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Del paladar a los oídos: música con vegetales

Lechugas, zuchinis, berenjenas, cebollas, nabos y prácticamente todo el mundo vegetal, son la materia prima con que esta orquesta austriaca hace canciones y llena teatros enteros alrededor del mundo.

Dominique Lemoine Ulloa
01 de enero de 2009 - 07:00 p. m.

Para los doce integrantes de la Gemueseorchester (Orquesta de Vegetales de Viena), las verduras (desde las más típicas y conocidas, como la lechuga, hasta otras más rebuscadas cultivadas en recónditos lugares) adquieren un extraño y nuevo significado.

No se trata de ensaladas, ni de vegetales al vapor ni mucho menos salteados al wok; sería un sacrilegio. Los vegetales, así como jugar con comida, son algo que nunca había tenido resultados tan deliciosos e interesantes: instrumentos hechos a mano y música para los oídos.

Conformada por Jurgen Berlakovich, Nikolaus Gansterer, Susanna Gartmayer, Barbara Kaiser, Matthias Meinharter, Jörg Piringer, Ernst Reitermaier, Richard Repey, Ingrid Schlögl, Marie Steinauer, Ulrich Troyer y Tamar Wilhelm, la Orquesta de Vegetales de Viena es, seguramente, una de las más curiosas y excéntricas del mundo.

Músicos y artesanos de profesión, los integrantes de esta orquesta se dedican a escoger en el mercado todos los días los vegetales con los cuales van a elaborar (tallados a mano) instrumentos musicales y crear nuevos sonidos. El Espectador habló con Ernst Reitermaier, uno de los miembros fundadores.

¿De dónde nació la idea de hacer música con vegetales y de fundar esta orquesta?

Éramos un grupo de jóvenes artistas amigos y ya habíamos hecho varias colaboraciones juntos. En 1998 queríamos crear una presentación para un festival de música y ya teníamos la idea de la orquesta latente hace un rato, así que fuimos al mercado y empezamos a experimentar. Más de la mitad de los que empezamos seguimos con el grupo.

¿Han creado instrumentos que no se inspiren en los  tradicionales?

Creo que hemos inventado más de un centenar de instrumentos de vegetales hasta el momento. Alguno de ellos, como el tambor de calabaza, están relacionados con los instrumentos ‘clásicos’. Otros, como el ‘feepees’, que consiste en una zanahoria o zuchini y un puerro, funcionan distinto y de manera única.

¿Qué es lo mejor y lo peor de tocar con estos instrumentos?

Lo mejor es que se da un sonido orgánico y que las verduras saben bien. Lo peor es que el instrumento sólo dura un concierto, y no es completamente de fiar.

¿Qué tiene o qué ofrece un instrumento vegetal que uno tradicional no?

El instrumento vegetal es biodegradable y hasta es posible comérselo. Es barato y más fácil de construir que uno tradicional y además se puede conseguir y hacer en cualquier parte del mundo.


¿Componen música basándose en vegetales o  sus presentaciones se basan en técnicas de improvisación?

No, nos tomamos mucho tiempo en crear nuevas composiciones para estos sonidos innovadores, así que es bastante difícil. Además, tenemos que inventar todo un nuevo sistema de escritura musical.

¿Cómo ha sido la recepción de su orquesta en el mundo de la música?

Grandiosa, nos piden conciertos en todas partes del mundo.

¿Qué música suelen oír los miembros de la orquesta?

Todos los miembros tenemos gustos distintos, por supuesto, pero todos tenemos en común que nos gusta la música electrónica y experimental.

¿Cuál es el vegetal más extraño con el que han tocado música?

Probablemente con el que estamos experimentando en este momento: pasto de ajo de Asia.

¿Por qué no seguir la manera tradicional de hacer música?

En cierta medida lo que hacemos tiene una ‘tradición’… Compositores clásicos como John Cage, hace una década, han escrito música para cactus, por ejemplo. Si bien tocar violín o batería es válido e interesante, nosotros definitivamente queremos explorar nuevos mundos, nuevos sonidos.

Y eso precisamente es lo que esta peculiar orquesta ha logrado en sus diez años de trayectoria. La Gemueseorchester ciertamente ha logrado ofrecer un mundo musical innovador, lleno de sonidos sorpresivos, curiosos y desconcertantes que si bien puede no gustarle a todo el mundo, sí llama la atención y abruma a más de un melómano de afiliación carnívora, vegetariana o ecologista.

Por Dominique Lemoine Ulloa

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