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Taller de semillas nativas: aprenda saberes ancestrales y técnicas tradicionales

“Semillas: memorias que llevan vida” es un proyecto cultural del Banco de la República que promueve el diálogo entre saberes ancestrales y científicos sobre las semillas, la alimentación y la sostenibilidad ambiental en Colombia.

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Leidy Barbosa
29 de mayo de 2025 - 02:00 p. m.
A través de actividades en distintos centros culturales del país, contenidos educativos y alianzas institucionales, Semillas invita a reflexionar sobre cómo nos alimentamos, qué cultivamos y qué papel cumplen las semillas en la conexión entre pasado, presente y futuro.
A través de actividades en distintos centros culturales del país, contenidos educativos y alianzas institucionales, Semillas invita a reflexionar sobre cómo nos alimentamos, qué cultivamos y qué papel cumplen las semillas en la conexión entre pasado, presente y futuro.
Foto: Freepick
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Las semillas no solo contienen la posibilidad de una planta: también resguardan historias, saberes ancestrales y la esperanza de un futuro más sostenible. Para quienes cultivan, investigan o cuidan una huerta comunitaria, entender su valor es esencial, ya que están en el centro de conversaciones sobre soberanía alimentaria, patrimonio natural y el conocimiento que comunidades indígenas, campesinas, afrodescendientes y científicas han construido a lo largo del tiempo.

Si le interesa el tema Semillas: memorias que llevan vida es una invitación a explorar estos vínculos. Este proyecto de la Subgerencia Cultural del Banco de la República se desarrolla en 29 ciudades del país a través de museos, bibliotecas y centros culturales en donde se propone encuentros, conversaciones y actividades que invitan a pensar qué cultivamos, cómo nos alimentamos y qué papel juegan las plantas en nuestra historia y en nuestro porvenir.

Esta conversación es importante porque, como lo señala la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), estos recursos genéticos son esenciales para garantizar la seguridad alimentaria y el sustento de las personas. En ellos se guarda el potencial necesario para mejorar los cultivos y adaptarlos a nuevas condiciones. De hecho, a lo largo del tiempo, muchas comunidades han seleccionado y conservado variedades que hoy resultan fundamentales para enfrentar desafíos como el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Por eso, asegurar el acceso semillas de buena calidad, adaptados a cada territorio, es clave para una agricultura sostenible.

Además de eso, es importante poner sobre la mesa el papel que juegan las semillas nativas, porque no solo son el resultado del trabajo y el cuidado de muchas generaciones, sino que también están profundamente conectadas con la identidad y la cultura de los pueblos que las han protegido. Gracias a sus conocimientos y prácticas ancestrales, han logrado desarrollar una gran diversidad de variedades adaptadas a distintos climas, suelos y formas de vida.

Estas semillas no son solo un recurso agrícola: representan el patrimonio biocultural del país. Esto quiere decir que en ellas se encuentra un vínculo entre la biodiversidad y los saberes, costumbres y valores culturales que han guiado su manejo a lo largo del tiempo. Son una expresión viva del conocimiento colectivo, que se ha transmitido de generación en generación a tráves de chagras, huertas comunitarias y cultivos familiares y tradicionales de algún lugar, y que sigue siendo clave para sostener la alimentación, la autonomía y la forma en que muchas comunidades entienden y se relacionan con la naturaleza.

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“Las semillas cumplen un papel central en el mensaje que queremos transmitir sobre identidad, alimentación y sostenibilidad. Desde el proyecto, se parte de reconocer que una semilla, siendo un elemento tan pequeño, tiene la capacidad de conectar tiempos y territorios. Es una unidad que condensa procesos biológicos, culturales e históricos”, cuenta Diana Salas, profesional de la Subgerencia Cultural del Banco de la República.

¿Cómo participar en estas actividades y qué puede ver?

