El tomate cherry, también conocido como tomate cereza o tomate uva, es un fruto pequeño que se ha vuelto indispensable en ensaladas y otras preparaciones por su sabor y versatilidad. Se cree que proviene de la hibridación entre Solanum pimpinellifolium y variedades domesticadas de tomate, lo que ha dado lugar a una amplia variedad de tamaños, formas y colores, desde el clásico rojo hasta tonos amarillos, naranjas, verdes y negros, que suelen captar la atención por su apariencia inusual. Su popularidad no solo radica en su uso culinario, sino también en su valor nutricional, lo que lo convierte en un alimento ampliamente apreciado en la gastronomía latinoamericana y mundial.
El tomate cherry es una planta de gran interés que forma parte de un grupo con aproximadamente 2,700 especies distribuidas en todo el mundo, con alrededor de 500 presentes en Colombia. Aunque más pequeña que el tomate convencional, puede crecer hasta 2 metros de altura si se cultiva con soporte adecuado, desarrollando frutos de entre 1 y 3 centímetros.
“Su crecimiento comienza con un tallo erguido que, con el tiempo, se ramifica. Sus flores, de color amarillo y con cuatro o cinco pétalos, aparecen en las primeras etapas de su desarrollo. Las hojas, compuestas por 7 a 9 foliolos, están cubiertas de pelos glandulares que favorecen la absorción de agua, contribuyendo a la adaptación de la planta a diferentes condiciones ambientales”, explicó Nelson Zárate, profesor y dueño del cultivo de tomates Cherry Maniantial en Cota, Cundinamarca.
La familia Solanaceae destaca por su versatilidad y adaptabilidad, encontrándose en Colombia desde el nivel del mar hasta los 4,000 metros de altitud. Esta familia incluye especies de gran importancia económica y cultural y se caracterizan por sus diversos hábitos de crecimiento, que van desde hierbas hasta árboles y trepadoras, presentando flores típicamente pentámeras y frutos que varían desde carnosos y jugosos hasta pequeños y secos.
“Yo encontré una oportunidad única al iniciar un proyecto de cultivo de tomate cherry orgánico en el municipio de Cota. Esta región, tradicionalmente conocida por su producción de hortalizas como espinaca, acelga, cebolla, cebollín, zanahoria y cilantro, nos presentó un desafío interesante para diversificar la producción agrícola local y es que la decisión de cultivar tomate cherry requirió una cuidadosa consideración de las condiciones ambientales, ya que esta especie necesita una temperatura óptima de 24-25°C y una humedad relativa del 50% para su desarrollo óptimo”, puntualizó el experto.
Explica que el tomate cherry cuenta con aproximadamente 15 variedades en el mercado, cada una con características particulares. Sin embargo, cuatro destacan por su popularidad:
- Tomate tropical: Se caracteriza por su forma redonda y es una de las variedades más comunes.
- Ubalina: Presenta una forma alargada y es apreciada por su textura firme.
- Amarillo gourmet: Se distingue por su color, aunque es más sensible a las condiciones ambientales.
- Tintán: De tonalidad café, esta variedad requiere un manejo cuidadoso debido a su susceptibilidad a temperaturas frías y altos niveles de humedad.
Las dos últimas variedades, debido a su fragilidad, se cultivan en condiciones controladas para evitar problemas en su desarrollo y garantizar su calidad.
¿Cómo cultivar el tomate Cherry?
El cultivo de tomates cherry comienza con una decisión fundamental: elegir entre el cultivo en interior o exterior. Esta elección dependerá principalmente de las condiciones climáticas de la zona, siendo el cultivo en interior especialmente recomendado para regiones frías. El éxito del cultivo está estrechamente relacionado con esta decisión inicial, ya que los tomates cherry requieren condiciones específicas para desarrollarse adecuadamente, incluyendo una exposición adecuada a la luz solar y un ambiente con temperatura controlada.
“La selección de las semillas representa un paso crucial en el proceso. Es importante adquirir semillas específicamente destinadas para el cultivo, en lugar de intentar utilizar las extraídas de tomates comerciales del supermercado. Esta recomendación se basa en que los tomates comerciales suelen cosecharse prematuramente para prolongar su vida útil en el mercado, lo que resulta en semillas inmaduras con menor viabilidad de germinación. Las semillas especializadas para cultivo garantizan un mejor índice de germinación y, por ende, un cultivo más exitoso”, comenta Zarate.
