En la ciudad de Alta Gracia, Argentina, un grupo de estudiantes de la escuela Cura Eleodoro Fierro integró la educación, la sustentabilidad y los hábitos alimenticios saludables. Bajo el marco del programa Cultivando Vínculos – Huerta Escolar, impulsado por los Ministerios de Bioagroindustria y Educación del Gobierno de Córdoba, los alumnos de cuarto y quinto grado desarrollaron un nuevo producto: helados de clorofila, elaborados con vegetales cultivados en su propia huerta escolar.
El proyecto comenzó en 2024 con la creación de la huerta escolar. Durante todo el año, los estudiantes y sus familias trabajaron en equipo, realizando tareas como el desmalezado, la preparación del terreno y la delimitación de canteros utilizando envases plásticos reciclados. Entre los cultivos se incluyeron zanahorias, acelga, espinaca y habas, que sirvieron de base para diversas actividades educativas.
En entrevista con El Espectador, la docente Analía Andrea Carraro, encargada del proyecto, explicó que “la huerta escolar no solo es un espacio de aprendizaje sobre el cuidado del medio ambiente, sino también una oportunidad para que los estudiantes se conecten con los alimentos que consumen. Queríamos ir más allá de las actividades tradicionales y fomentar una experiencia que integrara creatividad, trabajo en equipo y nutrición saludable”.
De la tierra al congelador: el proceso de elaboración
El paso más destacado del proyecto fue la creación de los helados de clorofila. Utilizando hojas verdes como espinaca y acelga, combinadas con frutas como banana, manzana y naranja, los estudiantes elaboraron las paletas de forma completamente artesanal. Según Carraro, el proceso incluyó:
- Recolección de ingredientes: Los alumnos seleccionaron hojas frescas de la huerta, garantizando la calidad y el origen de los vegetales.
- Preparación: Las hojas verdes se procesaron con agua y se endulzaron con azúcar o edulcorante, según las preferencias de cada grupo.
- Mezcla con frutas: Para potenciar el sabor, se agregaron frutas seleccionadas.
- Moldeo y congelación: Finalmente, los estudiantes vertieron la mezcla en moldes y la llevaron al congelador.
”Trabajar por proyectos nos permite articular todas las áreas del conocimiento. Los helados no solo son una alternativa saludable, sino también una oportunidad para que los estudiantes aprendan sobre toma de decisiones, exploración de alternativas y resolución de problemas”, dijo Carraro sobre el impacto educativo del proyecto.
La iniciativa tuvo un efecto transformador en la comunidad escolar. Los estudiantes no solo aprendieron sobre el cuidado de los vegetales y la importancia de una dieta equilibrada, sino también sobre el trabajo colaborativo y la sustentabilidad.
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Carraro recordó que Giovanni Ciro, un alumno de quinto grado, le compartió su experiencia: “Me gustó tanto trabajar en la huerta que ahora estoy pensando en estudiar algo relacionado con la agroindustria. Nunca imaginé que hacer helados podía ser tan divertido y educativo”. Además de las habilidades técnicas y sociales adquiridas, el proyecto también impulsó la creatividad. Los estudiantes elaboraron recetarios y folletos informativos para compartir sus aprendizajes con la comunidad escolar, las paletas de clorofila se convirtieron en el producto estrella del kiosco escolar.
Obstáculos enfrentados y cómo los superaron
El camino hacia la creación de los helados de clorofila no estuvo exento de desafíos. Uno de los primeros problemas que encontraron fue la preparación del terreno para la huerta. La tierra estaba compactada y llena de malezas, lo que dificultaba el inicio del cultivo. “Al principio pensamos que no podríamos lograrlo, pero trabajamos en equipo para remover las malezas y aflojar la tierra. Incluso, algunos padres trajeron herramientas de casa para ayudarnos”, comentó la docente.
Otro obstáculo fue la falta de experiencia en el cuidado de los vegetales. Muchos de los estudiantes nunca habían trabajado en una huerta, por lo que tuvieron que aprender desde cero sobre el riego, la siembra y el control de plagas. Para superar esto, se organizaron talleres prácticos con especialistas locales, quienes enseñaron técnicas básicas de agricultura. “Los talleres fueron fundamentales. Los chicos aprendieron cosas como cómo identificar hojas enfermas y cómo usar materiales naturales para proteger las plantas de las plagas”, explicó Carraro.
También hubo desafíos relacionados con la elaboración del helado en sí. Ajustar las proporciones de hojas verdes y frutas para lograr un sabor equilibrado llevó varias pruebas. “Tuvimos algunos intentos fallidos; los primeros helados tenían un sabor muy fuerte a hojas verdes. Pero los estudiantes no se rindieron. Probaron diferentes combinaciones hasta que lograron una receta que encantó a todos”, relató la docente.
Finalmente, la disponibilidad de recursos fue otro reto. Para fabricar los helados, necesitaban moldes y procesadores, y no todos los materiales estaban disponibles inicialmente. Sin embargo, lograron sortear esta dificultad gracias a donaciones de la comunidad y el ingenio de los alumnos, quienes reutilizaron envases reciclados como moldes temporales. “La creatividad fue clave. Los chicos demostraron que, con voluntad e imaginación, se pueden superar los obstáculos más grandes”, agregó Carraro.
Proyección a futuro
Aunque la producción de los helados estuvo inicialmente limitada al ámbito escolar, el éxito del proyecto ha llevado a la comunidad educativa a considerar su expansión. Con miras al año 2025, se planea institucionalizar la iniciativa con el apoyo de especialistas en nutrición, lo que podría abrir la puerta a nuevas oportunidades para los estudiantes y la comunidad local.
Carraro reflexionó sobre las posibilidades futuras: “Imaginamos un proyecto sostenible que inspire a otras escuelas a replicar esta experiencia. Queremos que nuestros estudiantes sean embajadores de una educación que valore la creatividad, la salud y el cuidado del medio ambiente”. Según ella, los helados de clorofila no solo son una opción refrescante y deliciosa, sino también una forma única de incorporar los beneficios de las hojas verdes en la dieta diaria. La clorofila, presente en vegetales como la espinaca y la acelga, es conocida por sus propiedades desintoxicantes y su capacidad para mejorar la circulación sanguínea.
“Nos pareció importante enseñar a los estudiantes que comer saludable también puede ser divertido y sabroso. Los helados tienen un sabor similar al de un licuado, pero en una presentación que encanta a chicos y grandes”, explicó Carraro.
El programa Cultivando Vínculos – Huerta Escolar celebra su décima edición en 2024, consolidándose como una iniciativa para fomentar la educación ambiental y los hábitos saludables en las escuelas de Córdoba. A través de la entrega de herramientas y semillas, este programa ha permitido el desarrollo de huertas comunitarias en toda la provincia, impactando positivamente en miles de estudiantes y sus familias. Como dijo Ciro, con una sonrisa: “Ahora, cada vez que como un helado, pienso en todo lo que aprendí en la huerta”.
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