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Tras el rastro de las muertes en Medellín

Los asesinatos de 18 mujeres en la capital antioqueña y su área metropolitana sí tienen un "hilo conductor": son muertes violentas que, por la crueldad de los hechos, despertaron la alerta local.

Carolina Gutiérrez Torres / Enviada Especial, Medellín
29 de noviembre de 2007 - 10:31 a. m.

En los últimos días fueron asesinadas 18 mujeres en Medellín y su Área Metropolitana. Se rumoró, en un principio, que el autor era un asesino en serie; después, que era una guerra entre bandas del narcotráfico de Antioquia y del Valle; también se habló de una limpieza social que acabaría con prostitutas y prepagos; y ahora, la última versión de la Policía es que todos son hechos aislados.

¿Aislados de qué?, se preguntan las ONG feministas, como la Corporación Mujeres que Crean, que lleva años estudiando la violencia contra la mujer en Medellín. ¿Aislados, cuando la mayoría han sido asesinatos violentos, cuando en los cuerpos de muchas de las mujeres hay marcas de violación y torturas -se pregunta Debbie Patricia Hernández Berrío- cuando muchos de los cuerpos aparecen abandonados con la intención de los agresores de ocultarlos, de buscar impunidad? Esas características corresponden a un ‘feminicidio'.

"Sí hay una conexidad entre esos homicidios: hombres que creen que por su condición tienen el dominio de las mujeres", concluye Hernández Berrío. Asimismo, Diana Gutiérrez Londoño, defensora de derechos humanos de las mujeres, dice que los 18 homicidios "tienen en común en la mente de los asesinos que las mujeres somos objetos usables, prescindibles, maltratables, desechables, violables. Todos coinciden en su crueldad".

El supuesto asesino en serie de los primeros días de noviembre se transformó en crímenes pasionales, violencia intrafamiliar y ajustes de cuentas, algunos por narcotráfico. Estos son los motivos que señalan las autoridades. Pero la ciudad y el país y la prensa internacional seguían escandalizados porque eran 18 mujeres, en 18 días, las asesinadas en Medellín. Mientras en el mismo período murieron también por homicidio 67 hombres.

Las cifras oficiales demuestran que los homicidios de mujeres han disminuido -en 2002 se presentaron 266; en 2003, 159; en 2004, 108; en 2005, 76; en 2006, 54; y hasta agosto 30 de este año se habían presentado 35-. De acuerdo con estas cifras, el escándalo no lo causa el número de mujeres asesinadas sino la frecuencia con la que ocurrieron los hechos en el último mes.

"Temas como el abuso sexual no son discutidos, porque no tocan las fibras de la gente, no hiere tantas susceptibilidades como los asesinatos", dice Piedad Morales, integrante de Vamos Mujer. "Pero en Medellín diariamente dos mujeres son agredidas sexualmente y el 80% son menores de 15 años. De eso no se habla". Además, sostiene que el boom que se le está dando a este tema no es motivado por la preocupación hacia la violencia contra las mujeres, sino que pretende cuestionar los resultados del alcalde Fajardo -que acaba de ganar el premio a la mejor alcaldía del país-, en materia de seguridad.

En el caso de la violencia intrafamiliar, las víctimas no hablan, no se atreven a denunciar. Según Liliana Escobar Gómez, secretaria de Equidad y Género de la Gobernación de Antioquia, "se tiende a creer que como es un tema de orden familiar, se debe tratar en privado".

Un reciente informe de la Policía dice que Lina Rosmira García Carmona, Luz Marina Herrera Pérez y Tatiana Gisela Álvarez Velásquez, asesinadas por sus esposos en este mes de la ‘No violencia contra las mujeres', mantenían discusiones permanentes con ellos por celos. Y en el caso de Tatiana, las peleas con su compañero, El Calvo, eran porque se maquillaba, porque adelgazaba, por bonita.

También se presenta a dos mujeres víctimas de crímenes pasionales: Gloria Irene Ramírez Gómez y Carolina Martínez Urrego. "Cuando se habla de asuntos pasionales, hay una subvaloración de la mujer -dice Liliana Escobar-. Queda la sensación de que las mujeres debían algo, de que no eran buenas compañeras o les eran infieles a sus parejas. Parece que se justificara que el hombre violente a la mujer porque ella se lo buscó".

Aunque el mito del asesino en serie sólo sobrevivió unos días, la leyenda del "hilo conductor" presente en todos los asesinatos se mantiene: tolerancia frente a la violencia hacia las mujeres, silencio de las víctimas, incapacidad para resolver los problemas por una vía no violenta y los rezagos de una cultura patriarcal en la que el hombre domina el cuerpo y hasta la vida de la mujer.

2 de noviembre

Ayer tres mujeres fueron asesinadas en Medellín: Yomary Andrea Higuita Castaño, Nancy Ester Zapata Orozco y Lina Rosmira García Carmona. Hoy, viernes 2 de noviembre, la víctima será Tatiana Álvarez. La encontrarán en el tercer piso de su casa, en la habitación donde dormían ella y su esposo.

