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Cómo cultivar cebolla larga en su hogar paso a paso

La cebolla larga es una planta fácil de cultivar en casa, con gran valor culinario, medicinal y nutricional.

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La  Huerta
09 de mayo de 2025 - 09:33 p. m.
resente en recetas tradicionales de Asia, América y Europa, esta hortaliza no solo ha enriquecido innumerables platos con su aroma y suavidad, sino que también ha sido utilizada en prácticas medicinales ancestrales para aliviar dolencias comunes.
resente en recetas tradicionales de Asia, América y Europa, esta hortaliza no solo ha enriquecido innumerables platos con su aroma y suavidad, sino que también ha sido utilizada en prácticas medicinales ancestrales para aliviar dolencias comunes.
Foto: Pixabay
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Desde tiempos antiguos, diversas culturas han cultivado y valorado una planta que, aunque sencilla en apariencia, concentra un gran potencial tanto en la cocina como en la medicina popular. Se trata de la cebolla larga, también conocida como cebolleta o cebolla galesa. Este vegetal, de sabor suave y aroma penetrante, ha acompañado al ser humano no solo como ingrediente esencial en muchas recetas del mundo, sino también como remedio natural para distintas dolencias y le explicamos en detalle cómo puede tenerla en su hogar.

Conocida científicamente como Allium fistulosum, es una planta perenne perteneciente al género Allium, el mismo de la cebolla común y el ajo. A diferencia de la cebolla que se consume habitualmente, esta especie no desarrolla bulbos bien definidos, sino que produce un tallo blanco y carnoso que se prolonga en hojas huecas, largas y de un verde brillante. Originaria de China, esta planta puede alcanzar hasta 60 centímetros de altura y se cultiva ampliamente en diversas regiones del mundo por su sabor, valor nutricional y propiedades medicinales.

De hecho, su uso en la cocina es tan antiguo como extendido. En la gastronomía asiática, por ejemplo, la cebolla larga es un ingrediente esencial en múltiples preparaciones. Su sabor, más dulce y delicado que el de la cebolla común, la convierte en una excelente opción para quienes buscan un toque suave pero aromático en sus comidas. Se utiliza tanto cruda como cocida, y se aprovecha la mayor parte de la planta: desde la base blanca hasta varios centímetros de la parte verde.

Además de su uso culinario, la cebolla larga tiene aplicaciones medicinales tradicionales. Según el Jardín Botánico de Bogotá, esta planta puede emplearse para aliviar la amigdalitis, y también se utiliza en forma tópica sobre la piel para tratar quemaduras leves.

La entidad menciona que de hecho, en términos nutricionales, el Allium fistulosum aporta importantes beneficios. Es una fuente de calcio y potasio, minerales que favorecen la contracción muscular y la síntesis de proteínas, funciones esenciales para el buen desempeño del organismo. También contiene fibra, que contribuye a una digestión saludable, y vitamina C, clave para el fortalecimiento del sistema inmunológico y la protección celular.

¿Cómo cultivarla?

Siembra Directa

La siembra directa destaca por su eficacia y excelentes resultados. Este método permite cosechar cebollas en aproximadamente dos meses. El proceso consiste en seleccionar una cebolla madre de la cual se extraen los “hijos” o bulbillos laterales. La cebolla principal permanece en el suelo, donde se presiona ligeramente y se fertiliza para estimular su continua producción.

Es fundamental realizar dos prácticas importantes durante este proceso:

  1. Eliminar completamente la “uña” (también conocida como “piojo”) de cada bulbillo. Esta es una parte dura y seca que se encuentra en la base del bulbillo, justo donde estaban unidas las raíces en la planta madre. Se trata de un tejido residual que, si no se retira antes de la siembra, puede impedir el desarrollo adecuado de nuevas raíces y favorecer la pudrición por acumulación de humedad.
  2. Recortar parcialmente las raíces excesivas, dejando solo algunos filamentos. Esto estimula el desarrollo de nuevas raíces con mayor capacidad de absorción de nutrientes.

Siembra por Trasplante

Este método también ofrece excelentes resultados y consiste en germinar las semillas en semilleros antes de trasladarlas al terreno definitivo. Este sistema permite un mejor control inicial de las plántulas.

La orientación correcta al sembrar es fundamental. La cebolla debe plantarse verticalmente, con la parte superior (donde estaban las hojas) hacia arriba. Es crucial manipular con cuidado la zona de la raíz durante la siembra para evitar daños que podrían provocar la pudrición del bulbo.

Aquí le dejamos un video completo sobre la técnica correcta:

Una vez preparado ambos procesos, proceda con la siembra. Dependiendo del espacio disponible, puede optar por hacerlo directamente en el suelo o en macetas:

  • En suelo: Aliste la tierra removiéndola y enriqueciendo con materia orgánica. Asegúrese de que tenga buen drenaje.
  • En maceta: Utilice un recipiente profundo. Llene con tierra suelta mezclada con algunas piedras pequeñas para evitar la compactación y permitir un buen flujo de agua.

Para sembrar:

  • Realice hoyos del mismo largo que la raíz.
  • Introduzca el bulbillo y aplique una ligera presión en la base para asegurar su estabilidad.
  • Si siembra más de un bulbillo, mantenga una distancia de 5 a 8 cm entre ellos para permitir un buen desarrollo.

