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Justicia

José Fernando Isaza
18 de septiembre de 2014 - 02:51 a. m.

Ferdinand Von Schirach (Múnich, 1964) es un abogado penalista, escritor de cuentos y novelas basadas en su experiencia profesional.

 Una es El caso Collini, que empieza con un crimen en el cual el asesino está identificado desde el inicio de la narración y va mostrando que las motivaciones del asesinato se remontan 60 años atrás. Sin justificar la justicia por propia mano, señala cómo un mínimo y casi imperceptible cambio en el Código Penal alemán en 1968 abrió el camino a la impunidad de crímenes de lesa humanidad. Después de publicada la novela, el Ministerio de Justicia de la RFA encargó a una comisión independiente investigar al propio ministerio y las posibles vinculaciones de funcionarios con el pasado nacionalsocialista.

El director de cine belga Jon Verhoyen (1963) muestra en la película El veredicto cómo “errores de procedimiento” permiten que criminales, aún existiendo pruebas que permiten concluir que son culpables, fuera de toda duda razonable, pueden escapar de la justicia. El guión no se basa en un caso real, pero representa cientos de casos que quedan impunes en Bélgica por errores procedimentales. Aparece la venganza como un sustituto, totalmente inapropiado, de la justicia en la sociedad moderna. Es interesante el debate entre la comunidad y el ministro de Justicia, más preocupado por su imagen que por la impunidad creada por el sistema judicial. Presiona al fiscal y al procurador para que se condene, no a quien cometió el crimen horrendo, sino a quien pueda poner en duda la eficacia del sistema penal. El director, parecería, tiende a justificar acciones individuales fuera del sistema institucional.

Una novela de Austin Wright (1922-2003), Tres noches, toma también el tema de la venganza como un sustituto de la justicia, regresivo de la civilidad, por la inoperancia de aquélla.

Ahora que se discute la necesidad de la reforma al sistema judicial es conveniente definir los aspectos prioritarios para la sociedad. Puede afirmarse que no son los mecanismos para definir candidaturas a las altas cortes, ni la edad de retiro forzoso. La percepción ciudadana se centra más en la eficacia y en la probidad de los jueces. Eficacia que no debe confundirse con la búsqueda de “chivos expiatorios”, ni mucho menos con la teoría del coronel Ñungo, que en los años 70 decía, para justificar que los tribunales militares juzgaran a los civiles, “prefiero un inocente preso que un culpable libre”. Los consejos de guerra, duros con los civiles en la época en que podían juzgarlos, son laxos con sus pares en el juicio y en el lugar de la condena.

Es difícil el equilibrio entre preservar la presunción de inocencia y garantizar “fuera de toda duda razonable” que sólo se condena al culpable. Manteniendo el principio, es mejor un culpable libre que un inocente preso.

Los libros y la película mencionados pueden dar ideas de las reformas a la justicia. Con alguna razón se dice que las modificaciones al Código Penal hechas por comisiones de abogados penalistas, más que favorecer la justicia, son una ampliación del mercado para dicha especialización. Con un lenguaje menos político, V. Gilligan, guionista de Breaking Bad, en boca de Jesse, dice: “Cuando se está en un gran problema penal, no debe buscarse un abogado criminalista, sino recurrir a un abogado criminal”.

 

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