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Creando y aprendiendo al estilo Reggio Emilia

Este método italiano, novedoso en Colombia, busca desarrollar la autonomía y el liderazgo de los niños menores de seis  años.

Sara Araújo Castro
18 de febrero de 2009 - 11:00 p. m.

Fueron principalmente las mujeres de Reggio Emilia (capital de Emilia Romagna, región del centro de Italia), viudas y empobrecidas tras la Segunda Guerra Mundial, quienes tuvieron la iniciativa de replantear la educación para sus niños no escolarizados, menores de cinco años. Con lo poco que tenían a la mano y con el apoyo del pedagogo Loris Malaguzzi, los padres de familia como parte integral de la vida escolar y con la certeza de que era necesario trabajar con niños bien nutridos y por el medio ambiente, iniciaron una escuela que sirvió de modelo para que la administración pública de la región Emilia Romaña abriera nuevos centros de atención de manera que las madres pudieran salir a trabajar.

Con el paso de los años los procedimientos que usaron en esta primera escuela se replicaron en los colegios públicos de Reggio Emilia, hasta convertirse en un método que lleva el nombre de la ciudad. En un país donde la educación estaba en manos de la Iglesia Católica, como lo era la Italia de la posguerra, este método laico y casi subversivo en sus planteamientos (por la gran autonomía que se le da a los niños) se convirtió en un gran aporte a la enseñanza preescolar.

Así como fue revolucionario a principios del siglo XX, el método creado por la romana María Montessori, en el que se revalora al niño y se trabaja su autonomía, el método Reggio Emilia se ha convertido en centro de estudio a nivel mundial en las últimas dos  décadas, particularmente en la Universidad de Harvard, donde encontraron que los principios del Reggio Emilia son fundamentales en la educación de la primera infancia.

En las escuelas aeioTu (como se les denomina a las que usan este método) es primordial trabajar además de la formación, la nutrición de los pequeños, pues es esencial para el aprendizaje. Las artes y la creatividad se convierten en herramienta indispensable para que los pequeños desarrollen sus habilidades, en todas las áreas (prematemáticas ciencias, lenguaje); por esto todo se trabaja a partir de proyectos creativos que cada niño lleva a cabo de manera individual o en pequeños grupos. Y el proceso tiene un papel tan importante como el resultado, de manera que el registro de cada etapa en carteleras que están a la vista de todos es otro pilar de la formación.


Reggio Emilia en Colombia

Aunque algunos colegios privados como El Parrish, en Barranquilla, y Los Portales, en Bogotá, trabajan con esta metodología, ahora este tipo de escuelas ha llegado a niños de escasos recursos sin importar los costos de la educación.

Desde hace un mes, los niños del barrio La Playa (una zona deprimida de Barranquilla) llegan a su jardín aeioTu, entran a la zona de asambleas de su salón (en donde estudian un promedio de 30 niños con tres maestras) y allí se saludan, cantan canciones, cuentan noticias. Luego, en las paredes del salón encuentran las fotos y el registro de lo que estuvieron haciendo la semana anterior. Se separan en grupos y siguen trabajando en ese proyecto que están desarrollando: puede ser un dinosaurio, la mesa de agua que tiene arena, conchitas y tapas de botellas simulando el fondo del mar con contaminación y todo, la casa de un animalito que es su mascota o una obra de teatro.

Aunque no superan los cinco años, estos pequeños ya tienen la disciplina para trabajar solos en sus propios proyectos, experimentar con materiales y llevar a cabo una “investigación” liderado por sus tutores y el artista que los asesora en términos de materiales y técnicas.

Este colegio, ubicado en la Fundación Pies Descalzos de Barranquilla, forma parte de la red de colegios aeioTu que lidera la Fundación Carulla, de la mano de su directora, Nathalia Mesa, y la directora pedagógica, María Adelaida López.

“Cuando la fundación decidió apostarle al trabajo por la primera infancia, se estudiaron muchos métodos pedagógicos y llegamos a la conclusión de que el Reggio Emilia es tal vez el mejor para empoderar y formar niños líderes, autodisciplinados y felices”, cuenta Rocío Gómez, directora de comunicaciones de la Fundación.

“Nuestro objetivo es poder llevar educación de calidad a todos los niños sin importar la capacidad económica de sus padres —explica Nathalia Mesa, directora de la Fundación— , por eso creamos un sistema de subsidios cruzados, de manera que los colegios de estratos cinco y seis subsidiarán parte de la educación de los niños de estratos uno y dos”.