Cuidados

Luz

  • La cebolla es un cultivo exigente en cuanto a iluminación, requiriendo un mínimo de seis horas diarias de exposición directa a la luz solar para desarrollarse adecuadamente.
  • Los días nublados prolongados pueden afectar negativamente el desarrollo de los bulbos, ralentizando su crecimiento y potencialmente reduciendo el rendimiento final. Por esta razón, es crucial seleccionar áreas de cultivo con buena exposición solar y minimizar cualquier sombra producida por estructuras cercanas o por otros cultivos asociados.

Clima

  • Aunque la cebolla muestra una notable capacidad de adaptación a diferentes zonas climáticas, alcanza su máximo potencial productivo en climas templados que no sean extremadamente calurosos ni excesivamente fríos. Esta planta presenta una sorprendente resistencia a bajas temperaturas, pudiendo tolerar heladas ligeras hasta -6°C, aunque para mayor seguridad conviene proteger el cultivo con cubiertas o acolchados cuando se prevén temperaturas muy bajas.
  • Las condiciones óptimas de temperatura para el desarrollo vegetativo se sitúan entre 13°C y 24°C, rango en el cual la planta maximiza su capacidad fotosintética y, consecuentemente, la formación y llenado del bulbo.

Riego

  • El riego de la cebolla debe seguir un programa meticuloso y constante debido a su sistema radicular superficial, que limita su capacidad para buscar agua en capas profundas del suelo. En huertas pequeñas o macetas, es fundamental mantener el sustrato uniformemente húmedo, sin llegar al encharcamiento. La frecuencia debe ajustarse según la etapa de crecimiento, el tipo de sustrato y las condiciones climáticas, incrementando el riego en días calurosos o secos.
  • Es fundamental mantener un equilibrio hídrico adecuado: un exceso de riego puede provocar la pudrición de los bulbos, mientras que un régimen irregular o períodos de sequía seguidos de riegos intensos pueden causar la rotura o deformación de los mismos. El momento crítico de necesidad hídrica se presenta durante la fase vegetativa, antes del inicio de la formación del bulbo, siendo recomendable suspender el riego 7-14 días antes de la cosecha, cuando las hojas comienzan a doblarse y caer naturalmente, indicando la madurez del bulbo.

Suelo

  • La cebolla alcanza su máximo potencial productivo en suelos francos ricos en materia orgánica, con excelente drenaje y un pH entre 6,0 y 7,0. Esta preferencia responde a la necesidad de un sustrato que combine adecuada retención de humedad con suficiente aireación para el desarrollo óptimo del sistema radicular y la formación del bulbo. Aquí le explicamos más sobre el suelo.
  • Aunque también puede cultivarse con éxito en suelos arenosos o arcillosos, estos requerirán manejos específicos: los arenosos necesitarán riegos más frecuentes y fertilizaciones más constantes, mientras que los arcillosos se beneficiarán enormemente de la incorporación de materia orgánica bien descompuesta para mejorar su estructura y drenaje. La incorporación de compost maduro o estiércol bien descompuesto, aproximadamente 3-4 meses antes de la siembra, mejora significativamente las propiedades físicas y químicas del suelo.

Abono

  • Las cebollas necesitan bastante alimento para crecer bien, sobre todo nitrógeno, que les ayuda a desarrollar hojas fuertes al principio. Comience a abonar 2 o 3 semanas después de sembrar los bulbillos. Si está usando fertilizante granulado, póngalo a unos 10 a 15 cm de distancia de la base de cada planta, no directamente encima. Luego riegue para que el abono se disuelva y llegue a las raíces.
  • Qué tipo de abono usar: Si la tierra es ácida (como la de zonas húmedas o con mucha materia orgánica), puede usar nitrato cálcico. Si la tierra es alcalina (más seca o con cal), puede usar sulfato amónico. Pero, si no está seguro del tipo de suelo, use un fertilizante orgánico balanceado (como compost bien maduro o humus de lombriz) y compleméntelo con un abono tipo 15-15-15 o similar.
  • Repita el abono cada 2 o 3 semanas, pero deje de aplicar nitrógeno cuando los bulbos ya empiecen a crecer. Si no, la planta seguirá sacando más hojas y no engordará el bulbo.

Plagas y Enfermedades

  • El cultivo de cebolla enfrenta diversas amenazas biológicas, destacando entre las plagas los trips, que provocan manchas plateadas en las hojas y pueden transmitir virus, y los gusanos de la cebolla, que atacan directamente los bulbos causando pudriciones que se manifiestan durante el almacenamiento. El control preventivo incluye la eliminación de residuos vegetales donde hibernan estas plagas y la incorporación exclusiva de materia orgánica bien descompuesta.
  • Entre las enfermedades, predominan las infecciones fúngicas y bacterianas, especialmente durante períodos lluviosos, que suelen iniciarse en las hojas para luego comprometer el desarrollo del bulbo. La rotación de cultivos emerge como una práctica cultural fundamental para interrumpir los ciclos biológicos de patógenos, complementada con inspecciones regulares que permitan detectar y tratar precozmente cualquier problema fitosanitario.

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