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“Que la letra impresa jamás muera”

Ernesto McCausland ahora es editor general de ‘El Heraldo’.

El Espectador
18 de enero de 2010 - 10:50 p. m.

Un recuerdo de su primera etapa en ‘El Heraldo’. 

La bohemia con Marco Schwartz, Alba Pérez, Mauricio Vargas, Roberto Pombo, Polo Palencia y tantos buenos amigos.

Su mentor.

Juan B. Fernández Renowitzky.

Su mejor discípulo.

Juan José Londoño.

Un lugar descrestante.

Grecia.

Uno al que no volvería.

París, para jamás borrar el encanto que tengo alojado en la memoria.

Una embarrada.

Equivocarme en una pregunta a Uribe sobre las Farc.

Su mayor alegría.

Las sonrisas de mis dos hijas.

Su mayor anhelo.

Que la letra impresa jamás muera.

¿A quién le gustaría entrevistar?

A alguna viejita de 100 años que no sabe que me espera en algún pueblo de la Costa.

Una chiva.

Todas las del crimen Viñas en este mes de enero.

Una chiviada.

No recuerdo, pero debieron ser muchas porque hubo malos despertares en mis tiempos de reportero.

¿Prensa, radio o televisión?

Cada cual en su momento, pero debería responder que prensa.

El mejor cronista del mundo.

Gabo, quitándole algunas mentirillas.

Un periodista colombiano que admire.

Germán Castro Caycedo.

Su libro de cabecera.

El último suspiro del moro, de Rushdie.

La historia que lo hizo llorar.

La liberación del sargento Marulanda, rescatado junto con Íngrid.

¿Y la más divertida?

El vendedor callejero de hamburguesas que desafió a McDonalds.

La novia que más recuerda.

Ana Milena, siempre Ana Milena.

Un titular para el referendo hoy.

“¿Dónde están los 7 millones y pico?”.

Su película preferida.

Mephisto.

Lo que tiene en mente.

Cómo conciliar un evento de carnaval y una masacre en primera página.

El personaje que más lo cautivó.

Héctor Lavoe.

¿Qué le falta al periodismo colombiano?

Imaginación de la sana.

¿Y qué le sobra?

Pasión.

La mejor escuela de periodismo.

El Heraldo de Olguita Emiliani.

¿En qué época de la historia le hubiera gustado vivir?

La Barranquilla de hace cien años.

El episodio histórico que más lo seduce.

La rebelión de los palenques.

Una frustración.

No haberle hecho una gran entrevista a Alejo Durán.


Su mejor crónica.

Si no dijera que la más reciente (sobre el asesinato del líder de los pescadores en Bocas de Ceniza), concluiría que estoy estancado.

La que le falta por hacer.

En la que celebro el fin de la fiesta brava.

La que menos le ha gustado.

La de la muerte de mi tío José Raimundo Sojo Zambrano, escrita con el alma desgarrada.

La historia que tiene entre el tintero.

¿Cómo es un hippie a los 70 años de edad?

¿Ron, whisky o cerveza?

Lo primero en Cartagena, lo segundo en La Guajira, lo tercero en Barranquilla.

¿Hamaca o cama?

Lo primero en La Guajira, lo segundo en Barranquilla.

Lo mejor de ser costeño.

Tenerle pereza al mar.

¿Qué les diría a los periodistas jóvenes?

Que lean más y preñen menos.

El mejor momento del día para escribir.

Las tardes del río que me incitan desde mi ventana.

¿Qué lo inspira?

Un buen vallenato viejo.

Una anécdota como periodista.

La inventó Gossaín. Dijo que yo una vez quise armar un escándalo porque los vestuarios del Country Club en Carnaval eran de contrabando.

¿Cómo conquista?

A mi esposa la conquisté con noticas de tres líneas.

¿Y cómo lo conquistan?

No respondiendo las noticas.

El vallenato que más le gusta.

El último embaucador, del maestro Durán Escalona.

¿Sobre qué no escribiría?

Imponerle a alguien el amor por mi Dios.

Lo que un periodista no debe hacer.

Dejar de dudar.

¿De qué se arrepiente?

De no haber hecho 2.000 crónicas en ‘6AM’ de Caracol, hice 1.200.

Por El Espectador

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