Por esto, la  misma escena se repite en un colegio en el exclusivo sector de El Nogal en Bogotá, donde los padres de familia de estos pequeños entre los tres meses y los cinco años saben que con la matrícula de sus hijos financian una educación equivalente para niños de escasos recursos en otros sectores del país. “Hay padres que quieren que sus hijos estudien en el aeioTu de El Nogal sólo por el hecho de participar en la educación de niños de escasos recursos”, continúa Rocío.

A diferencia de los otros métodos de educación preescolar, el Reggio Emilia busca que los niños encuentren por sí mismos el conocimiento, experimentando, jugando y descubriendo. El maestro y el tallerista (un artista que los asesora con los materiales y las técnicas) están sólo para darles orientación y para registrar el proceso de aprendizaje: “Esto quiere decir que los docentes no están encima del niño, sino que lo apoyan, están debajo de él sosteniendo su aprendizaje, además van registrando el proceso; y aunque hay claramente unos logros que considerar, el currículo no está preestablecido sino que se va transformando”, cuenta Gómez. 

Precisamente, es ese énfasis en el trabajo individual, en los pequeños grupos y en el uso de materiales de arte—principalmente reciclados—, lo que hace el método bastante costoso (por niño, al año puede ser entre $2’800.000 y $3’500.000, dependiendo de la ciudad) para ser implementado en escuelas de bajos recursos. “Cuando Nathalia me contó que iban a traer el método Reggio Emilia, me pareció increíble porque es muy costoso. Pero se ha logrado hacer muy bien tanto con recursos de la fundación como con el sistema de subsidios”, narra Rocío, que conocía de este método porque ya había trabajado en proyectos de primera infancia a nivel internacional.


El equipo de trabajo se completó con María Adelaida López, una artista que, gracias a su interés de trabajar con niños, terminó metiéndose de lleno en el método Reggio Emilia en un colegio en Miami hace más de ocho años y que llegó al país como directora pedagógica para todo el proyecto.

Ahora, como lo hicieron hace 60 años las madres de Reggio Emilia, Nathalia, María Adelaida, Rocío y los miembros de la Fundación Carulla están liderando un primer movimiento de lo que podría ser una revolución en educación en el país. Posiblemente, las bondades que para los habitantes de la región emiliana se derivaron de este trabajo en equipo entre padres, docentes y niños, se vea en pocos años en este país, con niños que muestren un mayor liderazgo y una mayor disciplina a la hora de  estudiar.

Loris Malaguzzi

En 1991 la revista ‘Newsweek’ declaró que los jardines infantiles de la región Reggio Emilia son los mejores del mundo. A partir de este momento, la iniciativa de las madres emilianas, que con el apoyo y la metodología de Loris Malaguzzi (1920-1994) dieron forma a estas escuelas, se convirtió en un método de exportación para Estados Unidos y el mundo.

Malaguzzi es el iniciador e inspirador de la aventura educativa reggiana. Un maestro y pedagogo que dedicó toda su vida a la construcción de una experiencia de calidad educativa basada en una enorme escucha, respeto y consideración de las potencialidades de los niños y niñas. Después de la Segunda Guerra Mundial, su trabajo se desarrolló en las escuelas infantiles y estaba dirigido a pequeños  de 0 a 6 años. Su objetivo era prestar  un servicio público municipal que ofreciera a los niños y sus  familias  la posibilidad de aprender democráticamente en una comunidad educativa.

Una artista para los niños

María Adelaida López, de origen paisa, se formó como artista plástica. Durante algunos años trabajó en Nueva York como docente universitaria, en donde empezó a cuestionarse acerca de los principios formativos de los niños. “Cada año me llegaban estudiantes más apáticos y desinteresados”, cuenta la directora pedagógica de la Fundación Carulla. Esta experiencia la llevó a descubrir un método de enseñanza enfocado en la creatividad y el trabajo artístico: el método Reggio Emilia.

En un cruce de coincidencias, López llegó a Miami a trabajar en un jardín con esta metodología hace más de ocho años y se convirtió en una experta en la materia. Por esto, nadie mejor que ella para dirigir el proyecto pedagógico que pretende promover en Colombia este método en todos los estratos económicos.

Por Sara Araújo Castro

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