“Sorpréndase: mi vida social ha sido siempre muy restringida”

Yesid Ramírez, el magistrado de la Corte Suprema a quien se le ha criticado su relación social con el italiano Giorgio Sale y con el presunto lobbista Ascencio Reyes, se defiende de las sospechas en su contra y afirma que el Presidente ha sido “tremendamente injusto” con él y sus colegas.

Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador
12 de julio de 2008 - 09:33 a. m.

A Yesid Ramírez, ex presidente de la Corte Suprema, le cayó la roya hace un par de años cuando se enfrentó a Álvaro Uribe. Públicamente señaló que el Jefe de Estado había tomado partido por la Corte Constitucional y que la había convertido en un tribunal “de bolsillo”.

 El magistrado se refería al famoso choque de trenes entre las altas corporaciones por el tema de las tutelas contra sentencias judiciales, tema en el que Uribe había prometido permanecer neutral. En defensa de su institución, Ramírez Bastidas hizo otras afirmaciones contra el Ejecutivo de las que debe haberse arrepentido después, aunque no lo admita, por los conflictos que se le vinieron encima como si fueran masas de un alud que lo iba a sepultar.

El Primer Mandatario, quien no necesita que lo empujen para iniciar una confrontación, le contestó con durísimas palabras. Desde entonces la pelea entre el Ejecutivo y la Corte ha tenido varios capítulos cada vez más tensos y peligrosos, excepto por lo sucedido en los últimos días, cuando parece haber aproximaciones institucionales que ojalá no terminen sólo en un relumbrón.

Entre tanto, el nombre de Ramírez, cuya hoja de vida hasta el momento no registra sino ascensos, ha quedado enredado, bien porque el Gobierno le achaca intenciones vengativas en sus sentencias, como la que proyectó negándole el delito de sedición a un paramilitar raso; bien porque empezaron a registrarse en los medios acusaciones de diverso orden contra su comportamiento social.

De Yesid Ramírez se ha dicho que fue amigo y que se dejó agasajar cuando representaba a la Corte, por el italiano Giorgio Sale, detenido actualmente en Italia por investigaciones de narcotráfico. También se ha indicado que es persona muy cercana a Ascencio Reyes, un relacionista público al que le achacan ser el presunto socio de un  extraditado.

Según se ha sabido, Reyes ha logrado tener estrechos nexos con altos dignatarios de la rama judicial, pero también con generales de la República desde hace más de veinte años. No obstante, únicamente se le critica su vinculación con los miembros de la Corte. Y el magistrado lo hace notar.

Se rumora que al ex presidente de la Corte le saldrán otros “gallitos” aburridos. Él lo sabe y se anticipa cuando asegura que hay unos montajes en camino.

Por eso ha organizado al milímetro su defensa. Por ejemplo, ya tiene una comunicación oficial de Interpol en la que le certificaron que ni Sale ni su familia tenían requerimientos judiciales en el 2006, y un listado que más parece una sábana, con las visitas del italiano a varias oficinas del Palacio de Justicia, pero no a la suya. Pese a la fama que tiene de malgeniado y frentero, este huilense campechano se ve golpeado emocionalmente.

 Aún así, prepara la batalla jurídica más importante de su carrera: la de demostrar, según está convencido, que podrá haber dado “papaya”, pero que eso no es un delito. El tiempo y la investigación dirán si tenía razón.

Cecilia Orozco Tascón.– Usted se ha abstenido de defenderse en los medios. ¿Por qué?

Magistrado Yesid Ramírez B.– Porque por disposición de la ley estatutaria de la administración de justicia y de la Sala Plena de la Corte, la vocería oficial de la corporación la tiene el presidente de este tribunal. Pero como ha habido alusiones a mi nombre en algunos medios, he conseguido autorización para hacer precisiones  ante la opinión pública y por eso le contesto su entrevista.

C.O.T.– Usted ha sido presidente no sólo de la Sala Penal, sino de la propia Corte Suprema. Se supone que en cargos como esos, uno tiene mucho cuidado al aceptar invitaciones.

Y.R.B.– En cumplimiento de las tareas institucionales, académicas, sociales y personales de estas dignidades, se expone uno a alternar con funcionarios y particulares que luego aparecen con problemas judiciales. Y además a que se nos denuncie, como me ha ocurrido varias veces en mi larga trayectoria, sin que hasta la fecha haya sido convocado a versión disciplinaria o penal alguna.

C.O.T.– ¿Se arrepiente de haber estado en algunos sitios y con ciertas personas?

