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Más allá de una tendencia o una moda ecológica, cultivar una huerta doméstica es una forma concreta de recuperar saberes, mejorar la salud y reencontrarse con los ritmos naturales. Aquí le decimos algunos de sus beneficios para que tenga en cuenta en su próximo proyecto de agricultura urbana.
Cultivar como estilo de vida
“Los beneficios de cultivar nuestros propios alimentos trascienden ampliamente el aspecto económico, abarcando dimensiones nutricionales, terapéuticas y de bienestar que transforman profundamente nuestra relación con la alimentación y la salud”, dijo Yuly Forero, fundadora de Cultivando Vida, un emprendimiento santandereano que promueve la agricultura orgánica a través de servicios de capacitación
Explica, por ejemplo, que la diferencia nutricional entre los alimentos recién cosechados y aquellos que se encuentran en supermercados o plazas de mercado es significativa. Cuando se compra vegetales en establecimientos comerciales, estos productos han atravesado un proceso de distribución que típicamente involucra entre tres y cuatro días desde la cosecha hasta llegar a las manos del cliente, aunque en muchos casos este período puede extenderse aún más. Durante este tiempo de tránsito y almacenamiento, ocurren procesos bioquímicos inevitables que comprometen tanto la calidad nutricional como las características organolépticas de los alimentos.
“Después de la cosecha, las frutas y verduras siguen vivas por un tiempo y continúan haciendo algunos procesos internos. Esto hace que vayan perdiendo poco a poco vitaminas, antioxidantes y otros nutrientes importantes. Además, se deshidratan, es decir, pierden agua, lo que afecta su frescura, textura y también cambia su contenido nutricional. En contraste, cuando cosechamos directamente de nuestra huerta casera y consumimos los vegetales en el mismo día, capturamos estos alimentos en su punto máximo de valor nutricional. Por ejemplo, una lechuga recién cortada conserva toda su agua y sus vitaminas, como la C y las del grupo B, que se pierden fácilmente con el tiempo. Esto no solo la hace más fresca y sabrosa, sino que también nos hidrata mejor y nos aporta más nutrientes”, afirmó la experta.
El ámbito de las plantas aromáticas y medicinales representa otra dimensión de los beneficios del cultivo casero, según menciona Forero. Estas plantas han desarrollado evolutivamente complejos sistemas de defensa química a través de la producción de aceites esenciales, compuestos que no solo les proporcionan protección contra patógenos y herbívoros, sino que también ofrecen beneficios terapéuticos significativos para los seres humanos.
Menciona que la concentración y calidad de estos aceites esenciales alcanza su máximo cuando las plantas se cosechan en el momento óptimo y se utilizan frescas. Plantas como la menta para problemas digestivos, el tomillo para afecciones respiratorias, o la manzanilla para la relajación, mantienen su potencia terapéutica completa cuando se emplean recién cosechadas si se desea usar de forma natural las plantas. Esta potencia se ve considerablemente reducida en productos comerciales que han sido procesados, almacenados y transportados durante períodos prolongados
Según la experta, otros beneficios son:
- Conocimiento profundo de las plantas y sus propiedades: El cultivo casero permite desarrollar una relación directa y cercana con cada planta, lo que facilita reconocer sus particularidades. Por ejemplo, algunas especies como la albahaca alcanzan su mayor concentración de aceites esenciales justo antes de la floración, mientras que ciertas raíces medicinales, como el jengibre o la cúrcuma, fortalecen sus propiedades en épocas secas o específicas del año. Esta observación constante favorece una comprensión práctica de los ciclos naturales, lo cual resulta esencial para aprovechar al máximo los beneficios terapéuticos y alimenticios de cada especie.
- Preparación creativa y consciente de remedios naturales: Contar con una huerta propia posibilita la elaboración de preparados caseros —como infusiones, tinturas, aceites, cataplasmas o jarabes— a partir de plantas frescas cultivadas sin químicos. En ese proceso, se activan conocimientos ancestrales y populares que muchas veces se transmiten oralmente, combinando ciencia con saberes tradicionales.
- Salud integral: El acto de sembrar, cuidar y transformar plantas en alimentos o remedios genera una sensación de autosuficiencia que impacta positivamente el bienestar emocional. Entrar en contacto con la tierra, seguir los ritmos naturales y participar activamente en los ciclos de vida vegetal ayuda a reducir el estrés, cultivar la paciencia y fortalecer el vínculo con lo esencial. Esta experiencia cotidiana contribuye a una salud integral que trasciende lo físico e incorpora aspectos mentales, emocionales y espirituales. En esta nota le explicamos un poco más de ello.
