En el preludio de la noche, cuando toda luz se extingue a la par que aparecen todas las pequeñas luces de los hombres, es posible pensar o sentir que se tiene el virus de la tristeza. Otro día que se va entre las manos, como un puñado de arena, como tratar de hacer un puño con agua.
Y pues no. Lecturas y palabras después el virus de la tristeza se revela no como una afección de la vida moderna, sino como un trastorno que le pega a los árboles de cítricos en prácticamente todo el mundo.
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Es un nombre sonoro, quizá demasiado bello como para denominar una enfermedad que va marchitando (poco a poco o muy rápido, dependiendo de la variedad) los limoneros, los naranjos y los mandarinos, entre otros ácidos y amargos primos.
¿Qué es y cómo saber si sus plantas tienen el virus de la tristeza?
Comúnmente conocido como CTV, el virus ataca a una amplia variedad de cítricos. Tiene presencia oficialmente reconocida en varios países de Latinoamérica (Colombia incluido), África y Asia (región de donde, se cree, es originario).
Esta es una afección que se manifiesta de varias formas, dependiendo de la variedad e intensidad de la enfermedad.
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En general, se le llama virus de la tristeza, pues comienza a marchitar los árboles doblando sus hojas (lo que interrumpe la adecuada fotosíntesis), así como desfollando la planta. También crea canales y nervaduras en los troncos, lo que es señal de problemas vasculares en el árbol y puede llegar a afectar severamente el tamaño y calidad de los frutos (lo que representa un peligro mayor para productores de todo tipo).
El CTV es transmitido por varias especies de pulgones. La enfermedad en sí no tiene cura una vez se ha instalado en la planta, pero lo que sí se puede hacer (y es la acción más recomendable) es ejercer controles en contra del vector de descarga del virus.
En plantaciones grandes, o incluso en jardines caseros (estamos hablando de exteriores), los pulgones encuentran un ambiente propicio para su propagación en la maleza que crece alrededor de los árboles.
Entonces, una de las primeras medidas de control es deshierbar alrededor de los cítricos para evitar crear puntos de propagación importantes. También se recomienda mojar el follaje de sus plantas con agua, pues esto tiene un efecto repelente contra estos insectos.
En medidas más drásticas hay dos caminos, que requieren asesoramiento de un profesional. El primero es control biológico, con el manejo de otros insectos y hongos que actúan como depredadores o líneas de defensa en contra de ciertos pulgones. Y el segundo es la aplicación de sustancias químicas, con agentes tóxicos diseñados para llevarse por delante los pulgones.
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En ambos casos, insistimos, es clave contar con asesoramiento profesional, pues tanto los insectos, como los químicos, pueden tener consecuencias no sólo sobre sus plantas cítricas, sino sobre el resto de su jardín o área de cultivo.
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