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Las huertas urbanas han cobrado relevancia como una alternativa sostenible dentro del modelo de economía circular, promoviendo la gestión eficiente de los recursos y la reducción de residuos. A través de prácticas como el compostaje, el aprovechamiento del agua y la producción local de alimentos, estas iniciativas contribuyen a minimizar el desperdicio y fortalecer la autosuficiencia alimentaria. Además, algo en lo que resaltan también es que impulsan la economía local al generar empleo y fomentar el emprendimiento verde, consolidándose como una estrategia clave para el desarrollo de comunidades más resilientes y sostenibles.
La implementación de este enfoque en la agricultura no solo permite cerrar el ciclo de los recursos, sino que también facilita la adopción de prácticas sostenibles a nivel local. Para profundizar en cómo las huertas urbanas pueden integrarse en la economía circular, La Huerta conversó con Yuly Forero, fundadora de Cultivando Vida, un emprendimiento santandereano que promueve la agricultura orgánica a través de servicios de capacitación. Forero destaca que, para comprender este modelo, es esencial conocer cuatro principios fundamentales de la economía circular que pueden aplicarse de manera efectiva en la agricultura y el mantenimiento de huertas.
- Reducción: la reducción se enfoca en disminuir conscientemente el uso de insumos agrícolas convencionales, como fertilizantes químicos y pesticidas, optando por alternativas más sostenibles y naturales que minimizan el impacto ambiental.
- Reutilizar: implica maximizar el aprovechamiento de los recursos disponibles. Esto incluye la optimización del agua de riego mediante sistemas eficientes y el aprovechamiento inteligente de los subproductos agrícolas que tradicionalmente podrían considerarse desperdicios.
- Reciclar: El tercer principio es el reciclaje, que se materializa en la transformación de residuos orgánicos en recursos valiosos. Por ejemplo, la conversión de desechos vegetales en compostaje y otros productos que mejoran la nutrición del suelo y fortalecen el desarrollo de las plantas.
- Regenerar: Finalmente, la regeneración busca mejorar activamente la salud del suelo y promover la biodiversidad. Este principio es crucial para fortalecer la resiliencia del sistema agrícola en su conjunto, creando un ecosistema más robusto y autosostenible.
Tips para implementar este modelo en su huerta
Más allá de sus beneficios ambientales directos, las huertas urbanas también desempeñan un papel fundamental en el fortalecimiento de la economía local y la educación ambiental. Actúan como espacios educativos donde las personas aprenden sobre prácticas sostenibles y ciclos naturales, mientras contribuyen a la creación de empleos y oportunidades de negocio dentro de la comunidad. Este modelo circular promueve un uso más eficiente de los recursos, reduce la dependencia de materias primas vírgenes, y genera nuevas oportunidades laborales en sectores como el reciclaje, la reparación y el diseño sostenible, todo mientras se preservan los recursos naturales para las generaciones futuras.
“Lo primero que se debe considerar al implementar este modelo es que el compostaje es la base de las prácticas de economía circular en la agricultura, especialmente para pequeños agricultores y horticultores urbanos. Esta técnica permite cerrar el ciclo de nutrientes al convertir los residuos orgánicos en un recurso valioso para la producción de alimentos, en lugar de ser desechados como desperdicio”, dijo Forero.
Explica que el compostaje destaca como una estrategia especialmente efectiva porque resuelve dos desafíos simultáneamente: la gestión de residuos orgánicos y la necesidad de nutrientes para las plantas. Este proceso no solo reduce la dependencia de fertilizantes químicos, sino que también mejora la estructura y salud del suelo a largo plazo.
Algunas de las estrategias que puede beneficiarse de la reutilización son:
- Compostaje: Transforma los residuos orgánicos en abono natural, cerrando el ciclo de nutrientes y enriqueciendo el suelo. Un ejemplo es la reutilización de cáscaras de huevo, pues ricas en calcio, pueden procesarse hasta convertirse en harina de calcio, un suplemento natural para corregir deficiencias de este mineral en el suelo o en las plantas.
- Mejora del suelo con compost maduro: Aplicado correctamente, actúa como un restaurador natural, optimizando la estructura del suelo, aumentando su capacidad de retención de agua y promoviendo una comunidad microbiana saludable.
Estas prácticas no solo contribuyen a la sostenibilidad ambiental, sino que también fortalecen la resiliencia del sistema de cultivo, asegurando una producción más eficiente y equilibrada. Por ejemplo, el aprovechamiento de residuos y la implementación de diversas técnicas permiten optimizar los recursos y reducir desperdicios. Algunas de las estrategias más efectivas incluyen:
- Sistemas de recirculación hídrica: Estos modelos permiten captar, filtrar y reutilizar el agua de riego, reduciendo significativamente el consumo total. Los sistemas de riego por goteo combinados con captación de agua de lluvia y tratamiento de aguas grises constituyen una solución integral que puede reducir el consumo hídrico hasta en un 60% comparado con métodos tradicionales.
- Valorización de residuos orgánicos: La transformación de desechos agrícolas en recursos valiosos representa un pilar fundamental de la economía circular. La producción de biogás mediante digestión anaeróbica aprovecha desechos de frutas, verduras y restos de alimentos para generar un combustible renovable. Aquí le explicamos cómo implementar uno.
