En cuestión de 24 horas, Massimo Tartaglia, el hombre que le lanzó a Silvio Berlusconi una réplica del Duomo de Milán, quitándole dos dientes, se convirtió en un nuevo héroe en la red social Facebook.
Más de 65 mil personas forman ya parte de su página de seguidores, y muchas de ellas le han enviado mensajes solidarios. Tartaglia, quien aseguró que buscaba con ese acto liberar a Italia de Berlusconi, llevaba más de 10 años recibiendo tratamiento psiquiátrico.
En el hospital San Raffaele de Milán, donde pasó la noche en observación, el Primer Ministro, de 73 años, le dijo a sus seres queridos que no entendía “de dónde provenía tanto odio hacia él”, según informó ayer desde Roma el corresponsal de El País, de España.
“Más allá del dolor físico le hace sufrir el odio político que se ha transformado en agresión. Lo que trasluce es el dolor interno de un hombre que no comprende el porqué de este odio”, dijo públicamente Renato Schifani, presidente del Senado italiano tras visitar a Il Cavaliere en el hospital.
El golpe a Berlusconi ha desatado una lluvia de acusaciones en la política italiana. Tanto opositores como partidarios del primer ministro salieron ayer a denunciar el clima de tensión y agresividad en el que transcurre la política italiana.
“Berlusconi es víctima del gesto aislado de una persona psicológicamente frágil y es evidente que no existe algún instigador. Si se quiere hacer una honesta reflexión sobre el clima político, todos se tienen que sentir responsables, incluidos el presidente del gobierno y su mayoría”, dijo Rosy Bindi, presidenta del primer grupo opositor, el Partido Demócrata (PD).
Aunque todos los sectores rechazaron el ataque, unos y otros se acusaron de profundizar el clima de intolerancia política en el país.