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Claves de la reconciliación

El sudafricano pasó por Colombia para la inauguración del Centro Internacional para Justicia Transicional (ICTJ). Actualmente es vicepresidente de esta organización.

Juan Camilo Maldonado T.
03 de diciembre de 2007 - 12:17 p. m.

Cuando era estudiante en la universidad de Witwatersrand, en Johannesburgo, Paul Van Zyl hizo parte de los movimientos estudiantiles que en Sudáfrica buscaban la desaparición del apartheid. El régimen, que estableció por décadas un sistema férreo y violento de segregación entre la población negra y la élite blanca, dio el paso a la democracia a comienzos de los noventa, al realizarse entre las partes en conflicto una serie de acuerdos de transición. El histórico regreso de Nelson Mandela tras 28 años de cárcel, y el establecimiento de una Comisión de Verdad y Reconciliación en 1995, marcaron el inicio de un proceso de recomposición social que hoy muestra sus resultados.

Una vez se inauguró la Comisión, ¿qué dificultades y retos encontraron?

Tuvimos mucha suerte. Teníamos un mandato legislativo y poderes muy fuertes. Éramos legítimos, teníamos recursos del gobierno, poder legal y credibilidad ante las víctimas. Todos estos elementos hicieron una gran diferencia.

¿Qué objetivos se propuso la comisión?

Queríamos darles la oportunidad a las víctimas de que contaran su historia, que un cuerpo oficial dijera: “reconocemos que lo que les pasó es inaceptable. Sabemos que su dolor fue real, que sus derechos humanos fueron violados”. Durante el proceso tomamos 24.000 declaraciones en todo el país y organizamos 2.000 audiencias públicas para el mismo número de víctimas.

¿Qué papel jugaron los autores de los crímenes durante el proceso?

Establecimos una plataforma para que los autores  confesaran sus crímenes y recibieran amnistía. Es muy importante reconocer que la amnistía en Sudáfrica surgió por la naturaleza de la transición del apartheid a la democracia: el gobierno blanco no habría permitido la transición a menos que hubiera una amnistía.

Usted ha sido crítico con la amnistía. ¿Por qué?

El problema es que quien comete crímenes atroces no es responsabilizado por su conducta. Las amnistías son contrarias al imperio de la ley y violan nuestro sentido básico de justicia. Ahora, en ciertas circunstancias, la amnistía se convierte en algo inevitable. Sin embargo, ha habido un profundo giro en el derecho internacional de 1994 a 2007: la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha impartido muy buenos fallos, la Corte Penal Internacional ha sido establecida, así que hay una revolución legal que limita la posibilidad de una amplia amnistía como la que se dio en Sudáfrica.

¿Cómo establecer el límite entre la amnistía y un castigo correcto?

No hay una fórmula mágica que se pueda aplicar, pero no se puede simplemente ver cuántos años el autor de un crimen pasará en la cárcel. Hay que definir a la justicia transicional como un paquete compuesto por seis elementos: justicia criminal, búsqueda de la verdad, reparación, reformas a instituciones abusivas, promoción de la reconciliación y establecimiento de una memoria colectiva a través de monumentos y museos. Se deben tomar estos seis elementos juntos y luego intentar lograr el mayor progreso para alcanzar todas estas cosas en un contexto donde ha habido terrible violencia. Es una repuesta completa.

¿Qué logros obtuvieron en la búsqueda de verdad y reconciliación?

Establecimos lo más posible la verdad acerca de lo que pasó. No desenterramos cada uno de los casos individuales. No resolvimos cada asesinato y cada tortura, pero logramos una verdad social. En cuanto a la reconciliación, es muy difícil porque depende del significado de esta palabra. Si reconciliación es el logro de que sudafricanos blancos y negros acepten convivir, sin guerra ni conflicto, eso está pasando. Pero si por reconciliación se quiere decir que se ha eliminado totalmente el racismo, no.

¿Qué efecto tuvo durante las audiencias de la comisión el hecho de que las confesiones fueran públicas?

Tuvo el más importante y fundamental de los efectos. El hecho de que los medios cubrieran lo que hicimos y que estuviéramos en las primeras páginas durante tres años, hizo que la sociedad no pudiera escapar a la Comisión de la Verdad. Los medios tenían acceso a todas las audiencias de las víctimas y a los procedimientos de amnistía, que son lo más parecido a las versiones libres (en Colombia).


¿Cómo reaccionó el público ante este fenómeno?