Menciona que de hecho ellos son un centro para conseguir estas semillas especiales, pues en su labor, han construido una sólida red de alianzas estratégicas para la obtención y conservación de semillas. Actualmente, sus plántulas provienen del centro de investigación de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, en Chía. Además, cuentan con acuerdos con productores de semillas en Ríosucio, Caldas, y mantienen una colaboración activa con la Asociación del Parque Jaime Duque.
“Nosotros participamos en algo que se llama nodo, que es fundamental en nuestra operación en Cota, pues representa un punto focal donde se preservan y manejan las semillas ancestrales, nativas y criollas. Este sistema funciona como un banco de semillas comunitario, donde implementamos un modelo de multiplicación y distribución. Por ejemplo, cuando entregamos 100 semillas de una variedad específica, no solo de tomate, sino por ejemplo de maíz morado, los participantes se comprometen a cultivarlas y devolver una cantidad mayor, generalmente entre 150 y 200 semillas. Este proceso no solo aumenta nuestro banco de semillas, sino que también asegura la preservación de variedades tradicionales”, aseguró el experto.
Esta iniciativa incluye un componente educativo integral, proporcionando capacitación y acompañamiento continuo a los participantes. Y es que el experto menciona que este aspecto es particularmente relevante dado el creciente número de familias urbanas que se están trasladando a municipios como Cota, Tabio, Chía y Cajicá, con el deseo de establecer sus propias huertas en espacios que varían entre 1000 y 2000 metros cuadrados.
El segundo paso es el proceso de germinación, debido a que este requiere una preparación meticulosa del semillero, especialmente en climas no cálidos como Bogotá y algunas zonas de Cundinamarca como Cota.
- Preparación del sustrato: Utilizar un sustrato hortícola de calidad, manteniéndolo húmedo mediante pulverización de agua. Se puede emplear una mezcla enriquecida con carbón activado, que mejora la retención de humedad y aporta nutrientes esenciales. Otra opción es combinar tierra con compost orgánico y perlita para optimizar la aireación y el drenaje, proporcionando un ambiente ideal para la germinación.
- Siembra: Enterrar las semillas a una profundidad aproximada de 5 milímetros, con una separación de 1 a 2 centímetros entre ellas.
- Control de humedad: Cubrir el semillero con film transparente para mantener la humedad constante y favorecer la germinación.
Una vez que aparecen las primeras hojas, comienza una nueva fase del cultivo:
- Retiro del film protector: Permitir que las plántulas reciban luz natural, colocándolas cerca de una ventana o en una terraza.
- Riego: Aplicar agua cada tres días, ajustando la frecuencia según las condiciones ambientales.
- Trasplante: Cuando las plantas alcancen una altura de 10 centímetros, pueden trasladarse a su ubicación definitiva, ya sea en macetas con buen drenaje o directamente en el suelo.
“El trasplante es una etapa crucial que requiere atención a varios factores. Es el momento ideal para enriquecer el sustrato con abono orgánico, asegurando que la planta reciba los nutrientes esenciales para un crecimiento saludable. Antes de realizar cualquier enmienda, evaluamos las condiciones del suelo donde se establecerá la planta. Si es necesario, incorporamos productos orgánicos como ceniza, cal u otros mejoradores, ajustando la composición del sustrato para optimizar su estructura y fertilidad. Este enfoque nos permite garantizar un desarrollo óptimo de la planta según las características del terreno”, dijo Zárate.
Luego, dado que los tomates cherry son plantas trepadoras, el entutorado es una práctica fundamental para su desarrollo óptimo. Este proceso consiste en proporcionar un soporte que guíe el crecimiento vertical de la planta, facilitando su manejo y mejorando la producción. Para implementarlo, se recomienda:
- Colocar un tutor: Ubicar una vara o palo junto a la planta, que servirá como estructura de apoyo.
- Atar la planta suavemente: Utilizar un hilo para sujetarla al tutor sin apretar demasiado, permitiendo su crecimiento sin dañarla.
