Nani y su encuentro con Oriente Medio

Lo primero que me contestó la gente cuando mi esposo y yo recibimos la invitación para visitar Irán fue: “¿Estás loca?”.

Nani Mosquera
02 de enero de 2010 - 01:57 a. m.

En general tenemos la idea de que todo lo que está en el mapa un poco más allá de Estambul está en guerra o es peligroso. Algo similar le pasa a la gente cuando les digo que soy colombiana, me miran como una superviviente. Y es por esa idea tan equivocada que tenemos de algunos sitios que decidí arriesgar y viajar.

Empaqué en mi maleta cuatro pañuelos y dos abrigos un poco largos, tal y como lo sugieren en la web de Irán. La página está dedicada a los turistas, aunque el turismo sea prácticamente inexistente; será por eso que está sin actualizar y algunos consejos resultan obsoletos, como: “Nada de maquillaje y llevar siempre pantalones sueltos”.

A pesar de esos consejos, me llevé pantalones de mi talla y algo de maquillaje. Tonta de mí, al llegar a Teherán me encontré con mujeres despampanantes, que han convertido el velo islámico en un adorno más para su cabeza, al que incluso le sacan partido.

 Ya en tierras iraníes coincidimos con varios invitados en que las mujeres son muy atractivas a pesar de ese intento de convertirlas en una negra y larga sombra. El uso del velo empieza justificado por razones de dignidad. Las mujeres que se mostraban en público eran las prostitutas, así que las mujeres de buenas familias decidieron cubrirse la cabeza para marcar una diferencia. Sin embargo, esa intención se ha ido desdibujando con el paso de los años y la llegada de las nuevas generaciones que “customizan” los velos e inventan nuevos estilos bastante llamativos. Para completar su imagen las mujeres usan una gran cantidad de maquillaje, perfilan las cejas y labios, resaltan los ojos y alargan pestañas.

Exagero mucho si digo que la más conservadora era yo, pero no era ni mucho menos de las más modernas, a pesar de eso, en donde sí noté una gran diferencia fue en el trato que me dispensaron los hombres. En algún sitio está ese gran hermano que todo lo controla en Irán, se siente su presencia en cada momento, sospecho que habrá gente que va corriendo a decir: “Fulanito le toco la mano a esta señora y debe ser castigado”. Lo cierto fue que al pasar el control de pasaportes, extendí mi mano al organizador del evento de caricatura en Irán y éste se llevo una mano al pecho diciendo: “Lo siento, no puedo darle la mano”, desde ese momento aprendí a saludar a todo el mundo con una pequeña venia. Este protocolo duró hasta que me presentaron a otra mujer. Entre mujeres el cariño y la cercanía son diferentes, entre mujeres te puedes tocar, te ayudan a poner el pañuelo, te dan besos, te cuentan cosas íntimas que a veces ni entendía, pues ni mi inglés, ni el de ellas, era el mejor. Entre hombres pasa un tanto de lo mismo, se abrazan, se besan... tres besos y alguno de ellos puede ser en la boca y andan por la calle tomados de la mano. Esto me sorprendió mucho, pues se sabe que en Irán la homosexualidad no es bien vista y al preguntarle sobre el tema a mi traductora, me dijo que eran amigos sin ninguna connotación sexual.

Me molestó que los hombres puedan llevar pantalones muy ajustados, chaquetas cortas, pelos de punta, camisas ajustadas, no usan corbata... nada de ataduras para los hombres... en fin.

Hubo momentos en los que me sentí desorientada, los hombres dejaron de ser importantes para mí ya que me trataban “con lejanía”. Sin embargo y haciendo caso omiso a la situación, derramé alguna lágrima cuando abrace a una nueva amiga al despedirme en mi viaje de regreso.

Agradecí el momento en el que puse un pie en el avión y pude quitarme el pañuelo de la cabeza. Sentí que coartaron mi libertad y además tenía que estar superarreglada todo el tiempo para no parecer la hermana fea de Tola, con ese pañuelo ocultando mi cabello y mi cuello. Incluso en algún acto público, el pañuelo se deslizó de mi cabeza y note cómo alguien desde el otro extremo se acercó corriendo y le habló a la mujer que estaba a mi lado. Ella me indico que mi pañuelo se había caído. Me sentí como si estuviera haciendo un strip-tease de cabeza, mientras dos hombres sobre el escenario se besaban.

En general, Irán es un país espectacular, con una cultura riquísima, con tal vez el mejor diseño gráfico del mundo —la prohibición de utilización de imágenes de mujeres hace que todo sea más sofisticado—. Las mezquitas, los mosaicos y los tapetes son para quedarse con la boca abierta, no se siente la crisis económica y no sé si estarán pensando en abrirse a Occidente; pero no lo necesitan. Fue una gran experiencia conocer el planeta Irán, segura de que así como ellos me parecen marcianos en su comportamiento, nosotros lo somos para ellos.

No podría hablar claramente en defensa de los derechos de la mujer en Irán porque el uso del pañuelo, aunque es obligatorio, pude constatar preguntando a las mismas mujeres que a algunas les gusta, les parece cómodo y digno.

Por otro lado, existe una enorme variedad de estilos, el “pañuelo” que cubre desde la cabeza hasta los pies y se pone sobre la ropa normal; es decir que debajo van vestidas de occidentales. Los pañuelos occidentales normales estampados que se anudan debajo de la barbilla, o las “escafandras”, como yo las llamo, son piezas muy similares a las que usan nuestras monjas y que se consiguen en el mercado por un valor de tres dólares con un amplio surtido de colores. Es un burka corto, que deja libre toda la cara y que tiene una costura en la parte frontal, se usa sobre todo para trabajar. Una mujer iraní puede tener un amplio surtido de pañuelos, largos, cortos, de colores. El tema está en que no pueden elegir la opción de no ponerse uno al comenzar el día y otras ni se lo plantean, han vivido con él toda la vida y tiene muchos y variados significados.

Antes de defender o criticar las conductas de otros países hay que conocer muy bien sus códigos internos, sus comportamientos en distancias cortas, las razones ideológicas y los trasfondos sociales. A pesar de la defensa que hago casi a diario de los derechos de la mujer occidental, hoy puedo afirmar que a mí Irán, !me gustó!

Por Nani Mosquera

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