Este hecho hizo que el público fuera capaz de debatir estas cuestiones y permitió que la gente escuchara a personas confesando crímenes horribles y se preguntara por los responsables y las circunstancias de los hechos. Eso es lo más importante, poder mantener una incesante conversación acerca de la violencia y la violación a los derechos humanos en toda la nación. Nosotros teníamos una programa semanal en televisión que cubría el trabajo de la Comisión de la Verdad. Cada semana resumíamos los hechos relevantes y el programa obtuvo los más altos índices de sintonía.

En Colombia las confesiones no son públicas porque la Fiscalía prefiere verificar su veracidad. En Sudáfrica no sucedió lo mismo...

Nosotros como Comisión de la Verdad no podíamos decir si lo que decían era cierto o no. Era sólo su versión. Pero el público es maduro y entiende esto. Se espera que luego haya periodistas responsables que cubran las versiones de los autores, de las autoridades afirmando o desmintiendo la versión, y luego la de las víctimas. Y así se obtiene una gran conversación pública. La mejor manera de combatir una mentira es someterla al escrutinio público.

Algunos se preguntan si la sociedad colombiana está verdaderamente interesada en que se haga pública la verdad, y se preocupan cuando las confesiones no causan mayor revuelo en la opinión pública. ¿Sufría de este mismo fenómeno la sociedad sudafricana?

En la mayoría de las sociedades, cuando alguien sale públicamente y acepta crímenes atroces, la gente usualmente se interesa y se horroriza. Pero si la gente piensa que este es un proceso cínico del gobierno, que no tiene legitimidad y que va a dejar que los autores de crímenes se salgan con la suya, claramente le darán la espalda. Algo distinto pasas si se ve el proceso como una oportunidad para que la sociedad en su conjunto realice un profundo proceso de introspección en el que se piensen las causas y los responsables de los crímenes cometidos. Si esto se investiga en una forma seria y el público ve que las versiones de los paramilitares están siendo puestas en duda y revisadas correctamente, entonces se volvería interesante. Es una cuestión de credibilidad del proceso.

¿Cómo se logra ese nivel de credibilidad en estas instituciones?

Las instituciones deben mostrar que van a realizar un proceso serio y público. La gente debe sentir que se busca revelar la verdad y que las investigaciones serán sistemáticas y correctas. Que si las investigaciones te llevan a sitios incómodos, los fiscales irán a esos lugares incómodos. Si ellos tratan de controlar el daño y manipular la verdad para asegurar la impunidad, se pierde la credibilidad.

En Sudáfrica muchos autores volvieron a las comunidades a pedir perdón, ¿qué impacto tuvo esta estrategia dentro del proceso?

En una cantidad reducida de casos, los autores pidieron reunirse con las víctimas por fuera de las audiencias de la Comisión. En algunos, las víctimas estaban felices y perdonaban, y en otros no lo hacían, estaban enojados. Pero el objetivo no es que todas las víctimas perdonen; en algunos casos esto es maravilloso, pero hay otros casos donde el simple hecho de que estén teniendo un diálogo, en primer lugar es muy positivo. Porque significa que la gente no se está matando entre sí y al menos están hablando. El perdón es una buena cosa, pero las víctimas tienen el derecho de no perdonar. Me parece más importante que evitemos vivir en una sociedad que acuda a la violencia, incluso cuando estamos muy enojados el uno con el otro.

¿Qué recomendaciones les haría usted a los actores involucrados en este proceso?

Tiene que haber una aproximación sistemática y con mayores recursos en la búsqueda de la verdad en la Ley de Justicia y Paz. También hay una gran oportunidad en la política de reparación. La pregunta acerca de quiénes son los beneficiarios debe ser establecida de una manera muy meditada. ¿Son las personas asesinadas, torturadas, o los familiares de los desaparecidos?, ¿todas las víctimas de desplazamiento? ¿Cómo la reparación y la atención humanitaria se relacionan entre sí? Tiene que ser un proceso que implique una detallada consulta y que la gente acepte la integridad de lo que se ha hecho.

No es sólo cuestión de compensación económica...

Nunca se les podrá dar a las víctimas dinero suficiente. Además, el número de víctimas que hacen parte de este proceso significa que de antemano uno sabe que no estarán satisfechas por la cantidad de dinero que se les dará. Así que la satisfacción de las víctimas tiene que provenir de la percepción de que lo que se está haciendo está motivado por las razones correctas y que ellos acepten las limitaciones que se tienen. Y la única manera en que ellos harán esto es si se les muestra el proceso en que se formulan estas políticas y se les deja participar en él.

Por Juan Camilo Maldonado T.

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