Estará acostada en el suelo, boca arriba, con los brazos extendidos. Una cobija cubrirá su cuerpo, vestido sólo con unos cacheteros y una blusa de tiras. La encontrarán al medio día pero yacía muerta en el piso desde las cuatro de la mañana.

Hacía pocos días Tatiana había llegado golpeada al almacén de electrodomésticos donde trabajaba la hermana mayor: Mónica María. Tenía morados en el cuello y en la cara porque Iván Darío Valencia Velásquez, El Calvo, su compañero hace seis años, la había castigado por celos y por ser bonita y por adelgazar ocho kilos y por maquillarse. A la mamá, Amanda Velásquez de Álvarez, ese muchacho nunca le gustó, "deje a ese perro, a ese ladrón, él no le conviene, yo se lo he dicho".

El día antes de morir, Tatiana había estado en el trabajo de Mónica María. Llevaba puesto un pantalón capri morado, una camisa negra y unos zapatos bajitos de charol. "Entró con la misma sonrisa de siempre y me dijo ‘vengo por lo mío' ".

Lo suyo era una tela de cuadros rojos que su hermana le había comprado para hacer el disfraz de colegiala que utilizaría en la fiesta de los brujitos. Llevaría corbata de satín, camisa blanca, medias de liguero y una falda cortica de pliegues. Se haría dos colas altas y ese día, a diferencia de todos los que llevaba viviendo con El Calvo, se maquillaría.

Después de ultimar los detalles del disfraz, las dos hermanas fueron a la cafetería donde almorzaban todos los domingos: Caserola. Tatiana se tomó una Cola-Cola, "ella era cocacolera desde chiquita -contó su hermana- pero la había dejado mucho por la dieta". Mónica pidió un tinto.

"Entonces yo me levanto tempranito y voy a donde mi mamá para que me haga la falda", le dijo Tatiana a su hermana antes de irse. Después le dio el abrazo y el beso de costumbre, de despedida.

Hoy, 2 de noviembre, Mónica amaneció afligida. Hace tres años su único hijo se suicidó. El día empeoró después de dos llamadas que recibió a medio día. La primera fue de su mamá, preocupada porque Tatiana no había llegado para hacer el disfraz; y la segunda de una familiar de El Calvo advirtiéndole que su hermana estaba en peligro.

Mónica llamó a la casa de Tatiana, contestó Camilo, el hijo menor. "No tía, mi mamá no está". "Cami, sus papás como que discutieron ayer. Vaya mire en el cuarto a ver qué pasa". "Tía, la puerta está cerrada". "Empújela". Camilo abrió la puerta y empezó a gritar "mamá, mamá, mamá, qué le pasa". Soltó el teléfono y Mónica, todavía en la línea, sospechó que su hermana estaba muerta.

Cuando Mónica llegó a la casa de Tatiana, en la unidad residencial Laureles de Terranova-Niquía, la entrada estaba cercada por la Policía. Fue uno de los agentes quien le confirmó su sospecha. "Está muerta ¿cierto?", Mónica preguntó. El uniformado asintió.

Tatiana tenía 31 años. trabajaba como vendedora también en un almacén de electrodomésticos. Dejó a dos hijos: Julián Andrés y Juan Camilo García Álvarez, ninguno de los dos son hijos de El Calvo.

12 de noviembre

Ya van 12 mujeres asesinadas en Medellín. Del homicidio de Tatiana Álvarez, el viernes 2 de noviembre, hay un sindicado: Iván Darío Valencia Velásquez, el compañero de ella. Ocho días después del homicidio, El Calvo, como todos lo conocen, confesó ser el autor del asesinato, pero por procedimientos de la justicia que la familia no entiende todavía, está libre. Hoy, 12 de noviembre, encontrarán asesinada a la mujer número 13: Diana Patricia Cárdenas.

La última noche Diana no amaneció en la casa del barrio Aranjuez en la que vivía con su mamá, Otilia Cárdenas, y sus tres hijos: Yuri Vanesa, Luis Hernando y Daniela.

Ese día se había levantado temprano para armar el árbol de Navidad, bonito, con instalación y todo -contó la mamá- que sus patrones le regalaron -Diana trabajaba como aseadora en el edificio Prados del Castillo, en El Poblado-. "Yo le dije que para qué iba a armar el árbol si apenas estábamos en noviembre y ella me respondió: ‘mamá, a mí ya me llegó la Navidad'".

Después salieron ella, su hermana Sandra y una amiga, a comprar un vestido para una bebita que sería la ahijada de Diana en unos días. También compraron dos Cds de música parrandera que Diana quería escuchar mientras se tomaba mediecita de aguardiente que tenía guardada.

Llegó a la casa, puso la música, se tomó algunos traguitos y a las 8 de la noche salió a comprar una Cola-Cola. Estaba estrenando ropa interior y una blusa azul y amarilla, con un gato estampado; tenía puesto un blue jean y unos tacones altos. No usaba maquillaje, sólo cuando estaba enojada con su novio para darle celos.

