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El proyecto con el que la Fundación Salesiana fortalece su vínculo con las huertas

La iniciativa “Cultiva Salud, Cultiva Vida” de la Fundación Universitaria Salesiana convierte el campus en un laboratorio vivo de huertas urbanas que promueve sostenibilidad, educación, investigación y participación comunitaria

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Leidy Barbosa
26 de septiembre de 2025 - 11:00 p. m.
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Las huertas pueden estar en todas partes: en patios, terrazas, balcones o incluso en el corazón de una ciudad. Son pequeños espacios donde se cultivan alimentos, se aprende de la naturaleza y se tejen redes de comunidad. Además de mejorar el entorno urbano, ayudan a reconectar a las personas con el origen de su comida y promueven prácticas sostenibles que benefician a todos.

Un ejemplo de cómo esto puede hacerse realidad se encuentra en la Fundación Universitaria Salesiana, que a través de la iniciativa “Cultiva Salud, Cultiva Vida” ha convertido su campus en un espacio de producción, aprendizaje e investigación. Allí, estudiantes, docentes y personal administrativo participan activamente en la creación y cuidado de huertas, generando un impacto que va más allá de la universidad y busca llegar a la ciudadanía.

“La iniciativa nació en la Facultad de Ingeniería con el propósito de ir más allá de aprovechar los espacios verdes del campus. Queríamos crear un proyecto que representara nuestra visión de las huertas como espacios de aprendizaje, producción y bienestar”, explicó Yasmín Duarte, decana de Ingeniería de la Fundación Universitaria Salesiana. “Nuestro campus, ubicado en pleno corazón de Bogotá, cuenta con 14 hectáreas que combinan edificios académicos con amplias zonas verdes, lo que nos dio la oportunidad perfecta para convertirlas en un verdadero laboratorio vivo de agricultura urbana”.

Por sus características, el campus se ha convertido en un refugio natural para fauna migratoria, pues aves que llegan por temporadas encuentran allí un lugar para habitar, en medio de una rica diversidad de flora y fauna que complementa el entorno académico. Esta conexión con la naturaleza inspiró la creación de una iniciativa que, además de aprovechar estos espacios, respondiera al llamado de las Naciones Unidas a través de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

“Metas como hambre cero, salud y bienestar, reducción de desigualdades y producción y consumo responsables invitan a repensar nuestras prácticas, y al analizarlas, descubrimos que se alinean de manera directa con nuestra propuesta de diseñar y promover huertas urbanas”, afirmó la decana.

¿Que propone la iniciativa?

La iniciativa busca aprovechar las 14 hectáreas del campus para transformarlo en un espacio educativo, productivo y de investigación, donde se integren huertas y sistemas agroalimentarios. Además, busca incentivar la participación de estudiantes, docentes, personal administrativo y de la comunidad aledaña, invitándolos a sumarse a proyectos que promuevan la sostenibilidad y fomenten una producción de alimentos responsable y consciente.

“Uno de los ejes principales que nosotros tenemos es la producción de alimentos y la investigación aplicada, articulada con los programas de Ingeniería Industrial, Química Farmacéutica e Ingeniería Agroindustrial. Gracias a esta articulación, el campus se convierte en un verdadero laboratorio vivo, donde la teoría se pone en práctica y se generan soluciones que impactan positivamente en la comunidad”, explicó Duarte.

La iniciativa se apoya en la experiencia que la universidad ha construido en torno a sistemas agroalimentarios sostenibles y busca ampliarla. Por ejemplo, proyectos como el cultivo de caléndula —reconocida por sus propiedades antisépticas— han permitido poner en práctica modelos de producción limpia, desde la siembra hasta la cosecha, y su posterior procesamiento en laboratorio. Con esta base, la propuesta es fortalecer y diversificar estas prácticas, sumando nuevas especies y procesos que integren más programas académicos y generen un mayor impacto en la comunidad universitaria y en el entorno.

“En los cuatro invernaderos del campus se desarrolla el Semillero de Agroindustrial, un espacio clave para la formación de los estudiantes, quienes participan en actividades de observación, registro de datos y manejo de todo el ciclo productivo, desde la presiembra hasta la cosecha. Allí se cultivan hortalizas de hoja como tomate, lechuga y cilantro, así como plantas aromáticas y condimentarias como hinojo, orégano, albahaca y limonaria. Estos procesos les permiten comprender que la agricultura es un ejercicio de paciencia y aprendizaje, donde cada etapa es una oportunidad para experimentar y descubrir, incluso cuando algunas semillas no germinan o no prosperan”, agregó la decana.

Con esta experiencia como base, el programa “Cultiva Salud, Cultiva Vida” abre sus puertas a la participación de toda la comunidad educativa. Estudiantes, docentes y personal administrativo están invitados a sumarse al diseño y cuidado de nuevas huertas, fortaleciendo el vínculo entre el conocimiento académico y la práctica. Incluso algunos colaboradores del campus han pedido pequeños espacios para sembrar sus propias plantas, y en el colegio se han desarrollado actividades pedagógicas para que los niños de primaria aprendan a observar y cuidar las especies, despertando en ellos la conciencia ambiental desde temprana edad.