- Reconexión con la tierra:“Para muchas personas que han crecido en contextos urbanos, la experiencia de cultivar representa un redescubrimiento profundo. La distancia entre el campo y la ciudad ha generado una desconexión tanto geográfica como simbólica respecto al origen de los alimentos. Participar en un proceso de cultivo permite valorar el esfuerzo, el tiempo y la dedicación necesarios para que una semilla se transforme en alimento”, puntualizó Forero.
“Personalmente, creo que el elemento más crucial que brinda cultivar uno mismo es la perseverancia. La agricultura doméstica es sorprendentemente accesible cuando se aborda con la actitud correcta y se siguen principios básicos. La clave está en entender que cada “fracaso” anterior fue realmente una lección disfrazada, y que la jardinería es un proceso de aprendizaje continuo donde hasta los expertos siguen descubriendo cosas nuevas", afirmó Forero.
Comenzar el cultivo desde semilla, en lugar de adquirir plantas ya desarrolladas, ofrece una experiencia educativa completa. Y es que cuando se compra o recibe una planta establecida, se desconoce su historia completa: el tipo de suelo donde creció, los cuidados que recibió, las condiciones climáticas que enfrentó y los nutrientes que la alimentaron. Es como conocer a una persona adulta sin saber nada de su infancia: puedes relacionarte con ella, pero no comprendes completamente su desarrollo.
“Al plantar desde semilla, uno se convierte en testigo y participante de todo el proceso de desarrollo. Esta experiencia permite comprender realmente cómo funciona la naturaleza, observando la transformación gradual desde una pequeña semilla hasta una planta productiva. Es un proceso único: ver cómo esa pequeña semilla rompe su cáscara, emite su primera raíz, despliega sus primeras hojas y se convierte en una fuente de alimento. Este conocimiento integral se convierte en una herramienta valiosa para futuros cultivos, porque entiendes íntimamente lo que cada planta necesita en cada etapa de su crecimiento.”
Beneficios prácticos de cultivar en casa
Según Forero, aparte de los beneficios para nuestro bienestar, existe otra serie de ventajas que da la agricultura urbana:
- Aprovechamiento del espacio en entornos urbanos: Uno de los principales beneficios prácticos de las huertas domésticas es que pueden adaptarse a espacios reducidos. Muchas plantas de uso cotidiano —como lechugas, cebollines, albahaca, espinaca o tomates cherry— crecen bien en macetas, jardineras o estructuras verticales. Esto permite que incluso quienes viven en apartamentos, balcones o terrazas pequeñas puedan cultivar sus propios alimentos sin necesidad de grandes extensiones de tierra. Así, el espacio deja de ser una limitación y se convierte en una oportunidad para integrar la naturaleza en la vida urbana.
- Rapidez en los ciclos de cultivo y motivación para continuar: A diferencia de cultivos extensivos que requieren largos periodos de espera, muchas especies aptas para huertas caseras tienen ciclos de crecimiento cortos. En pocas semanas, ya es posible cosechar algunas hojas o frutos. Esta rapidez genera un efecto motivador, especialmente para quienes se inician en el cultivo, ya que permite ver resultados concretos en poco tiempo. Observar cómo una semilla se transforma en alimento refuerza el interés y la constancia, favoreciendo la continuidad de la práctica.
- Bajo costo y autonomía alimentaria: El cultivo doméstico de hortalizas no exige grandes inversiones. Las plantas requieren cuidados básicos —como riego, luz solar y suelo fértil— y no es necesario recurrir a costosos fertilizantes químicos. Además, al producir ciertos alimentos en casa, se reduce la dependencia del mercado y se logra un pequeño grado de autonomía alimentaria.
- Uso creativo de materiales reciclables: La reutilización de objetos cotidianos para sembrar es una práctica que combina funcionalidad, conciencia ambiental y ahorro. Botellas plásticas, latas, cajas de madera o incluso zapatos viejos pueden transformarse en macetas útiles y decorativas. Esta creatividad en el uso de materiales reciclables ha democratizado el acceso a la agricultura urbana, ya que no se requieren implementos costosos ni herramientas especializadas. Cada contenedor adaptado es una expresión de ingenio que extiende la vida útil de materiales que normalmente serían desechados.
“El simple hecho de cultivar en casa promueve una relación más cercana con el entorno natural. Quienes cuidan una huerta aprenden a valorar el tiempo, el agua, la luz y el suelo como recursos esenciales. Esta experiencia práctica genera una mayor conciencia sobre el impacto ambiental del consumo diario, favoreciendo hábitos más responsables. Así, la agricultura doméstica no solo produce alimentos, sino que también impulsa estilos de vida más sostenibles, reflexivos y conectados con el entorno“, finalizó la experta.
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