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La coca y el alto impacto ambiental

La Vicepresidencia de la República comenzará una campaña internacional para divulgar los daños ambientales que la siembra de estupefacientes ha producido en las selvas colombianas.

Diana Carolina Durán Núñez
31 de agosto de 2008 - 05:42 p. m.

Que los cultivos ilícitos afectan los suelos colombianos es más que sabido. Al menos, esa es la percepción general. “Pero no crea —dice el vicepresidente Francisco Santos Calderón—. En el mundo, los que consumen drogas no tienen idea”. Es por eso que el pasado jueves 28 de agosto el Vicepresidente invitó a 10 representantes de países emblemáticos en la lucha contra la droga, al representante de la oficina de la ONU contra las drogas y el delito, Aldo Lale, y al contralor general, Julio César Turbay. El Espectador acompañó a este grupo, cuya misión era contemplar sobre el terreno el daño que las plantaciones de coca le han causado al parque natural La Macarena, departamento del Meta.

La cita fue en la base antinarcóticos de San José del Guaviare. Diplomáticos como William Brownfiled, embajador de Estados Unidos; Marion Kappeyne, embajadora de Holanda; James Dauris, ministro consejero del Reino Unido, y otros delegados de México, España, Suiza, Alemania, Rusia y la Contraloría, asistieron al encuentro. “Colombia ocupa el noveno lugar, entre 149 países, en el listado del Environmental Performance Index (Índice del Comportamiento Ambiental) realizado por la Universidad de Yale”, dijo Héctor Bernal, coordinador del grupo de estudios y relaciones internacionales de la Dirección Nacional de Estupefacientes.

“Sin embargo —continuó Bernal—, los cultivos ilícitos están acabando con esa riqueza natural. El parque de La Macarena es un buen ejemplo. Las microalgas que hacen que Caño Cristales se vea de colores se mueren a la menor alteración. Por eso, ésta y otras bellezas están en peligro de extinción”. Según explicó el científico, entre 2003 y 2007, en esta sierra se han utilizado unos 66 millones de litros de gasolina, unos 115 mil de solución de amoníaco y unos 39 mil de ácido sulfúrico para la producción de base de coca; asimismo, para el refinamiento de la misma se han utilizado cerca de 9 mil litros de ácido clorhídrico, 477 mil litros de acetona y tres toneladas de permanganato de potasio.

De acuerdo con Bernal, estos químicos han acelerado la destrucción, en las últimas dos décadas, de 8.000 hectáreas de parques naturales, las cuales tardarán entre 50 y 150 años para recobrar su estructura vegetal. En estas zonas, en cada hectárea se pueden reunir hasta 600 especies diferentes de plantas, que desaparecen por la siembra de la hoja de coca. “La


Macarena es el laboratorio biológico del planeta más impactado con cultivos ilícitos”, dijo el investigador. Según el último monitoreo de plantaciones ilegales de la ONU, en esta sierra, en 2007, se registraron 1.258  siembras ilícitas. En proporción, es el 0,1% del área total del parque. No obstante, no deja de ser alarmante.

No en vano La Macarena fue el sitio en el que comenzó la erradicación manual, en enero de 2006. El Gobierno ubicó 930 jornaleros en la zona y el programa empezó a ejecutarse. Sin embargo, en agosto de ese año, el proyecto sufrió dos reveses: seis campesinos vinculados a éste murieron por la explosión de una mina y otros siete resultaron heridos. La reacción oficial fue inmediata y drástica: fumigar La Macarena. Además, a fin de ese mes, la ONU divulgó las cifras de su monitoreo anual: en 3.354 hectáreas del parque había cultivos ilícitos. Un 20% que lo estimado el año anterior. La cólera presidencial sobre el tema se hizo sentir. Aunque la decisión fue considerada una atrocidad, el Primer Mandatario no dio marcha atrás.

Ya no en La Macarena, pero el glifosato continúa siendo la principal arma en la guerra contra el narcotráfico. Sin embargo, a pesar de las bondades que sus defensores destacan, ningún otro país en América ha aceptado rociar sus terrenos con este químico. En las zonas fronterizas, la aspersión aérea ha sido criticada fuertemente. Tanto así, que Colombia se tuvo que comprometer con Ecuador a no fumigar 10 kilómetros antes de la línea limítrofe que separa a los dos países. Y aunque en los últimos años se han visto con frecuencia quejas de campesinos cuyas siembras legales se ven afectadas con las aspersiones aéreas, el general Álvaro Caro, director de Antinarcóticos, afirmó que éstos tienen suficientes mecanismos para defenderse en situaciones así.

El jueves pasado, el Vicepresidente no centró su discurso en el debate de las fumigaciones aéreas. Lo hizo sobre el daño que los cultivos ilícitos les están causando a las selvas nacionales. “Nosotros hicimos estos cálculos: por cada hectárea de coca que se siembra, tres de bosque son taladas. Por cada gramo de coca que se consume, cuatro metros cuadrados de bosque desaparecen”, expresó Santos Calderón. El alto funcionario aseguró que duda de que este año se cumpla la meta de hectáreas erradicadas manualmente, que es de 100.000, pero cree que se llegarán a las 80.000: “Las minas y la dispersión de cultivos a zonas marginales han dificultado la labor”.

En lo que va corrido del año, expuso Santos a los diplomáticos, se han eliminado 156.121 hectáreas de coca, lo que ha evitado la producción de 268 toneladas de coca. Pero insistió en el daño que se está causando al medio ambiente. Por esta razón, su despacho ha propuesto comenzar una agresiva campaña transnacional, con la que se divulguen mundialmente los perjuicios que los narcóticos producen a la flora y fauna colombianas sobre las especies que se están poniendo en peligro de extinción. “En Europa creen que la coca es una droga sin víctimas, y no es así. Queremos conseguir voceros, hacer un documental. Nos falta vincularnos con ONG ambientalistas, lo reconozco. Pero lo importante es que el tema llegue a los consumidores”, concluyó el Vicepresidente.

Por Diana Carolina Durán Núñez

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