Durante los próximos meses, el proyecto Semillas: memorias que llevan vida estará en las 29 ciudades de Colombia donde el Banco de la República tiene presencia. La programación incluye charlas, talleres, actividades pedagógicas y encuentros comunitarios con un objetivo: abrir un espacio de diálogo sobre el valor que tienen las semillas en nuestra vida cotidiana, abordando su relación con la alimentación, la medicina tradicional, la soberanía alimentaria y la adaptación al cambio climático.

Según Salas, cualquier persona interesada puede acercarse al centro cultural del Banco en su ciudad y conocer la agenda local, ya que cada lugar desarrolla actividades distintas, pensadas según sus contextos, historias previas y procesos comunitarios. Y es que en muchas de estas ciudades, como por ejemplo, Tunja, Ipiales y Pasto, ya existían procesos con comunidades campesinas y guardianes de semillas, lo cual ha hecho más fácil poner en marcha el proyecto. Esos vínculos previos han permitido comprender mejor las necesidades e intereses del público local, y crear propuestas que realmente conecten con la gente.

Muchas de las actividades del proyecto están lideradas por comunidades, organizaciones locales y, especialmente, por custodios o guardianes de semillas. Estas personas no solo se encargan de reproducir, conservar y compartir semillas criollas y nativas que sostienen las huertas o los cultivos comunitarios, sino que también poseen un conocimiento profundo, práctico y con una perspectiva historica sobre su importancia. Su experiencia es clave para mantener viva la relación entre estos materiales y los territorios, así como para fortalecer la soberanía alimentaria desde las bases comunitarias.

La construcción de los contenidos del proyecto se hace en colaboración con estas comunidades portadoras de saberes y con instituciones científicas. Salas comenta que este trabajo conjunto permite que los materiales y actividades no solo sean técnicamente rigurosos, sino también respetuosos, pertinentes y coherentes con las realidades culturales y ambientales de cada lugar.

“De hecho, uno de los públicos prioritarios son las niñas, niños y jóvenes, especialmente quienes participan en escuelas con huertas escolares, tanto en contextos urbanos como rurales. Por eso se están creando materiales educativos pensados para acompañar y enriquecer estos procesos, fortaleciendo su aprendizaje y conexión con el cuidado de las semillas y el entorno”, aseguró la experta.

Algunas experiencias locales ya muestran cómo se ha ido tejiendo este proyecto desde lo territorial. En Armenia, por ejemplo, el Museo del Oro Quimbaya ha establecido alianzas con el Jardín Botánico del Quindío y organizaciones comunitarias, desarrollando talleres de arqueobotánica y actividades enfocadas en la memoria y el reconocimiento de las semillas.

En Bogotá, la Biblioteca Luis Ángel Arango y el Jardín Botánico de Bogotá ha empezado a trabajar con colectivos que impulsan huertas urbanas, incluyendo un proyecto con población habitante de calle que desarrolla la Secretaría de Integración Social. Allí, se ha creado una “maleta viajera” con materiales educativos sobre semillas y alimentos, construida a partir de contenidos de la colección de arte del Banco.

¿Cómo están orientados los talleres?

Según Salas, los ejes temáticos están orientados por la noción contenida en su nombre: Semillas: memorias que llevan vida. Esta expresión permite pensar las semillas como elementos que conectan pasado, presente y futuro. A partir de esa idea, se han definido tres ejes que organizan los contenidos y las acciones del proyecto:

1. Rescate de raíces: Este eje se enfoca en el reconocimiento de prácticas culturales tradicionales y en el intercambio de conocimientos transmitidos entre generaciones. Su objetivo es facilitar espacios donde distintos públicos puedan:

  • Reconocer prácticas asociadas con la siembra, recolección, almacenamiento y conservación de semillas.
  • Compartir saberes ancestrales.
  • Documentar estos conocimientos como parte del patrimonio cultural.

