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El conflicto que no deja el Caguán

Hace seis años, el presidente Andrés Pastrana dijo en una alocución televisada que era el fin de la zona de distensión. Hoy, los cinco municipios que la conformaban no son más que un escenario de guerra.

Redacción Judicial
22 de febrero de 2008 - 05:39 p. m.

Seis años después del rompimiento de los diálogos con las Farc, la antigua zona de distensión —42.193 kilómetros cuadrados denominados entonces con sorna como ‘Caguanistán’ por los reiterados abusos de esa guerrilla— es hoy más que nunca un escenario de guerra, donde la población civil sigue a la deriva en medio de la disputa entre el Ejército y las Farc por controlar un territorio que desde hace cuatro décadas ha encarnado el epicentro del conflicto.

El despliegue militar de unos 18.000 uniformados en el sur del país, en desarrollo del denominado Plan Patriota, ha golpeado con fuerza a las Farc. Así lo reveló un documento elaborado por el propio secretariado de las Farc, que fue hallado el año pasado por el Ejército en un campamento de esa guerrilla en el Meta. El informe hace un detallado análisis sobre las repercusiones del Plan Patriota en las filas subversivas.

“Necesitamos unos tres o cuatro años para volver a recuperarnos en hombres, armas, dinero y bienes materiales (...) El control sobre las finanzas de las Farc y la población civil se ha incrementado, perjudicando seriamente las entradas económicas”, son algunos de los apartes del revelador documento, firmado por Manuel Marulanda Vélez y el Mono Jojoy. Aún así, la presencia de la guerrilla en la antigua zona de distensión sigue latente, aunque las autoridades lo nieguen.

El general Jaime Calderón, comandante (e) de la VI División del Ejército, asegura que la antigua zona de distensión quedó en eso: en la historia, y que la Fuerza Pública controla entre el 70 y el 80% de las áreas rurales. Por su parte Róbinson Mora, alcalde de Mesetas (Meta), sostiene que la guerrilla ha tenido que desplazarse hacia zonas rurales y remotas.

Las autoridades de Mesetas, Uribe, La Macarena, Vistahermosa y San Vicente del Caguán coinciden en que la guerrilla ha perdido mucha influencia al tener que retirarse de los cascos urbanos. Sin embargo, el 76% de los habitantes de la antigua zona de distensión viven en zonas rurales y, como es lógico, son ellos quienes padecen los azarosos combates día a día y quienes pueden testificar que la guerra continúa.

Estas confrontaciones han sido el principal motor de desplazamiento forzado en la región. Según un informe difundido hace tres meses por la Acnur, “Caquetá y Meta han visto agravada su situación con posterioridad al levantamiento de la zona de distensión y con la concentración de operaciones militares en su territorio, a partir de 2002”.

El Observatorio de Derechos Humanos de la Vicepresidencia explica en su diagnóstico departamental del Meta de 2007, que entre 2003 y 2006 esta región registró la segunda tasa de homicidios más alta de todo el país. En Mesetas, por ejemplo, la tasa de homicidios fue de 354 por cada 100.000 habitantes, mientras que el promedio nacional fue de 53. La Macarena y Vistahermosa también superaron esa media. Y en Caquetá, en 2002, San Vicente del Caguán fue el segundo municipio más violento del departamento.

Pero la guerrilla no es la única ni la más grave amenaza en la antigua zona de distensión. Pedro Oliverio Guerrero, Cuchillo, un desmovilizado jefe paramilitar que huye de la justicia y que ha instaurado en los Llanos un verdadero narcoimperio del crimen, es hoy por hoy el mandamás de la región. Samael Bravo, secretario de Gobierno de La Macarena, confiesa el miedo que ronda a los pobladores por lo que parece ser una inminente incursión de las Águilas Negras en los próximos días.

Pero hay más: los cultivos ilícitos en la región no han disminuido, se han rotado. El monitoreo de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga muestra que en 2001, en los cuatro municipios del Meta que hacían parte de la zona de distensión, existían 7.418 hectáreas de coca sembradas. En 2006, la cifra se redujo a 2.962.

Sin embargo, si se analiza el panorama global del departamento en ese mismo lapso, la disminución real de cultivos fue de apenas 362 hectáreas. En Caquetá la reducción fue mucho más notoria. En 2001, en San Vicente del Caguán se registraron 1.197 hectáreas de cultivos de coca; cinco años después, la cifra fue de 332.

Militarmente, las operaciones realizadas en la antigua zona de distensión parecen ser un éxito. Aún así, no hay resultados definitivos que den un parte de victoria absoluta a alguna de las partes en conflicto. Mucho cambió en este lugar en los últimos seis años, menos la guerra.

Por Redacción Judicial

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