“Buscamos promover el aprendizaje experiencial, integrar diferentes programas académicos y fomentar la participación de toda la comunidad. Así, los espacios educativos se transforman en verdaderos laboratorios vivos donde producción, investigación, formación y bienestar se entrelazan, creando un entorno en el que todos pueden aprender, experimentar y aportar”, explicó Duarte.

La propuesta también es una invitación a reflexionar sobre los desafíos globales —guerras, crisis alimentarias, climáticas y sociales— y a responder con acciones locales como diseñar y cuidar huertas urbanas, algo que se convierte en un compromiso colectivo para generar soluciones sostenibles que impacten positivamente en la vida de las personas y en el planeta.

“Esto tiene un profundo componente humano y simbólico: reconecta a las personas con la naturaleza, rescata saberes ancestrales sobre el uso de las plantas y fortalece la solidaridad comunitaria. Sembrar en la ciudad refresca el aire, atrae polinizadores, mitiga el calor urbano y promueve el aprovechamiento de los residuos orgánicos al convertirlos en abono. Cada semilla es una apuesta por el futuro, una manera de garantizar soberanía alimentaria, acceso a alimentos sanos y la creación de redes de apoyo que pueden replicarse en hogares y comunidades, multiplicando el impacto positivo en el entorno”, dijo la experta.

Además de ser una propuesta pedagógica universitaria con componentes didácticos y de investigación, el programa busca trascender las aulas e involucrar a la ciudadanía en general mediante acompañamiento directo y permanente. El objetivo no es solo promover la importancia de las huertas urbanas, sino ofrecer acompañamiento real a través de talleres, charlas y experiencias prácticas.

“A finales de octubre se espera iniciar una serie de jornadas de siembra combinadas con talleres de diseño de huertas, para que cada participante pueda replicar lo aprendido en su propio hogar. Enfatizamos que no es indispensable contar con un jardín o patio amplio: una huerta puede existir en cualquier rincón, usando recipientes adecuados y adaptándose al espacio disponible” señaló.

El programa ofrece asesoría técnica, seguimiento a los cultivos, resolución de dudas y la creación de una red de apoyo que fomente el intercambio de experiencias. Para materializar esta propuesta, se realizan talleres presenciales, visitas de seguimiento, elaboración de materiales educativos y la conformación de una red de huertas urbanas que promueve el intercambio de semillas, productos y saberes, generando un impacto real en la seguridad alimentaria y el bienestar de las familias.

Otras enseñanzas que quiere dejar la iniciativa

Además de su componente de huertas urbanas, la iniciativa busca expandir su impacto articulándose con instituciones educativas de municipios como Prado y Purificación (Tolima), donde se implementará la tecnología AVELIA (Asistente Virtual para la Enseñanza de Lenguaje, inglés y Matemáticas). De esta manera, se promueve un enfoque integral que conecta la educación STEM con la sostenibilidad rural-urbana.

“La Fundación Universitaria Salesiana decidió sumar sus propuestas e iniciativas, destacando especialmente las relacionadas con la producción de alimentos sanos. Este eje involucra a todos los programas de formación profesional, con un énfasis en Ingeniería Agroindustrial, disciplina que garantiza la calidad de los alimentos desde el cuidado de la materia prima en el campo, su transformación y el cumplimiento de estándares de inocuidad hasta que llegan a nuestras mesas. Ejemplos como la salsa de tomate, la mayonesa o los productos lácteos muestran cómo la agroindustria ha diversificado la oferta y mejorado procesos para responder a las necesidades de los consumidores”, afirmó.

Explica que el programa Cultiva Salud, Cultiva Vida busca ir un paso más allá: no solo se enfoca en nuestro rol como consumidores, sino que invita a la comunidad a convertirse también en productora. Las huertas urbanas son un medio para reconectar con el origen de los alimentos, comprender el esfuerzo detrás de su producción y participar activamente en el ciclo que va de la semilla a la mesa.

Según la decana, más que una iniciativa productiva, este proyecto es un acto de amor. Y es que las huertas ofrecen una pausa frente al ritmo acelerado de la vida, nos conectan con la tierra y nos recuerdan que sembrar es un gesto de cuidado hacia nosotros mismos y hacia el planeta. Por esto esta iniciativa es importante, porque combina formación profesional, conciencia social y una dimensión humana y espiritual, creando un ciclo virtuoso que transforma la manera en que nos relacionamos con los alimentos y con nuestro entorno.

“Queremos también dejar como enseñanza que esta experiencia gira en torno a la paciencia, la observación y la motivación de los estudiantes. Sembrar es aceptar que no todo germina como esperamos, pero también es descubrir la esperanza que nace en cada brote. Ver cómo los jóvenes replican en sus hogares lo aprendido —convirtiendo envases en macetas, experimentando con semillas y compartiendo sus avances— es la mayor recompensa, pues demuestra que el conocimiento se convierte en acción. Empezar con grupos pequeños, celebrar cada éxito y permitir que los estudiantes se apropien del proceso son claves para que esta red de aprendizaje siga creciendo y generando impacto más allá de la universidad", finalizó Duarte.

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Leidy Barbosa

Por Leidy Barbosa

Periodista de la Universidad Externado de Colombia, con énfasis en la producción audiovisual y en animación digital. Apasionada por temas medioambientales y sociales.@leidyramirezbLbarbosa@elespectador.com

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