Y.R.B.– Estas situaciones son imposibles de prever, y no es al primero ni al último que le ocurre algo así.

C.O.T.– Usted estuvo en la Enoteca del polémico Giorgio Sale. ¿Qué tan amigo fue de él?

Y.R.B.– Es cierto que asistí en Barranquilla el 25 de febrero de 2006 a ese restaurante y firmé un libro de “visitantes ilustres”. Fui a esa ciudad ostentando la condición de presidente de la Corte, y me acompañaron mi esposa y varios magistrados de las altas cortes, también con sus esposas. Allá nos encontramos al magistrado de la Corte Suprema de Costa Rica, el doctor Rolando Vega Robert.


Nos recibió el ex presidente del Tribunal Superior, magistrado Julio Ojito Palma, la mayoría de integrantes de ese tribunal y varios jueces y fiscales de la ciudad. Estando en la casa del magistrado Ojito Palma, el anfitrión acordó llevarnos a cenar a ese restaurante, en donde todos suscribimos el libro. Supe que en ese sitio abierto al público había incluso fotos de varios ex presidentes de la República y sus señoras, con el italiano.

C.O.T.–  Entonces usted conoció allí al italiano.

Y.R.B.– No. Un mes antes de la reunión que le acabo de contar, el 20 de enero de ese mismo año, en Sincelejo y en un acto oficial me presentaron al señor Sale como un industrial extranjero de vieja y reconocida vinculación con el país. Después del episodio de Barranquilla, ante el rumor de unas investigaciones preliminares contra un hijo de él, me comuniqué con la Interpol, el 13 de marzo, para hacer las averiguaciones del caso.

El coronel Héctor Coba Santos de ese organismo, me reportó que no había radicaciones de investigaciones nacionales o internacionales contra tal persona. Esa certificación me la volvió a dar el coronel el 11 de diciembre siguiente. De todas maneras consideré prudente clausurar la tenue relación personal que entonces había. Después vi al señor Sale en Valledupar en compañía de quien era el vicepresidente de la Corte Constitucional y luego en un encuentro de la jurisdicción contenciosa, todo indiscutiblemente dentro de un contexto de buena fe.

C.O.T.– ¿Quién era el vicepresidente de la Corte Constitucional?

Y.R.B.– El magistrado Rodrigo Escobar Gil.

 C.O.T.– ¿Quién le presentó a Sale?

Y.R.B.– El entonces presidente de la Corte, doctor Carlos Isaac Náder.

C.O.T.– Un medio de comunicación publicó la nota de agradecimiento que usted le escribió a Sale en ese libro. ¿Por qué la escribió y cuántos más lo hicieron?


Y.R.B.– Todo el grupo que acudió a cenar a ese restaurante suscribió el libro. Yo puse mi nombre —no mi firma—, y el cargo. Es claro que si tuviera algo que esconder no habría escrito ni lo uno ni lo otro. Así lo hice también hace poco, en el Hotel Caribe de Cartagena, con ocasión del homenaje a los presidentes de la Suprema y de la Constitucional, Francisco Ricaurte y Humberto Sierra Porto.

C.O.T.– Pero su mensaje parecía muy efusivo. ¿Por qué le dio ese tono?

Y.R.B.– Al revés, era formal y en un lenguaje muy protocolario, de estilo judicial, del que no puede deducirse ninguna cercanía personal, como podría verse si se revisaran las notas que otros contertulios dejaron esa misma noche.

C.O.T.– ¿Es cierto que Sale le regaló un reloj muy fino?

Y.R.B.– Sí, pero no es un artículo ni mucho menos valioso como se hizo creer. De hecho, era usado y me lo entregó delante de todos los presentes en un gesto tan espontáneo e inesperado que no me dio oportunidad de rechazarlo ni me generó motivo de recelo o de malicia, en especial por lo público del gesto. Además, ninguno de los compañeros oriundos y conocidos de la región me hicieron advertencia alguna de prevención.

C.O.T.– ¿En cuáles procesos contra Sale, sus hijos, socios o amigos ha tenido que ver usted?

Y.R.B.– Documentos públicos prueban que ni Sale ni sus hijos han tenido, como partes o como intervinientes, procesos en la Sala Penal de la Corte y todas las tutelas que interpusieron en esta corporación les fueron falladas en contra. Hubo un proceso contra unos italianos absueltos en un juzgado y en un tribunal, que llegó a la Corte porque se presentó recurso de casación. Siguiendo el concepto de la Procuraduría, con ponencia del doctor Gómez Quintero y el respaldo de todos los magistrados, se inadmitió esa demanda.

