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En las tierras altas de Ipiáles, el conocimiento no solo se encuentra en los libros, sino también en las semillas que se heredan, en los juegos que resisten el paso del tiempo y en las palabras que se dicen alrededor del fogón. Allí, las tradiciones caminan de la mano con la tierra y se enseñan con las manos, los sentidos y la memoria. Lo que parece cotidiano (sembrar, cocinar, jugar, contar) es también una forma de resistir el olvido y de mantener vivo un modo de habitar el mundo en comunidad.
Ese saber arraigado al territorio tiene también una fuerza particular, pues Ipiales, un municipio de Nariño con una población en un 99,5 % rural y una profunda vocación agroalimentaria, enfrenta hoy desafíos urgentes. La deforestación de cuencas hidrográficas amenaza los ecosistemas que sostienen la agricultura, mientras las expresiones culturales que han dado sentido a las prácticas del campo corren el riesgo de diluirse. En este contexto, conservar las semillas, la cocina y los rituales no es solo una tarea ambiental o patrimonial, sino una forma de restaurar el vínculo entre cultura, naturaleza y comunidad.
Además, en este territorio se hace evidente una paradoja: Ipiales es uno de los principales productores de papa a nivel nacional, pero esta productividad ha ejercido una presión creciente sobre los ecosistemas de páramo, fundamentales para la regulación hídrica.
Con el propósito de hacer frente a los desafíos ambientales y culturales del territorio, y de articular diversas iniciativas locales en defensa de los ecosistemas —muchas de las cuales llevan años trabajando desde la base comunitaria—, la Agencia Cultural del Banco de la República en Ipiales se suma a la iniciativa nacional Semillas: memorias que llevan vida, que se desarrolla en 29 ciudades del país. Desde esta perspectiva integral, Semillas no solo preserva la memoria y la cultura, sino que propone caminos sostenibles para el futuro del territorio.
“El proyecto impulsa una visión agroecológica que articula saberes técnicos con conocimientos tradicionales, apostando por un modelo de desarrollo que equilibre la producción con la conservación. Se trata de cultivar con responsabilidad, enseñar sobre ello y mantener vivas las tradiciones sin seguir ejerciendo presión sobre los ecosistemas”, explica Natalie Silva Bonilla, gerente de la Agencia Cultural del Banco de la República en Ipiales.
¿Qué encontrará? ¿Qué podrá hacer?
“Esta propuesta se configura como un proceso de restauración cultural y agroecológica que avanza en dos líneas principales”, dijo Silva.
- Educación ambiental y restauración de cuencas: En alianza con la Red de Jóvenes por el Ambiente de Nariño, el Banco de la República desarrolla un proceso formativo que vincula la conservación de semillas nativas con la restauración ecológica de cuencas hidrográficas. Esta línea va más allá de la protección de los ecosistemas: promueve también una “restauración cultural”, en la que los saberes ancestrales y la educación ambiental se integran para reconectar a las comunidades con su territorio y su historia viva.
- Catálogo de semillas y el juego tradicional Las Habas Quemadas: La segunda línea se centra en la construcción colectiva de un catálogo vivo de semillas domesticadas, desarrollado junto a productores agroalimentarios, cocineros y sabedores locales. Este proceso se articula a través del juego tradicional Las Habas Quemadas, de origen mapuche, arraigado en las comunidades del sur de Nariño y norte del Ecuador.
“Gracias a esta práctica cultural se han caracterizado once variedades locales de frijol y haba, y documentado recetas tradicionales como el café de haba y el ceviche de frijol. Más que una clasificación agronómica, el catálogo visibiliza el valor simbólico, alimentario y patrimonial de estas semillas como portadoras de memoria, identidad y espiritualidad”, dijo Silva.
¿Y cómo puede verse, tocarse, vivirse este proyecto?
Solo es necesario acercarse a la sede de la Agencia Cultural del Banco de la República en Ipiales. Allí encontrará una biblioteca abierta al público, sala de talleres, exposiciones, auditorio y un equipo dispuesto a acompañarlo en este camino colectivo de aprendizaje y transformación territorial.
La invitación está abierta a productores, cocineros, sabedores, jóvenes, familias rurales, docentes, investigadores y a todas las personas interesadas en fortalecer su vínculo con la tierra, la memoria y la vida comunitaria. En este espacio, usted podrá:
- Sumarse a los talleres y actividades culturales
- Conocer el catálogo vivo de semillas
- Compartir saberes y recetas
- Traer sus propias semillas y contribuir al intercambio
- Participar en espacios de reflexión, juego y formación
“De hecho, una de las mejores oportunidades para acercarse al trabajo comunitario en torno a las semillas es durante las festividades del Inti Raymi o el Kolla Raymi, que se celebran entre junio y septiembre. Allí, las semillas cobran vida no solo como sustento físico, sino como símbolos cargados de sentido: son el centro de ritos, danzas, coplas y celebraciones”, explicó Silva.
El impacto ya es evidente, según señala la gerente. El proyecto para docentes y formadores de la región se ha convertido en una valiosa herramienta pedagógica. El juego Las Habas Quemadas, resultado de un trabajo colectivo, ha permitido rescatar expresiones del patrimonio cultural inmaterial y activar procesos educativos profundamente vinculados al territorio, es por esto que difundir su práctica es fundamental: cuanto más se conozca, más se fortalecerá el conocimiento agroecológico y la comprensión de la importancia de las semillas en el ámbito escolar, especialmente entre etnoeducadores que impulsan una educación propia, en diálogo con las raíces indígenas.
“Asimismo, el alcance del proyecto Semillas ha despertado el interés de comunidades ecuatorianas, que se han sumado de forma progresiva a los esfuerzos de restauración cultural. Esta dimensión binacional reafirma que los ecosistemas y las culturas no reconocen fronteras políticas. Restaurar el territorio exige una mirada integral, capaz de reconocer las conexiones profundas entre pueblos, memorias y paisajes compartidos”, finalizó Silva.
Otras actividades del proyecto Semillas: memorias que llevan vida
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