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La asociación de cultivos es una técnica que se ha utilizado en la agricultura para mejorar la producción de los cultivos y optimizar el uso del espacio, el agua y los nutrientes del suelo. En el caso del tomate (Solanum lycopersicum), la selección de cultivos complementarios puede tener un impacto significativo en la salud de la planta, la calidad del fruto y la resistencia a plagas y enfermedades.
El tomate es una planta de la familia Solanaceae que se cultiva en climas templados y cálidos en todo el mundo. Su estructura se compone de tallos verdes, vellosidades que le ayudan a retener humedad, hojas compuestas de borde dentado y flores amarillas con estructura hermafrodita. La polinización suele ocurrir a través del viento o insectos polinizadores, aunque en muchos casos también es necesaria la intervención manual en cultivos comerciales.
El fruto del tomate es una baya carnosa de diversos tamaños y colores, dependiendo de la variedad. Su principal componente es el agua, seguida de hidratos de carbono, fibra dietética y antioxidantes como el licopeno. Además, contiene vitaminas A, C y K, así como minerales esenciales como el potasio y el magnesio, los cuales son fundamentales para la salud humana y también desempeñan un papel en el desarrollo de la planta.
“La asociación de cultivos permite que las plantas interactúen de manera beneficiosa, generando sinergias que favorecen su desarrollo y reducen la incidencia de enfermedades”, explica el ingeniero agrónomo Juan Pérez, especialista en agroecología de la Universidad de la Sabana, en entrevista con El Espectador. Según el experto, la asociación de cultivos con el tomate puede ofrecer ventajas clave, tales como:
- Control biológico de plagas: Algunas plantas emiten compuestos volátiles que actúan como repelentes naturales de plagas.
- Mejora de la estructura del suelo: Los cultivos de raíz profunda ayudan a oxigenar el suelo y evitar la compactación.
- Aumento de la biodiversidad: Favorece la atracción de insectos polinizadores y depredadores naturales de plagas.
- Aprovechamiento del espacio: Permite el uso eficiente de los recursos disponibles en un huerto o campo de cultivo.
- Reducción de competencia por nutrientes: Algunas plantas pueden mejorar la disponibilidad de ciertos minerales en el suelo.
Especies ideales para asociar con el tomate y sus beneficios
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Una de las mejores plantas para asociar con el tomate es la albahaca (Ocimum basilicum). “Esta hierba aromática no solo actúa como repelente de insectos, alejando plagas como la mosca blanca y el pulgón, sino que también mejora el sabor de los tomates cuando se cultivan juntos”, dijo Pérez. Su fuerte aroma enmascara el olor del tomate, lo que ayuda a confundir a los insectos dañinos. Se recomienda sembrar la albahaca entre las plantas de tomate, dejando una separación de 20 a 30 cm entre cada planta para permitir un crecimiento óptimo.
Otra planta beneficiosa es la zanahoria (Daucus carota). Según el experto, su principal ventaja es que aprovecha mejor el espacio del suelo y reduce el crecimiento de malezas. “Al crecer bajo tierra, la zanahoria no compite con el tomate por la luz solar, y sus raíces ayudan a mejorar la estructura del suelo, haciéndolo más suelto y permitiendo un mejor drenaje. Para una asociación eficiente, se recomienda intercalar zanahorias en hileras entre los tomates, separadas por al menos 15 cm”, aseguró.
La cebolla (Allium cepa) es otro excelente compañero del tomate. Sus compuestos azufrados ayudan a repeler plagas como los trips y pulgones, además de reducir el riesgo de infecciones fúngicas en el suelo. Al sembrarlas cerca de los tomates con una separación de 10-15 cm, se crea una barrera natural contra insectos y enfermedades sin necesidad de usar pesticidas artificiales.
