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Autonomía del Tíbet, una causa de 50 años

Dalai Lama orienta a su pueblo desde el exilio.

Redacción Internacional
10 de marzo de 2009 - 11:00 p. m.

Desde entonces su líder político y espiritual Tenzin Gyatso, más conocido como el Dalai Lama, envejece por el mundo defendiendo el derecho de volver a su país en libertad. China dice que en 1959 liberó del feudalismo a una región que dominó desde el siglo XIII. Los tibetanos reclaman soberanía y de cierta manera el mundo reconoció la legitimidad de su lucha en 1989, al serle concedido al Dalai Lama el Premio Nobel de Paz.

El territorio del Tíbet es hoy un escenario para el despliegue de policía y fuerzas fronterizas, y su presidente Qiangba Puncog (ligado al régimen de Pekín) cree que las necesidades de la región imponen “más fuerzas de seguridad”. El Dalai Lama admite que prepara su retiro de los asuntos políticos de su nación ocupada, pero que hasta su muerte persistirá en la causa del Tíbet porque si bien hay avances, hoy un extranjero gobierna en Lhasa, la capital de un país que durante muchos años ordenó sus destinos como una teocracia.

La misma que reivindican organizaciones tales como la ONG independentista Estudiantes por un Tíbet Libre, que desde esta semana prepara e impulsa protestas pacíficas en Washington, Nueva York, San Francisco, Los Ángeles, Londres, Dublín, París, Berlín, Bruselas, Viena o Roma, para que no se apague en el mundo la antorcha que, como “un espíritu misericordioso de las montañas”, lleva el Dalai Lama en su peregrinaje por los cinco continentes. La de un Tíbet plenamente autónomo, como lo conoció en su niñez y vio opacar militarmente hace medio siglo.

Su nuevo hogar está en el norte de India, en Dharamsala, en las nevadas cumbres del Himalaya, que él mismo denomina  “pequeño Tíbet”. Desde allí ejerce su condición de “poderoso en la palabra y divinamente sabio”. Entiende que su causa es esencialmente espiritual como decimocuarto Dalai Lama de la línea de predicación del budismo tibetano, pero el destino lo puso a desarrollar otra misión histórica no menos importante: ejercer el liderazgo de seis millones de tibetanos esperanzados en recobrar el norte cultural y político de sus maestros y ancestros.

Una causa que emprendió el Dalai Lama, disfrazado de soldado y sin gafas, en una madrugada de marzo de 1959 que precedió su frenética huida durante 14 días hasta cruzar la frontera con India, y que hoy cuenta con miles de simpatizantes en el mundo. Los mismos que el año pasado protagonizaron las más duras protestas de los últimos tiempos y ahora en Europa o Estados Unidos le recuerdan al mundo que el Tíbet libre vive en la conciencia de todos los defensores de su legado. Incluyendo los niños monjes que se preparan diariamente para ratificarle al Dalai Lama que sigue siendo su líder supremo.

Por Redacción Internacional

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