El romero (Rosmarinus officinalis) es una planta originaria de la cuenca mediterránea que se ha convertido en una de las aromáticas más populares, tanto en la cocina como en el jardín. Su resistencia, aroma y propiedades medicinales la hacen muy atractiva, pero para que crezca de forma saludable, su ubicación es clave.
Se trata de una planta perenne que forma arbustos de hasta 1,20 metros de altura y unos 60 centímetros de ancho. Tiene tallos cilíndricos y hojas pequeñas, alargadas y en forma de aguja. Existen diferentes variedades, algunas más compactas y otras más extendidas. No debe confundirse con el romero rastrero, que crece horizontalmente y se adhiere al suelo.
Clima y altitud: ¿en qué regiones prospera mejor?
El romero se adapta bien a zonas templadas y crece de manera óptima en altitudes entre los 1.500 y 2.500 metros sobre el nivel del mar. Prefiere climas cálidos o templados, sin cambios bruscos de temperatura, y no tolera heladas, granizadas o vientos muy fuertes.
En regiones frías, lo más recomendable es cultivarlo en maceta para poder moverlo al interior cuando bajen las temperaturas. Así se protege de condiciones adversas sin comprometer su desarrollo.
Luz: abundante y natural
Una de las claves para el buen crecimiento del romero es la luz. Esta planta necesita muchas horas de sol directo al día, por lo que debe ubicarse en un espacio bien iluminado. Puede cultivarse tanto en interiores como exteriores, siempre que reciba luz natural suficiente.
En épocas templadas o frías se recomienda ubicarla en el lugar más soleado posible. En cambio, durante días de sol intenso, es preferible que reciba luz directa solo en las primeras o últimas horas del día, para evitar que sus hojas se quemen. Un espacio con sol y sombra intermitente puede ser ideal en estos casos.
Protección frente al viento
Aunque tolera bien el sol, el romero es sensible a los vientos fuertes. Por eso, si se ubica en terrazas o balcones altos, conviene colocarla en una maceta resguardada o dentro del hogar cerca de una ventana bien iluminada.
Suelo y drenaje: la base del éxito
El romero prefiere suelos con alta materia orgánica, pero lo más importante es que tengan buen drenaje. Esta planta no tolera el exceso de humedad y es más resistente a la sequía que al encharcamiento. Un sustrato liviano, con buena aireación, es ideal para evitar acumulación de agua que pueda pudrir sus raíces.
En maceta, es fundamental que esta tenga orificios de drenaje y se complemente con una base de grava o piedritas que faciliten la salida del agua sobrante.
Riego: ni seco ni encharcado
Debido a su origen mediterráneo, el romero se adapta a condiciones secas. No necesita riegos constantes, pero tampoco debe dejarse completamente seco por largos periodos.
La frecuencia ideal es entre una y dos veces por semana, dependiendo del clima. Un truco sencillo para saber si necesita agua es introducir un palito de madera en el sustrato: si sale limpio y seco, es momento de regar; si sale con tierra húmeda adherida, aún puede esperar.
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