- Optimizar el espacio de cultivo: Al crecer en vertical, la planta ocupa menos espacio y facilita la recolección de los frutos.
Cuidados específicos del tomate Cherry
“El cultivo exitoso de tomates cherry depende fundamentalmente de proporcionar las condiciones ambientales adecuadas, siendo la luz y la temperatura factores críticos para su desarrollo. Para alcanzar un crecimiento óptimo, estas plantas requieren un mínimo de 6 horas de luz solar directa diariamente. En cuanto a la temperatura, aunque pueden tolerar un rango entre 13°C y 40°C incluso, un -1°C al que llegamos en Cota, su desarrollo ideal se produce entre los 20°C y 30°C. Estas condiciones crean el ambiente perfecto para que la planta pueda realizar eficientemente sus procesos metabólicos y fotosintéticos”, puntualizó el experto.
El riego es uno de los aspectos más delicados en el cultivo de tomates cherry, por lo que se deben seguir ciertas recomendaciones para evitar problemas como la pudrición radicular o enfermedades fúngicas:
- Mantener la humedad del suelo: El sustrato debe permanecer constantemente húmedo, pero sin encharcarse.
- Aplicar el agua correctamente: Regar directamente sobre el sustrato, evitando mojar las hojas y el follaje para reducir el riesgo de hongos.
- Prevenir y tratar enfermedades: En caso de aparición de hongos, se recomienda aplicar fungicidas naturales, reemplazar parcialmente el sustrato afectado y eliminar las partes enfermas de la planta.
“El monitoreo constante de la salud de la planta es fundamental para detectar a tiempo la presencia de plagas, siendo el pulgón una de las más comunes en el cultivo de tomates cherry. Implementar métodos de control ecológico, como preparados naturales y el fomento de insectos beneficiosos, permite manejar las plagas sin comprometer la producción orgánica.Esto cobra especial importancia en la comercialización, ya que cumplir con las regulaciones del ICA y otros organismos es un requisito clave para acceder a mercados orgánicos o establecer alianzas estratégicas”, explicó Zárate.
“Un consejo que siempre recomiendo es ponerle música a las plantas. En nuestro cultivo, los tomates cherry son conocidos como “los tomates danzantes” porque desde el inicio los hemos acompañado con música. Este estímulo ayuda a reducir el estrés de la planta, especialmente en climas fríos, ya que su crecimiento óptimo ocurre en temperaturas templadas. Esto se debe a que las plantas, al igual que todos los seres vivos, responden a estímulos físicos y químicos. La música genera ondas que pueden influir en su desarrollo, promoviendo un crecimiento más saludable. De hecho, no solo la música, sino también hablarles de manera positiva, puede generar respuestas favorables, haciendo que luzcan más vigorosas y florezcan mejor”, aseguró.
Sin embargo puntualiza que el efecto de la música varía según la frecuencia y el tono. Así como en los humanos los sonidos suaves pueden inducir relajación y los más intensos generan euforia, en las plantas ocurre algo similar. Sonidos armónicos y tranquilos pueden favorecer su crecimiento, mientras que una música estridente e irregular puede afectar su desarrollo.
Por ultimo está la cosecha, la cual se se realiza aproximadamente 100 días después de la plantación, cuando los frutos han alcanzado su color característico y muestran signos de madurez óptima. Este momento representa la culminación del ciclo de cultivo y ofrece la oportunidad de seleccionar y guardar las mejores semillas para futuras siembras, contribuyendo así a la sostenibilidad del cultivo. Los frutos cosechados pueden emplearse en diversas preparaciones culinarias, desde ensaladas frescas hasta elaboradas preparaciones gastronómicas, aprovechando al máximo sus cualidades nutricionales.
“Mi último consejo es optar por un cultivo orgánico, ya que esta práctica no solo contribuye a la soberanía alimentaria, sino que también beneficia al medio ambiente. El cultivo orgánico promueve el uso de insumos naturales, evita los agroquímicos sintéticos y respeta los ciclos ecológicos, lo que resulta en alimentos más saludables y sostenibles. Además, fortalece la biodiversidad al fomentar la presencia de polinizadores y microorganismos beneficiosos en el suelo”, finalizó Zárate.
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