La caléndula (Calendula officinalis) es una planta con flores brillantes que no solo embellece el huerto, sino que también atrae insectos polinizadores como abejas y mariquitas, los cuales son depredadores naturales de plagas como los pulgones. “La caléndula protege contra nematodos dañinos que pueden afectar las raíces del tomate. Se recomienda distribuir plantas de caléndula alrededor del huerto de tomates para maximizar sus beneficios” aseguró Pérez.
La lechuga (Lactuca sativa) es una opción interesante para la asociación de cultivos, ya que actúa como cultivo de cobertura y conserva la humedad del suelo. De acuerdo al experto, su crecimiento rápido permite aprovechar el espacio disponible entre los tomates, reduciendo la evaporación del agua y minimizando el crecimiento de malezas. Para una siembra eficiente, se deben dejar 25 cm de distancia entre las plantas de lechuga y tomate.
Los frijoles (Phaseolus vulgaris) son una excelente adición al huerto de tomates, ya que tienen la capacidad de fijar nitrógeno en el suelo, un nutriente esencial para el crecimiento del tomate. “Al asociarse con bacterias fijadoras de nitrógeno, los frijoles enriquecen la tierra y mejoran su fertilidad. Lo ideal es alternar filas de frijoles con tomates, con 30 cm de separación entre ellos para evitar competencia por espacio y luz”aseguró Pérez.
El perejil (Petroselinum crispum) es otra hierba beneficiosa en la asociación con el tomate. Su floración atrae abejas y otros polinizadores, mejorando la producción de frutos. Además, su aroma puede confundir a las plagas que buscan atacar el tomate. Se recomienda plantar perejil alrededor del tomate con una separación de 15-20 cm para permitir un crecimiento adecuado.
Guía de siembra
Para lograr un crecimiento saludable y una cosecha abundante, es fundamental conocer las necesidades de la variedad de tomate elegida. Según Pérez, son estas:
Preparación del semillero: Use cualquier recipiente adecuado, como semilleros de plástico o cajones de madera, asegurándose de que tenga orificios de drenaje, prepare una mezcla de sustrato con partes iguales de turba, fibra de coco y humus de lombriz, agregando vermiculita y perlita para mejorar la germinación, y siembre las semillas a una profundidad máxima de 1 cm, manteniendo el sustrato húmedo hasta la germinación (10-15 días). Coloque el semillero en un lugar cálido y bien iluminado.
Trasplante: Cuando las plántulas alcancen entre 10 y 12 cm de altura (22-27 días después de la siembra), es momento de trasplantarlas. Prepare el terreno con un riego profundo tres días antes del trasplante, especialmente en época seca.
Fertilización: “Se recomienda un análisis de suelo previo para diseñar un plan de fertilización adecuado”, dice Pérez, advirtiendo que un esquema básico incluye:
- Etapa vegetativa: Aporte de nitrógeno (para el crecimiento), fósforo (para raíces y floración) y potasio (para resistencia y síntesis de proteínas).
- Fase de producción: Adición de calcio (estructura de la planta), magnesio (fotosíntesis) y azufre (formación de aminoácidos).
Cuidados Básicos
Riego: Se debe regar a diario o cada dos días, preferiblemente en la mañana o al atardecer. Evite el exceso de agua para prevenir enfermedades. El riego por goteo es ideal para dirigir el agua a las raíces sin mojar el follaje.
Suelo: Se recomienda un suelo de textura media (franco o franco-arenoso) con un pH entre 5.9 y 6.8. Un alto contenido de materia orgánica mejora la estructura y los nutrientes disponibles.
Luz y temperatura: La planta necesita entre 8 y 16 horas de luz solar directa al día, y la temperatura ideal oscila entre 28-30°C de día y 15-18°C de noche.
Entutorado y poda: Utilice cañas, alambres o estructuras similares para sostener las plantas y mejorar la circulación de aire, elimine brotes laterales (chupones) y hojas envejecidas para favorecer la producción de frutos y reducir el riesgo de enfermedades.
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