C.O.T.– Se ha dicho que Sale era socio de Mancuso. Usted tuvo que votar sobre la reciente extradición de este paramilitar. ¿En qué sentido lo hizo?

Y.R.B.– Sí, y lo hice favorablemente al concepto que autorizó la extradición de Mancuso. En otro proceso del año 2005 en el que podía tener interés, la decisión también le fue adversa.

C.O.T.– Perdóneme le insisto: ¿no cree que a jueces de la talla suya les corresponde tener precauciones para no caer en trampas ni tentaciones?

Y.R.B.– Sí y las tenemos en el cumplimiento de nuestro rol, pero no estamos exentos de que se aprovechen de nuestra buena fe. Sin embargo, sería injusto obligar a un magistrado, especialmente si es el presidente de una corte, a llevar una vida asocial y monástica. Mucho más si se ha diseñado una política de comunicación fluida con los otros poderes, instancias judiciales y con la comunidad, como fue mi caso.

C.O.T.– A usted y otros magistrados también se les ha vinculado con Ascencio Reyes, una persona presuntamente vinculada con un extraditado. ¿Cómo y por qué lo conoció?


Y.R.B.– Maliciosa pero vanamente se ha querido vincular a Sale con Ascencio Reyes. A éste lo traté una vez en el Tribunal de Neiva y luego, ya como magistrado de la Corte, asistí a algunos de los homenajes que con su coordinación, un grupo de magistrados costeños organizaban para exaltar la elección de presidentes de la Corte de esa región, e inclusive para celebrar el ascenso a generales de la República de varios oficiales.

Por ejemplo, una reunión que se dio en el Jockey Club el 10 de noviembre de 2006 para agasajar al general Freddy Padilla de León, quien acababa de ser ascendido a Comandante de las Fuerzas Militares. Precisamente sobre Reyes y sus actuaciones podrían declarar el general Padilla, a cuyo servicio está la eficaz inteligencia militar; Leo Arreguin, ex director de la DEA en Colombia, y el Fiscal Iguarán.

C.O.T.– En concreto se dice que usted fue condecorado en Neiva cuando lo eligieron presidente de la Corte en un acto organizado por Reyes. ¿Fue así?

Y.R.B.– Es común que las regiones exalten a sus gentes cuando logran alguna figuración nacional. En el homenaje de Neiva, como ya es costumbre, hubo un comité organizador.  Asistieron magistrados de todas las altas cortes, los jefes de los órganos de control, directivos de la Universidad Militar, oficiales de alto rango y entidades particulares como la Corporación Excelencia de la Justicia. La invitación, cuyo programa estuvo a la mano de todos, fue cursada por el gobernador de entonces.

C.O.T.– Pero ¿Reyes participó en el homenaje?

Y.R.B.– Se ha querido descalificar sin razón ese acontecimiento por la participación de Ascencio Reyes Serrano, oriundo del Huila, antiguo amigo personal y político del gobernador Rodrigo Villalba, y del entonces presidente del Tribunal  Administrativo del Huila, Marcelino Triana, organizadores del evento.

C.O.T.– ¿Cuándo termina el período para el que fue elegido?

Y.R.B.– En septiembre de 2010.

C.O.T.– ¿Pondría su renuncia encima de la mesa si se llegara a comprobar alguna conducta dolosa de su parte?

Y.R.B.– Por supuesto que sí.

C.O.T.– Frente a todo lo que ha pasado, ¿ha cambiado sus rutinas sociales?

Y.R.B.– Sorpréndase: mi vida social ha sido siempre muy restringida porque privilegio lo familiar.

C.O.T.– El Presidente ha dicho que la Sala Penal actúa de manera “selectiva” y más política que jurídicamente. ¿Qué responde ante esa afirmación?

Y.R.B.– La Corte actúa siempre con apego estricto al material probatorio y a las normas jurídicas pertinentes para cada caso concreto.

C.O.T.– El Presidente también ha hecho acusaciones personales en contra suya y de algunos de sus colegas. ¿Cómo califica la actitud del Jefe de Estado?

 Y.R.B.– Como tremendamente injusta.

C.O.T.– Cuando se autoexamina, ¿reconoce que cometió algunas fallas?

Y.R.B.– En treinta años de mi vida dedicado a la difícil tarea de administrar justicia, he debido equivocarme como corresponde a mi naturaleza humana, pero puedo garantizarle que en todas mis actuaciones únicamente me ha animado la intención de acertar como juez y de hacer lo correcto como ciudadano.

Por Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador

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