“Nosotros en este barrio le tememos a la Policía. Los policías no se dirigen a nosotros con palabras amables, sino con palabras obscenas. Maltratan a la gente física, verbal y emocionalmente”, asegura Liseth Payares, habitante del barrio San Francisco, en Cartagena. El pasado 24 de agosto ella vio cómo se materializaba su miedo, luego de que su hijo, Harold Morales, muriera por el disparo de un agente de la Policía en hechos que todavía no se han esclarecido. La Alcaldía le pidió a la Fiscalía y la Procuraduría que le den prioridad al caso para conocer qué pasó y determinar responsabilidades.
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En diálogo con este diario, Payares explica que su hijo no estaba viviendo en Cartagena y que, de no ser por la pandemia, tampoco estaría allí. Deportista de la Liga de Bolívar, Morales había logrado con 17 años ingresar a un equipo profesional de fútbol y estaba viviendo en Cali hasta que el nuevo coronavirus detuvo por completo los deportes y tuvo que regresar a la casa en la que creció. Sus padres, que trabajan en las playas del turístico sector de Bocagrande, también se quedaron sin ingresos al poco tiempo por la emergencia sanitaria. Harold Morales se ofreció a trabajar y allí comenzó todo.
“Mami, dame permiso para irme al lavadero y hablar con el señor para que me deje lavar ahí para tener algo para ayudarte”, recuerda Payares que le dijo su hijo. Ella le dio su venia y el dueño del lavadero de motos y carros que queda a pocos pasos de su casa lo dejó comenzar a trabajar allí. El 24 de agosto, el último día con vida de Harold Morales, llevaba dos semanas de trabajo en el lavadero. “Él se iba todas las mañanas y regresaba a las ocho, nueve de la noche. A veces venía al mediodía para almorzar o para traernos algo para hacer la comida en la tarde”, dice su madre.
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El 24 de agosto no pintaba diferente. Harold Morales salió temprano de la casa y se fue al lavadero. Allí, siendo 4:30 de la tarde, se encontró con su hermano menor, de 14 años, y le pidió que le ayudara secando una moto. Así hizo el pequeño, cuando de repente vio que llegaban tres patrulleros. “Él dice que dos de ellos se acercaron a Harold y que cuando volvió a levantar la vista uno de los policías le dio una cachetada mientras el otro le empezó a pegar patadas”, dice Liseth Payares, reproduciendo lo que su hijo menor contó que vio. “Obviamente, su reacción fue zafarse y salir corriendo”, continúa.
Según Payares ha podido reconstruir de lo que le cuentan su hijo menor y varios vecinos, Harold Morales salió corriendo hacia un terreno abandonado detrás del lavadero mientras dos policías lo perseguían: uno en moto y otro a pie. “Cuando pasa eso, a mí me vienen a avisar a la casa: ‘corre, nena, que los policías tienen a tu hijo allá’. Yo salgo, pregunto por dónde me meto. Pedí un minuto para llamar a un tío de él a avisarle lo que está pasando, y en cuestión de segundos, mientras le cuento, escucho un disparo”, agrega la madre.
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Payares, en medio de la angustia, gritaba pidiéndoles indicaciones a sus vecinos de qué rumbo había tomado la persecución. Así llegó al terreno. “Vi a los tres policías arriba en el monte, pero a mi hijo no lo visualizaba. Miueré otra vez y a mi hijo lo traían cargado boca arriba por manos y pies. Yo miré que mi hijo no tenía sangre ni nada, pero no venía con los ojos abiertos ni venía hablando. O sea, venía inconsciente”. La madre pensó que le habían dado un golpe fuerte a su hijo, pensó que estaba desmayado.
Antes de que pudiera hacer preguntas, a Harold Morales lo subieron a una patrulla, según su madre, quien se paró en frente para que la dejaran ir a donde fuera que se llevaban a su hijo. Payares se alejó del vehículo policial, caminó hacia uno de los patrulleros que reconoció y que todavía estaba en el terreno abandonado, y comenzó a reclamarle: “¿qué le hicieron a mi hijo?, ¿qué le hicieron a mi hijo?”. Antes de que le dieran una respuesta, la patrulla aceleró y se lo llevó.
“Se formó una trifulca y llegaron policías de todas partes. Yo en medio de mi angustia no sabía qué hacer y solo le decía a la gente que grabara todo lo que estaba pasando. Yo escuchaba que la gente les gritaba: ‘así no es, eso que ustedes hicieron no se hace’”, cuenta ahora Payares. En un punto, los agentes comenzaron a dispararles balas de paintball a la madre de Harold Morales y los vecinos que salieron a apoyarla. Ella, como pudo, salió, se montó en una moto y fue a buscar al padre de su hijo. Fueron juntos al CAI del barrio, pero no les dieron mayor razón.
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Ella volvió a su casa, se cambió y, de salida, recibió una llamada en la que le avisaban que su hijo estaba en el Centro de Salud de Canapote, otro sector de Cartagena. “Cuando llegué allá venía saliendo el papá de mi hijo. De una me dijo: ‘lo mató’. Yo le dije: ‘¿pero por qué?, ¿qué le hizo?’. Le habían disparado y murió por ese disparo”, cuenta Payares. Ya no había nada qué hacer. Regresó a casa, angustiada, y al encender el televisor vio en las noticias la versión de la Policía: “dijeron que eso había sido un encuentro de pandillas y que la Policía llegó atendiendo un llamado, lo cual no es cierto”.
Consultados por este diario, la Policía de Cartagena dijo que las investigaciones disciplinarias para esclarecer lo ocurrido van avanzando. “Versiones de vecinos del sector, familiares y testigos, junto a los policías que participaron en este hecho, están aportando información dentro de la investigación. Los resultados serán presentados por la Inspección General de la Policía”, dijo recientemente en declaraciones el general Henry Armando Sanabria, comandante de la Policía de Cartagena, quien prometió imparcialidad en el proceso.
Asimismo, el secretario del Interior de Cartagena, David Múnera, ha estado en contacto con la familia de Harold Morales. “Recibí la denuncia de los familiares y procedí en el día de ayer a solicitarle a la Fiscalía y a la Procuraduría que abrieran las investigaciones correspondientes y que den resultados en el mayor tiempo posible”, le dijo Múnera a El Espectador. “La Policía asegura que el joven no estaba desarmado, que hubo un enfrentamiento y que los agentes reaccionaron. Al ser versiones tan contrarias, necesitamos que los entes de control esclarezcan lo sucedido”, agregó el funcionario.
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Mientras tanto, los vecinos, amigos y familiares de Harold Morales cumplen ya una semana protestando por lo sucedido. Con camisetas blancas y pancartas pidiendo justicia se han dado cita ya varias veces para recorrer calles de La Heroica. El próximo encuentro será este 2 de septiembre al frente del lavadero donde trabajó Morales y, luego, el sábado en otro sector de Cartagena. Con la consigna “basta de abuso policial” piden que casos como este no se repitan.
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— Temblores ONG 🐘 (@TembloresOng) September 1, 2020