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Cultivo de ahuyama: ¿con qué plantas se lleva bien?

La ahuyama, es una aliada clave en la agricultura sostenible gracias a su resistencia, su valor alimenticio y su capacidad para asociarse con otras especies.

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La  Huerta
10 de junio de 2025 - 04:15 p. m.
Cucurbita moschata
Cucurbita moschata
Foto: pixabay
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En muchas cocinas del Colombia, la ahuyama ocupa un lugar especial, por su sabor, por sus propiedades o su facilidad de cultivo. Pero más allá de esto, esta hortaliza —conocida científicamente como Cucurbita moschata— es también una aliada poderosa en la agricultura sostenible. Cultivarla junto a otras especies, en lo que se conoce como asociación de cultivos, no solo mejora su desarrollo, sino que protege el suelo, repele plagas y fortalece la biodiversidad del entorno.

En esta guía le mostramos cómo asociar la ahuyama con otras especies compatibles para obtener cosechas más sanas, resilientes y productivas.

¿Cómo combinarlos correctamente?

Antes de comenzar, es importante reconocer cómo luce la ahuyama y es que la Cucurbita moschata, conocida en Colombia con este nombre, es una calabaza tropical originaria de América Central y del norte de Sudamérica. Se distingue por su fruto alargado o con forma de botella, de cáscara dura en tonos que varían entre el beige y el verde, y una pulpa anaranjada, firme y de sabor dulce.

Esta especie se adapta bien a climas tropicales y presenta una mayor resistencia a enfermedades e insectos en comparación con otras variedades de calabaza. Además, produce flores monoicas —masculinas y femeninas en la misma planta—, que surgen de forma solitaria entre las hojas.

  1. Las tres hermanas: frijol, calabaza y maíz.

Antes de hablar sobre las asociaciones modernas para cultivar ahuyama, es importante conocer uno de los sistemas más antiguos y efectivos donde esta planta ha tenido un papel clave: la milpa. Se trata de un sistema agrícola tradicional mesoamericano que integra conocimientos ancestrales con prácticas sostenibles.

Su estructura gira en torno a tres cultivos principales, conocidos como “las tres hermanas”: maíz, frijol y calabaza. Cada uno cumple un rol complementario dentro del sistema:

  • Maíz: crece de forma vertical y sirve como tutor natural para que los frijoles trepadores se desarrollen adecuadamente.
  • Frijol: se enreda en el maíz y enriquece el suelo al fijar nitrógeno atmosférico, mejorando su fertilidad sin necesidad de abonos químicos.
  • Calabaza (ahuyama): con su crecimiento rastrero y hojas amplias, cubre el suelo para: suprimir el crecimiento de malezas, conservar la humedad y proteger las raíces del calor excesivo.

Si bien en muchas regiones se emplea Cucurbita pepo, en climas tropicales como los de Colombia es común el uso de Cucurbita moschata, conocida como ahuyama. Esta variedad se adapta mejor a condiciones cálidas y húmedas, resiste plagas y enfermedades con mayor eficacia y ofrece frutos ricos en nutrientes, ideales para la alimentación cotidiana.

  1. Aromáticas

En la asociación de cultivos con ahuyamas, incorporar plantas compañeras que actúen como repelentes naturales de plagas puede ser una estrategia efectiva para fortalecer la salud del huerto. El clavel moro (Tagetes patula), por ejemplo, emite compuestos que disuaden a los escarabajos y nematodos del suelo, ayudando a proteger las raíces de la ahuyama. Su presencia entre las hileras no solo mejora el control biológico, sino que también aporta color y diversidad al cultivo, favoreciendo la atracción de insectos benéficos.

La capuchina (Tropaeolum majus) y el orégano (Origanum vulgare) también son excelentes aliadas. La capuchina actúa como trampa natural al atraer insectos como pulgones y escarabajos, reduciendo la presión directa sobre las hojas y tallos de la ahuyama. Por su parte, el orégano ofrece una barrera aromática contra una amplia gama de plagas, gracias a sus aceites esenciales.

Ojo: una asociación problemática

La papa (Solanum tuberosum) y la calabaza, en la mayoría de sus variedades, no son buenas compañeras en la huerta. Su asociación resulta problemática debido a sus altas demandas nutricionales, la competencia por el espacio, el riesgo compartido de plagas y la incompatibilidad en las labores de manejo. Aunque ambas plantas son valiosas en la dieta, cultivarlas juntas puede comprometer seriamente su rendimiento.

En primer lugar, tanto la papa como ahuyama son cultivos que requieren suelos ricos en nutrientes. Esta exigencia los convierte en competidores directos, forzando al agricultor a realizar aplicaciones constantes de fertilizante para evitar deficiencias que afecten el desarrollo de ambas especies. Además, comparten enemigos comunes como los escarabajos rayados del pepino (Acalymma vittatum), una plaga voraz que puede atacar tanto a la papa como a la calabaza, transmitiendo enfermedades y prolongando su presencia en el huerto desde la siembra temprana de la papa hasta la cosecha tardía de la calabaza.

El crecimiento vigoroso de la Cucurbita moschata agrava aún más la situación. Esta variedad, adaptada a climas tropicales, produce hojas amplias y tallos extensos que se arrastran por el suelo. Si se cultiva cerca de las papas, su follaje denso puede generar un sombreado excesivo, reduciendo la luz solar necesaria para las papas y, por tanto, afectando la formación adecuada de los tubérculos.

A esto se suma la dificultad en el manejo agronómico. Las papas requieren monitoreo constante para el control de plagas y enfermedades, lo cual exige un acceso libre y claro al follaje. La expansión desordenada de la ahuyama puede obstaculizar estas tareas, dificultando las inspecciones y el manejo sanitario del cultivo.

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