, hermano de Miguel y Gilberto Rodríguez, señalados jefes del cartel de Cali, a quien le decían Cañengo, cuando las autoridades lo capturaron la noche del jueves 4 de marzo de 1995 en el barrio Junín, al sur de Cali, justo en el momento en que se encontraba con una pitonisa que le estaba leyendo la baraja española para descifrar su futuro. Esta era una práctica, que combinada con la santería, también se volvió muy común entre algunos miembros del cartel de Cali y de la oficina de Envigado, una organización narcoparamilitar en Antioquia.


Incluso estuvo de moda en la campaña presidencial en Estados Unidos, durante la cual se comercializaron muñecos de vudú con la figura del presidente electo Barack Obama. Un fenómeno similar al que se vivió hace meses en Venezuela, cuando una empresa fabricó muñecos del presidente Hugo Chávez, con el objetivo de que la gente desahogara su inconformismo clavándole alfileres.

Leonardo Landínez, un babalao (máxima jerarquía de la santería) que vive en Facatativá, Cundinamarca, a 40 minutos de Bogotá, asegura que esto se debe a que la santería, si se practica de la manera correcta, puede ser efectiva. Y agrega: “lo que yo creo que encontraron en el equipaje de David Murcia es algo que en el mundo de la santería se conoce como un Inche Ozain. Es decir, un objeto, puede ser un muñeco, una bolsa o cualquier otro elemento, que después de una ofrenda a los dioses sirve de protección y se activa en el momento en el que la persona está en peligro, manifestándose como una corazonada”.

Sin embargo, ante la caída del excéntrico propietario de DMG en manos de las autoridades, Landínez lanza una hipótesis que podría explicar por qué falló su amuleto: “Murcia se descuidó. La persona que lo asesora en santería debió advertirle que tenía muchos ojos encima, que no debía hablar más de la cuenta y que tenía que tomar todas la precauciones necesarias. De pronto no las tomó y esas son las consecuencias”.

El santero de Facatativá

Landínez, de 36 años, incursionó en la santería cuando descubrió que una mujer empleaba tácticas oscuras para mantenerlo a su lado. En aquella época, hace seis años, Landínez se dedicaba a comprar y vender carros. Un día cualquiera, conoció a una mujer con la que tuvo un romance que acabó con su matrimonio. Pero unos meses después empezó a sentir que no quería estar más con ella, sino recuperar la relación con su esposa; sin embargo, había algo inexplicable que se lo impedía.

Comenzó a tener sospechas y escudriñando en el armario de su amante encontró una caja que en su interior guardaba un muñeco lleno de alfileres, con su nombre clavado por las agujas. Aún hoy no entiende de qué tipo de conjuro se trataba. Pero en ese momento su desespero por no saber lo que le habían hecho lo llevó a buscar ayuda. Se contactó con un babalao de Cali, con quien finalmente dice haberse liberado, para terminar convencido de que la santería era el camino que debía seguir.

Tiempo después viajó a Cuba para prepararse y poder convertirse en babalao y actualmente, de vuelta con su esposa, asegura dedicarse a aconsejar a quienes lo buscan para que Orúnmila (máxima deidad de la santería), revele los designios de su destino. Eso sí, se abstiene de ayudar a quienes le piden que le haga mal a otros, pues este tipo de ofrendas terminan devolviéndose y causando un mal mayor.

Al respecto la Iglesia Católica es muy clara al establecer que todas las prácticas de magia o hechicería, mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas al servicio de las personas y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo -aunque sea para procurar la salud-, son contrarias a la virtud de la religión y condenables. El presbítero Otto Ossa Aristizabal publicó recientemente una carta en algunos periódicos de Venezuela y de nuestro país en la que advierte que


“sectas, como la santería, están utilizando lo que yo llamaría la teología de la prosperidad, cuanto más das más recibes, y por allí viene la explotación a los adeptos a estos movimientos seudo religiosos”.

Landínez asegura que históricamente la santería ha sido estigmatizada por considerarse un tipo de magia negra, pero advierte que, por el contrario, se trata de una práctica que le permite a las personas entender mejor la misión que tienen en este mundo. Y explica que la mayoría de las veces las ofrendas a los dioses cumplen su cometido. Por eso, piensa, hay muchos personajes buscados por las autoridades e involucrados con la santería que no han sido capturados.

Y concluye que no cree que el nombre de la santería quede en entredicho porque algunas personas con negocios ilegales hayan recurrido a ella. “Todos los hombres tienen un destino, Orúnmila lo conoce y puede indicar el camino para que las personas vivan en armonía, así se trate de asuntos turbios. Debemos entender que hay quienes nacen con ese destino”.

Algunas deidades del panteón Yoruba

Dentro de la tradición Yoruba, una tribu ancestral de origen nigeriano, existen varias deidades (Orishas)  que se encuentran entre lo terrenal y lo divino y dominan las fuerzas de la naturaleza. Por intermedio de Orúnmila (la máxima deidad) se les puede hacer ofrendas (sacrificios de animales, entregas de objetos o de alimentos) para adquirir beneficios.

Orúnmila: Es la máxima deidad de la santería o religión Yoruba. Se cree que estuvo presente en el momento en el que Dios (Olodumare), creó la vida y por eso conoce con exactitud el destino de todas las personas.

Orishas: Deidades que de acuerdo con la tradición, están entre lo terrenal y lo divino, dominan las fuerzas de la naturaleza y por intermedio de Orúnmila se les puede hacer ofrendas (eboses) para adquirir beneficios. Es un intercambio.

Changó:  alto, moreno, un guerrero que anda con espada. Representa al trueno y al hacha con doble filo.

Yemayá: Diosa del mar, dueña de la fertilidad, del amor, de la tranquilidad, de la paciencia.

Ochún: La diosa del río de la miel de la riqueza, de las mujeres bonitas y coquetas. Se acude a ella en busca de ayuda económica.

¿El conocedor  del destino?

En una consulta con un babalao (máxima jerarquía dentro de la santería), son varios los elementos que se deben usar para que, de acuerdo con las ideas Yoruba, Orúnmila oriente a las personas hacia su destino.

Ecuele: Es una especie de camándula que el babalao arroja al suelo después de frotarla por el cuerpo del consultado.

Ifá: Al caer, esa señal que marca la posición del ecuele es interpretada por el babalao, que en seguida abre un libro llamado “Enciclopedia Ifá”, en donde se cree que Orúnmila ha plasmado la vida de todas las personas.

Ofrendas: Según esta religión, Orúnmila, a través del babalao, revela qué tipo de ofrendas se deben realizar a los orishas para cumplir los deseos de los consultados, y encontrar el beneficio de sus vidas. Se les sacrifican animales, se les sopla licor, se les escupe trago, y en algunos casos, hasta se les ofrecen juguetes.

Por Mariana Suárez Rueda Diego Alejandro Alarcón

 

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