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En un contexto de creciente conciencia ambiental, muchas personas han comenzado a reemplazar los insumos químicos en sus jardines y huertas por alternativas más sostenibles, que respetan la vida del suelo y promueven la biodiversidad. En este proceso, los saberes tradicionales y populares han cobrado nueva vigencia, demostrando que es posible cuidar las plantas, nutrir la tierra y controlar plagas de forma efectiva sin recurrir a productos industriales.
Lejos de ser simples remedios caseros, estos preparados concentran principios activos que los convierten en herramientas valiosas para una agricultura más limpia, saludable y autónoma. A continuación, se presentan cinco de ellos, con sus propiedades, modos de preparación y recomendaciones de uso.
Caldo de ceniza
La ceniza vegetal, producto de la combustión de madera o materia orgánica, es un insumo natural rico en minerales como potasio, calcio y magnesio. Al incorporarse al suelo en pequeñas cantidades, mejora su estructura y corrige la acidez, facilitando la absorción de nutrientes por parte de las plantas. Sin embargo, su uso debe ser moderado, ya que un exceso puede alcalinizar demasiado la tierra y dificultar el desarrollo vegetal. Además de su aporte nutricional, la ceniza actúa como un repelente natural, ayudando a ahuyentar plagas como pulgones y ofreciendo cierta protección frente a enfermedades causadas por hongos.
Para aprovechar aún más sus propiedades, es posible preparar un caldo de ceniza, combinando ceniza vegetal con jabón potásico (o jabón azul) diluidos en agua. Esta mezcla se utiliza como fertilizante foliar y tratamiento preventivo contra diversas enfermedades fúngicas, como antracnosis, botrytis, alternaria, phytophthora y mancha de hierro. Asimismo, funciona como insecticida natural, combatiendo plagas comunes como cochinillas, escamas, gusano cogollero, áfidos, pulgones y mosca blanca. Este preparado debe aplicarse con precaución y en dosis adecuadas para evitar efectos adversos en las plantas.
- Prepare los ingredientes: En un recipiente metálico, ponga 5 litros de agua. Añada 250 g de ceniza cernida (sin restos grandes) y 25 g de jabón azul. Use guantes, gafas y ropa de manga larga al manipular la ceniza.
- Hierva la mezcla: Lleve el agua a ebullición. Cuando esté hirviendo, agregue la ceniza y el jabón. Deje hervir por 30 minutos, revolviendo de vez en cuando. Luego, apague el fuego y deje enfriar completamente.
- Envase el caldo: Una vez frío, guarde el caldo en un recipiente limpio y cerrado. Manténgalo en un lugar fresco y oscuro hasta que lo necesite.
- Dilución para uso foliar: Para jardines grandes: mezcle 0.5 litros del caldo en 20 litros de agua y aplique sobre las hojas con una bomba de fumigación. Para espacios pequeños: disuelva 40 ml del caldo en 1 litro de agua, mezcle bien y aplique con atomizador.
- Aplicación segura: Rocíe en la mañana o al final de la tarde, evitando el sol fuerte. Aplique sobre el follaje (parte superior e inferior de las hojas), no directamente sobre el suelo para proteger la vida microbiana.
Tabaco
El tabaco en polvo es un producto 100% natural que funciona como fertilizante e insecticida orgánico para el jardín. Su principio activo, la nicotina, es tóxico para una gran variedad de insectos y plagas como pulgones, ácaros, babosas, caracoles, moscas, trips, cochinillas, gusanos y arañuela roja, matándolos por contacto. Además de eliminar estas plagas que dañan las plantas, el tabaco en polvo también actúa como abono orgánico cuando se descompone naturalmente en la tierra húmeda, liberando nutrientes que son esenciales para la vida bacteriana del suelo.
La aplicación del tabaco en polvo es muy sencilla: se esparce directamente sobre el suelo y debe repetirse cada 3 meses durante todo el año. Al mantener las plantas libres de insectos parásitos, estas se vuelven más sanas y hermosas, mientras que las bacterias del suelo ayudan a que las plantas absorban mejor tanto los fertilizantes aplicados como los minerales naturales de la tierra. Este uso tradicional del tabaco como insecticida natural también se emplea en el campo para controlar plagas domésticas y eliminar parásitos del ganado como garrapatas y pulgas.
Té de ortiga
La ortiga es una planta silvestre que puede crecer hasta 1,20 metros de altura y se reconoce fácilmente por sus pelos urticantes, que contienen una mezcla de sustancias como ácido fórmico, histamina y resinas. Al entrar en contacto con la piel, estos compuestos provocan ardor, picazón y ronchas. Sus tallos suelen ser de color rojizo y tienen forma cuadrangular; las hojas son ovaladas, de color verde oscuro y con bordes aserrados. Sus pequeñas flores verde-amarillentas aparecen en racimos colgantes. Esta planta crece de forma natural en zonas húmedas como riberas de ríos o bordes de bosques, y debe recolectarse con guantes para evitar irritaciones.