- Rotación y asociación de cultivos: Favorecen la regeneración del suelo, previenen plagas y enfermedades, y optimizan el uso de nutrientes.
- Integracion de flora nativa: Integrar plantas nativas que atraigan polinizadores, incorporar setos vivos o fomentar la presencia de depredadores naturales (como mariquitas para el control del pulgón) ayuda a reducir la necesidad de insumos externos, como pesticidas o fertilizantes artificiales. Este enfoque fortalece el equilibrio ecológico del sistema agrícola, favoreciendo la resiliencia de los cultivos y promoviendo una producción más sostenible a largo plazo.
“La captación y aprovechamiento de aguas lluvias es una estrategia fundamental para optimizar el uso de los recursos hídricos en la agricultura. Dado que el sector agrícola representa aproximadamente el 70 % del consumo de agua dulce a nivel global, es imprescindible adoptar prácticas más sostenibles. La implementación de tecnologías como el riego por goteo, el uso de agua lluvia para el riego y los sistemas hidropónicos, que requieren menor cantidad de agua, representan avances significativos en la eficiencia hídrica”, explicó.
Esto se debe a que:
- Reduce el consumo: Al depositar el agua precisamente donde se necesita, se minimiza la pérdida por evaporación y escorrentía que ocurre en sistemas de riego tradicionales como la aspersión o inundación.
- Optimización de la hidratación: La aplicación controlada y constante permite que las plantas absorban el agua de manera más efectiva, mejorando su desarrollo y reduciendo el estrés hídrico.
- Disminución de problemas fitosanitarios: Al mantener seco el follaje y reducir la humedad ambiental excesiva, se crean condiciones menos favorables para el desarrollo de hongos y otras enfermedades que prosperan en ambientes húmedos.
“Esta aproximación no solo contribuye a la sostenibilidad ambiental al proteger un recurso cada vez más escaso, sino que también ofrece ventajas económicas tangibles para los agricultores al reducir costos operativos asociados al bombeo, tratamiento y distribución del agua, demostrando que las prácticas ecológicamente responsables pueden alinearse perfectamente con objetivos de productividad y rentabilidad”, puntualizó Forero.
Dificultades al implementar el modelo y cómo combatirlo
“Uno de los mayores desafíos para cambiar a este sistema es modificar hábitos y prácticas que han sido parte de la agricultura por generaciones. Durante mucho tiempo, el modelo predominante ha seguido un enfoque lineal de producción: “extraer, usar y desechar”, asumiendo que los recursos naturales son inagotables y que los residuos no tienen valor. Esta forma de pensar ha tenido un fuerte impacto en el medioambiente, contribuyendo a la degradación del suelo, la contaminación del agua y la pérdida acelerada de biodiversidad”, explicó la experta.
Menciona que la educación ambiental emerge como un catalizador fundamental para esta transición. Sin embargo, no se trata simplemente de transmitir conocimientos técnicos alternativos, sino de propiciar una transformación cognitiva que permita reconceptualizar la relación entre la agricultura y los ecosistemas naturales. Este proceso educativo debe abordar tanto aspectos conceptuales como prácticos, demostrando que las alternativas circulares no solo son ambientalmente preferibles, sino también económicamente viables y socialmente beneficiosas
Cuando los agricultores empiezan a ver los residuos orgánicos no como desechos, sino como recursos valiosos, se produce un cambio fundamental en la gestión agrícola. Transformar estos materiales en compost, vermicompost o biofertilizantes desencadena beneficios interconectados. Sin embargo, esta transición no está exenta de desafíos. Algunos de los más comunes incluyen:
- Limitaciones de infraestructura: La falta de acceso a equipos para compostaje o sistemas de captación de agua puede dificultar la adopción de ciertas técnicas. Es por esto que se debe promover alianzas con entidades gubernamentales y organizaciones locales para facilitar la financiación o dotar de herramientas básicas a los productores.
- Brechas de conocimiento: La falta de información clara y accesible sobre la implementación de prácticas circulares puede dificultar su adopción, especialmente entre pequeños productores. Una soluciona es fortalecer la formación continua a través de talleres prácticos, redes de aprendizaje comunitarias y materiales educativos diseñados para distintos niveles de experiencia. Iniciativas como las del Jardín Botánico de Bogotá, que ofrecen capacitaciones en agricultura sostenible y manejo de residuos orgánicos, son un ejemplo clave de cómo estas estrategias pueden facilitar la transición hacia modelos más sostenibles.
- Financiamiento: Muchos pequeños agricultores no cuentan con los recursos suficientes para invertir en infraestructura, tecnologías de reciclaje de residuos o sistemas eficientes de captación de agua. La creación de cooperativas o redes de productores puede facilitar el acceso a recursos compartidos y reducir costos individuale, un ejemplo es la iniciativa de guardianes de semillas, que puede fortalecer lazos comunitarios en los municipios.
“La transición hacia una agricultura verdaderamente circular requiere procesos formativos integrales que combinen la demostración práctica de resultados, el acompañamiento técnico sostenido y la creación de comunidades de práctica. Cuando estos elementos se articulan correctamente, no solo se facilita la adopción de modelos regenerativos, sino que también se fortalece la cohesión social y se impulsa la construcción de sistemas agroalimentarios más resilientes y sostenibles a largo plazo”, aseguró Forero.
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