Luego de que salió de la casa, a las 8 de la noche, sólo la volvió a ver Sandra, la hermana. Eran las 2 de la mañana y Diana llegó a su casa pidiéndole que la dejara amanecer allí. Llegó abrigada con una chaqueta beige que se quitó apenas entró a la casa y le puso a la hermana como almohada. "Ya vengo, voy a comprar algo", le dijo a Sandra después de despojarse de la chaqueta. Y a pesar de las recomendaciones de la hermana, insistiéndole que no saliera, que estaba tarde, que no había ningún negocio abierto a esa hora, Diana se fue.

Hoy, 12 de noviembre, apareció muerta en una casa del barrio La Miranda, cerca de Aranjuez. Estaban con ella Inderson de Jesús -un familiar- y un hombre que al parecer ni ella ni Inderson ni nadie de la familia conocían. La casa en la que apareció desnuda sobre un colchón, con la boca reventada y signos de estrangulamiento, era de la tía del hombre que conocieron ese día.

Llegaron allí a las 7 de la mañana después de pasar la noche tomando cerveza en un billar del barrio y aceptar la invitación del hombre. Llegaron a la casa, siguieron tomando, Inderson se fue a dormir y quedó privado porque al parecer le echaron una sustancia en el trago. Él recuerda que el hombre lo despertó con puños y cachetadas repitiéndole "su tía está muerta, su tía está muerta" -el hombre creía que Diana era la tía de Inderson-.

La dueña de la casa llamó a la Policía y señaló a su sobrino, Jorge Eliécer Echavarría Areiza, como el autor de la violación y el asesinato de Diana.

Ella trabajaba como aseadora. Desde hacía algunos meses estaba dando una cuota mensual para una casa propia, donde vivirían ella, su mamá y sus tres hijos: Yury Vanesa, Luis Hernando y Daniela.

14 de noviembre

A las 16 mujeres asesinadas en este mes, hoy se les sumará Milena Londoño Torres. Llegará por la noche al Hospital Universitario San Vicente de Paúl (HUSVP), con una bala incrustada en el pulmón derecho. Le quitarán la ropa para operarla, ella gritará que le duele y hará movimientos exagerados para no dejarse tocar. La prima, Adriana Cano, quien la acompaña, le dirá: "Milena quédese quietecita que mi Dios la va a ayudar". Segundos después morirá.

Ese día, a eso de las 7 de la noche, Milena estaba conversando a la entrada de su casa con Juliana -la hermana menor- y José: un amigo de la familia Londoño que todos conocen como Peluche. Nadie sabe sus apellidos ni conoce a su familia ni sus amigos.

Sólo saben que es Peluche, que trabaja en un pagadiario, que es muy querido, que lo quieren porque los visita con frecuencia y que hace poco intentaron matarlo, y que de ese atentado un brazo le quedó casi inservible.

Entonces estaban afuera conversando y de esas casualidades que casi siempre ocurren cuando alguien se va a morir, hablaban sobre la muerte. José decía que se quería morir porque no aguantaba la presión y los problemas con su familia. Y Milena dijo -haciendo los planes de su entierro que se cumplirían esa misma semana-, que quería que la cremaran cuando muriera, que la gente no se vistiera de luto y que pusieran la música que a ella le gustaba: porros, rock clásico, Darío Gómez o el Charrito Negro.

Estaban conversando cuando llegó un hombre con un arma disparándole a José, Peluche. Juliana, la hermanita menor, no recuerda al hombre ni el arma, sólo el ruido de los disparos y a una amiga suya, que estaba por ahí también, cayendo al piso. Juliana pensó que estaba muerta, después se daría cuenta de que sólo se había desmayado.

Y en esa confusión de los tiros, de Peluche cayendo al piso, de María Victoria Torres Patiño -la mamá de Milena- gritando desde la casa "Ay Dios mío, le dieron a José"; nadie se dio cuenta de que además de los ocho tiros que le dieron a Peluche, Milena había recibido uno, sólo uno, en la espalda.

Milena salió corriendo, entró a la casa de Adriana, su prima, y mientras daba brincos de desesperación y dolor gritaba "marica, me dieron, me dieron". "Y cuando yo la ‘voltié' para mirar qué le pasaba -cuenta la prima- le vi el ‘diablazo' ahí en la espalda, mero huecote en el pulmón". Cogieron un taxi -la prima y otra familiar- y la llevaron al hospital más cercano, al de Zamora. Ahí las embarcaron en una ambulancia hasta el HUSVP, donde murió. Tenía sólo 27 años y tres hijos: Marisol, Yeraldin y Robinson. Hacía unos meses había conseguido su primer trabajo: aseadora en el nuevo Carrefour que estaban construyendo detrás de su casa en el barrio Madera-Bello.

Por Carolina Gutiérrez Torres / Enviada Especial, Medellín

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