2. Siembra de saberes: Este eje busca promover el diálogo intergeneracional, conectando saberes tradicionales con experiencias actuales relacionadas con la custodia de semillas. Sus principales líneas de acción son:

  • Fomentar conversaciones sobre seguridad y autonomía alimentaria.
  • Articular estos temas con procesos educativos, especialmente dirigidos a niños y jóvenes.
  • Apoyar iniciativas educativas (formales y no formales) que vinculan la infancia con el cultivo y el cuidado del entorno, como las huertas escolares urbanas y rurales.

3. Cosecha de nuevas ideas: Orientado hacia la reflexión sobre los desafíos venideros, este eje invita a pensar en cómo las decisiones actuales pueden influir en las condiciones futuras de vida. Aborda temas como:

  • Cambio climático y sus efectos en los ecosistemas locales.
  • Producción agroalimentaria sostenible.
  • Prácticas que aportan a la construcción de futuros más equilibrados desde el conocimiento vinculado a las semillas.

Uno de los enfoques más importantes de Semillas: memorias que llevan vida son los espacios de conversación, donde se abordan temas fundamentales como la autonomía alimentaria, el acceso a una alimentación diversa, la producción agroecológica, las semillas transgénicas y la biopiratería. Estos diálogos abren la puerta a reflexionar sobre preguntas clave: ¿quién decide qué se cultiva?, ¿cómo se cultiva?, ¿qué llega finalmente a nuestros platos? En ese sentido, estos granos se convierten en un hilo conductor que conecta el pasado con el presente e invita a pensar el futuro.

“Esta iniciativa tiene un horizonte inicial de tres años. Actualmente se desarrolla el primero, y se proyecta continuar durante dos más. El objetivo es consolidar espacios de diálogo donde participen comunidades campesinas, pueblos indígenas, líderes sociales, agrónomos y custodios de semillas, promoviendo el encuentro entre saberes ancestrales y comunitarios con el conocimiento técnico y científico de distintas instituciones. En cada ciudad, los centros culturales del Banco de la República tejen alianzas con actores locales para fortalecer el alcance territorial del proyecto y responder a las particularidades de cada región”, dijo Salas.

En Bogotá, por ejemplo, se ha establecido una colaboración con el Jardín Botánico, que trabaja en semillas agroecológicas y bancos de semillas, así como con el Instituto Humboldt. También se construye una alianza con la entidad que administra las plazas de mercado de la ciudad, buscando llevar la conversación a estos espacios cotidianos de intercambio y saberes para una soberanía alimentaria.

Toda la programación está disponible en banrepcultural.org/actividades, donde es posible consultar fácilmente los eventos por ciudad usando los filtros disponibles. Al hacer clic en cada actividad, se accede a los detalles, incluyendo lugar, fecha y modalidad de participación. Salas advierte que, aunque la mayoría de eventos son gratuitos, muchos requieren inscripción previa. Por eso, se recomienda revisar cada ficha con atención y registrarse con antelación si es necesario. Este proceso no solo garantiza una mejor organización, sino que permite que más personas puedan participar en estas experiencias que conectan el conocimiento, la cultura y la biodiversidad.

“Invitamos a todas las personas interesadas en temas como la agroecología, la soberanía alimentaria y la conservación de semillas a participar en estas actividades. La programación incluye talleres, conferencias y espacios pensados para públicos diversos, así como herramientas pedagógicas como una exposición itinerante —que puede ser solicitada por escuelas, huertas comunitarias o colectivos sociales— y, próximamente, una maleta viajera con libros y materiales educativos diseñados para fortalecer procesos comunitarios y escolares en torno a las semillas, la alimentación y los saberes tradicionales", finalizó.

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Leidy Barbosa

Por Leidy Barbosa

Periodista de la Universidad Externado de Colombia, con énfasis en la producción audiovisual y en animación digital. Apasionada por temas medioambientales y sociales.@leidyramirezbLbarbosa@elespectador.com

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