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¿Cómo devolverle la vida al río?

Futuro de la cuenca también depende del arreglo al que se llegue con las compañías mineras que demandaron al Distrito hace cuatro años.

Élber Gutiérrez Roa
28 de agosto de 2008 - 10:56 p. m.

La problemática del río Tunjuelo tiene tantas aristas como actores involucrados y, por ende, su solución sólo parece posible en la medida en que Distrito, compañías mineras, curtiembres y habitantes en general se pongan de acuerdo sobre lo que quieren hacer con la corriente hídrica.

De momento, la gran discusión gira en torno a la demanda de las compañías mineras de la cuenca media (Cemex, Holcim y la Fundación San Antonio) contra el Distrito por los perjuicios derivados de las inundaciones de 2002 a sus minas de grava. El pleito está por terminar en su fase de pruebas y los mineros aseguran que propenden por una solución amistosa con Bogotá.

Incluso Eduardo González, director ejecutivo de la Fundación San Antonio (de la Arquidiócesis de Bogotá) le dijo a El Espectador que la propuesta de esa entidad es que el Distrito acepte la canalización del río en la franja que atraviesa las cementeras y que los costos de dicho trabajo sean financiados con el mismo recurso pétreo de las minas, después de que éstas estén libres del agua contaminada que el Tunjuelo les lleva.

Similar propuesta lanzó Cemex, empresa que también está dispuesta a buscar un arreglo amistoso con el Distrito.

Pero para canalizar el río habría que desviarlo de su cauce, idea que no les gusta a los defensores del medio ambiente de esa zona de la ciudad, quienes aseguran que las tragedias desatadas en la cuenca del río son consecuencia de los cambios de cauce motivados por la urbanización improvisada y la extracción minera.

“El tema de la desviación del cauce del río es hoy el gran debate de Bogotá”, sostiene el ex alcalde Luis Eduardo Garzón, quien aclara que ligado con aquél está el tema de la continuidad o no de la explotación minera en la ciudad.

 Mientras avanzan los términos de la demanda de las compañías mineras y el debate político en la ciudad, la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá adelanta trabajos de adecuación en la ronda del río por 1,1 billones de pesos, que deben ser ejecutados hasta 2022.

Las obras forman parte de un proyecto por 3,8 billones de pesos que contempla, además, la preservación de las rondas de los ríos Fucha y Salitre. En el caso del Tunjuelo, se trata de una iniciativa que pretende canalizar sus aguas y evitar que reciban las residuales domésticas, de tal forma que el único aporte externo que tengan sea el de las aguas lluvias.

El proyecto tiene sus reparos. De un lado, por las demoras en la ejecución de obras en algunos sectores. Del otro, por los costos de las mismas, que tienen encima los ojos de todo tipo de controles ciudadanos. Y desde la óptica ambientalista, porque se cree que la canalización del río le quita la posibilidad de ser el centro de un ecosistema vital para la ciudad.


Pero todas las propuestas para resolver la problemática del Tunjuelo tienen ejecución a largo plazo. El solo hecho de poner de acuerdo a los actores involucrados lleva tiempo. Por eso, mientras las autoridades convencen a las curtiembres informales de la importancia de hacer más limpia su producción, mientras se garantiza que no haya un litro de lixiviados en el río, que todas las mineras hagan circuito cerrado para evitar vertimientos de residuos líquidos y mientras la ciudad toma conciencia respecto a la importancia de preservar sus ríos, el Tunjuelo seguirá agonizando. Y a más demora, más costosa será la solución.

Curtiembres en la mira

En la cuenca media del Tunjuelo, en el barrio San Benito, están ubicadas cerca de 300 curtiembres, 260 de ellas afiliadas a la cooperativa de curtidores que se somete a las directrices del comité ambiental de la localidad. Las curtiembres están separadas del río por una estructura de control de inundaciones creada hace un año por la empresa de Acueducto.

Su trabajo tiene tres fases: la de pelambre (en la que se usan sulfuros y ácidos), la secundaria (que le da consistencia a la piel a base de cromo) y la del terminado. Estudios de la Universidad de La Salle señalan que el Tunjuelo es contaminado con metales pesados como cromo por parte de las curtiembres. “Falso. Esta agua va directamente al Río Bogotá”, asegura Fabio Calderón, vocero de los curtidores. Según él, el metal es tan costoso que no se puede desperdiciar “y por eso los residuos tienen cada vez menos cromo, van más limpios al río”. tienen cada vez menos. No obstante, las autoridades ambientales siguen con lupa el comportamiento de esta industria en Bogotá.

Las aguas del río Tunjuelo, tanto en su cuenca alta, en el Sumapaz, como en la baja, en la zona rural de Bosa, también están relacionadas con la actividad agropecuaria de la sabana de Bogotá.

Los residuos de los fertilizantes no orgánicos empleados en los cultivos de papa de la zona de páramo son la primera carga de contaminación que llega al río. No son vertidos de manera directa por los campesinos, pero se deslizan por las laderas hasta alcanzar el Tunjuelo (escurrentía superficial), gracias a que los cultivos de la zona no están en forma horizontal, sino vertical.

Pero la situación de los cultivos de la cuenca baja es peor. Después de recibir todas las formas posibles de contaminación, las aguas del río sirven a los campesinos para regar los cultivos de hortalizas que son luego comercializadas en la ciudad y sus alrededores.

Por Élber Gutiérrez Roa

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