En jardinería y agricultura ecológica, la ortiga es muy valorada por sus múltiples beneficios. Con ella se pueden preparar dos soluciones útiles: el té de ortiga, que mejora la salud del suelo y estimula la producción de clorofila en las plantas, y el purín de ortiga, un fermentado elaborado dejando ortiga fresca en agua durante unos 15 días. Este último se usa como fertilizante rico en nitrógeno y también como repelente natural contra plagas como gusanos, orugas, ácaros y otros insectos. Antes de aplicarlo, debe diluirse en agua en proporción 1:9. Además de su uso agrícola, la ortiga también contribuye al equilibrio ecológico, ya que sirve de alimento y refugio para mariposas, polillas y otros insectos polinizadores.
- Preparación: Llene un cubo no metálico con ortigas (sin flores ni raíces) hasta ¾ de su capacidad y agregue agua hasta el tope.
- Fermentación: Coloque el cubo en un sitio apartado; cuando comience a oler, tápelo.
- Mantenimiento: Remueva la mezcla cada 2 o 3 días para oxigenarla y favorecer la fermentación.
- Uso: Después de 14 a 21 días, cuele y diluya: 1 litro de abono por cada 10 litros de agua.
- Aplicación: Riegue sin mojar las hojas. Use la mitad de la dosis en plantas jóvenes. No aplicar en aromáticas ni leguminosas.
Vinagre
El vinagre, especialmente el blanco o de manzana, es un producto versátil que se utiliza en el cuidado de plantas por sus propiedades fungicidas, herbicidas y repelentes de plagas. Este líquido, obtenido mediante fermentación y compuesto principalmente por agua y ácido acético (3-6%), funciona como herbicida de contacto gracias a su marcada acidez (pH inferior a 3-4) que “quema” la superficie de las plantas al contacto directo. Según Sebastián Niño del Jardín Botánico de Bogotá, es particularmente efectivo contra gramíneas y pastos jóvenes con tejidos suaves, aunque su acción es exclusivamente superficial, a diferencia de los herbicidas sistémicos que se absorben internamente.
Además de su uso como herbicida, el vinagre tiene múltiples aplicaciones beneficiosas: neutraliza la cal del agua de riego para plantas sensibles como el arce japonés, actúa como desinfectante natural para herramientas y macetas, se utiliza en trampas caseras contra moscas de la fruta, y en pequeñas cantidades enriquece suelos ácidos aportando hierro a plantas como limoneros, fresas y arándanos. Sin embargo, su uso excesivo puede ser perjudicial, especialmente en plantas jóvenes con tejidos delicados, causando quemaduras, deshidratación celular y alterando la microbiología beneficiosa del suelo. Por ello, debe aplicarse de manera selectiva y controlada, preferiblemente en días soleados y secos.
- Como herbicida: Aplique vinagre directamente (10–20% de concentración) sobre malezas en días soleados, evitando el contacto con cultivos.
- En suelos ácidos: Diluya una cucharada de vinagre en un litro de agua y pulverice en zonas específicas para ajustar el pH del suelo.
- Desinfección: Use vinagre puro para limpiar herramientas y macetas; enjuague con agua y jabón después.
- Repelente natural: Rocíe vinagre sin diluir en bordes o caminos para alejar hormigas, evitando zonas de cultivo.
- Precauciones: No mezcle con bicarbonato, y evite aplicar sobre plantas jóvenes o en exceso para no dañar el suelo ni la microbiología beneficiosa.
Infusión de manzanilla
La manzanilla o camomila es el nombre común de varias plantas de la familia Asteraceae que se parecen a las margaritas, siendo las especies Anthemis nobilis y Matricaria chamomilla las más utilizadas para hacer infusiones. Estas plantas herbáceas perennes pueden crecer hasta 20 cm de altura, tienen hojas obovadas con bordes dentados y producen flores blancas (a veces con tonos púrpura) con centros amarillos que florecen desde octubre hasta junio. Aunque son conocidas principalmente por sus propiedades medicinales para humanos, la manzanilla también se ha convertido en una herramienta valiosa en la jardinería debido a sus características antifúngicas y antibacterianas.
En el cuidado de plantas, la infusión de manzanilla es especialmente efectiva para prevenir el damping-off, un hongo que mata las plántulas jóvenes, y puede aplicarse directamente en la tierra de las macetas para controlar microorganismos dañinos. Sus beneficios incluyen el control de enfermedades fúngicas como la roya y el moho y la promoción de microbios beneficiosos en el suelo que mejoran la nutrición vegetal.
- Preparación: Hierva 50 g de manzanilla por cada litro de agua, deje enfriar y cuele la infusión.
- Aplicación: Pulverice hojas y tallos durante dos días seguidos, evitando las horas de sol intenso.
- Frecuencia: Repita el tratamiento cada 2 o 3 semanas según sea necesario.
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