La reconstrucción económica

Eduardo Sarmiento
24 de mayo de 2020 - 02:00 a. m.

No será posible la reactivación y la reorganización administrativa del país sin claridad sobre la curva epidemiológica, en particular con el pico. Lo mismo se plantea con respecto a las medidas macroeconómicas y los ajustes al modelo económico requeridos para contrarrestar los efectos del virus y enfrentar una nueva realidad, que no es fácil de proyectar.

El error de varios de los países de América Latina estuvo en las políticas adoptadas para aplanar la curva epidemiológica con el fin de evitar el colapso de la salud y reducir los decesos. En el fondo se pretendía modificar la relación del contagio dictado por la naturaleza y la ley de las probabilidades, que establecen que el grado de la contaminación y la variación están inversamente relacionados, como ocurre en múltiples aspectos de la física, la química y la economía. El propósito se ha buscado por diferentes medios y el más intenso estuvo en la cuarentena en países con bajas cifras de contaminación, como son las naciones de América Latina. El expediente ocasionó un desplazamiento de la curva, que invirtió la relación matemática. El grado y la pendiente evolucionan en la misma dirección.

El proceso fue detenido por las secuelas devastadoras de la cuarentena, que quebró el vínculo entre el empleo y el ingreso. En quince días se vio que el impacto sobre la producción, el empleo y la balanza de pagos sería mayor que en las recesiones de demanda, como la de los años 30. Ante semejantes manifestaciones, los gobiernos se precipitaron a desmontar la cuarentena. Se volvió a la curva epidemiológica de los virus del siglo XX en que el grado de contaminación y el crecimiento están inversamente relacionados.

En columnas anteriores a la cuarentena (abril 25) anoté que el virus había entrado en estado de debilitamiento. Si bien se perdió un mes por la cuarentena, hoy estamos cerca del pico de la curva. El crecimiento del número de contaminados es del 3,5 % y tiende a disminuir. Los decesos disminuyen con respecto a los contagiados. El RE es menor que uno (un portador del virus contamina a menos de una persona).

Las repercusiones económicas se han agravado por la falta de previsión y diagnóstico. La decisión de adoptar la cuarentena sin medidas compensatorias, como los subsidios al desempleo y la pensión universal, agravó la ineficacia de la política social. El peso cae en mayor proporción en los ingresos del trabajo y en los trabajadores informales. El país carece de medios institucionales que neutralicen las secuelas de los fenómenos imprevistos sobre la distribución del ingreso.

Tampoco se han entendido las repercusiones estructurales de la confinación en una economía que venía operando con un desbalance entre el ahorro y la inversión. El ahorro tendía a ser inferior a la inversión más el déficit en cuenta corriente y se manifestaba en crecimientos del producto por debajo de la tendencia histórica y el disparo del desempleo. El desajuste se verá amplificado por la reducción de los ingresos de los trabajadores y la baja de las utilidades de las empresas. El balance interno solo se podrá restaurar con una emisión monetaria orientada a financiar parte del déficit fiscal, la reducción del déficit en cuenta corriente y el cambio de la composición sectorial.

En síntesis, el virus y las deficiencias estructurales configuraron un modelo insostenible. La economía quedó abocada a caídas libres del producto de más del 7 % con respecto a la tendencia histórica, desempleo por encima del 17 %, elevación de la pobreza y ampliación de las desigualdades. La alternativa es un nuevo modelo con una mayor presencia del Estado en las áreas críticas del dinero, el manejo fiscal, el comercio internacional, el empleo y la política social.

 

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